Opinión Nacional

La comunidad judía de Venezuela distintas culturas, una sola fe

Introducción.

Solo algunas semanas separaron la expulsión de los judíos de España, por decreto de los reyes católicos y el zarpar de las tres carabelas al mando del Almirante Cristóbal Colón, desde el puerto de Palos. Más allá de los indicios documentados sobre los orígenes judíos de Colón y de muchos de sus acompañantes, es inevitable pensar que hubo judíos, obligados a convertirse al catolicismo, que vieron en aquella aventura del navegante una manera de escapar de la Inquisición que se cebaba, especialmente, en los cristianos nuevos. El historiador Manuel Pérez Vila da fe de este hecho, en lo que concierne a Venezuela, al referir que en 1569 llegó a Borburata, el Conquistador Pedro Malavé De Silva, al frente de unos 300 hombres. Los oficiales reales informaron al Rey que muchos de aquellos eran “conversos y moriscos”.

Ya descubiertas las tierras que en su conjunto se llamarían América, no solo llegaron criptojudíos españoles, sino también portugueses que venían en su mayoría de Holanda, donde se habían refugiado al salir de la Península Ibérica. Se asentaron sobre todo en la región brasilera de Recife, entonces dominio de Holanda.

Por razones distintas llegaron, más tarde, judíos de Livorno, Italia, para radicarse en la isla de Cayenne, que era también una posesión holandesa. La conquista de Recife por los portugueses que traían consigo las Leyes del Santo Oficio, y la conquista de Cayenne por los franceses, poco tolerantes con los judíos, empujaron a muchos de éstos a dirigirse a Nueva York y Curazao.

Pero algunos de estos judíos originarios de Livorno, hicieron el trayecto desde Curazao hasta Tucacas para establecer, en 1693, la que sería la primera comunidad judía registrada en Venezuela, la “Santa Irmandade”. A partir de 1708 comienzan a llegar a Tucacas, entonces el más importante puerto comercial de Venezuela, judíos holandeses provenientes de Curazao. Son hostigados por los españoles y se marchan, pero regresan un tiempo después para organizarse como comunidad bajo la presidencia de Samuel Hebreo. En Tucacas se erige la primera sinagoga en tierra venezolana, pero en 1720 las autoridades españolas arrasan con el poblado judío y le prenden fuego. La pequeña comunidad se refugia entonces en Cayo Paiclas.

En un documento español fechado en 1743 se pide vigilar la presencia de judíos que “en gran cantidad” se trasladaban entre las orillas del Amazonas y del Orinoco. Eran judíos establecidos en Nova Zeelandia, nombre de una posesión holandesa ubicada en la región del Esequibo.

 

JUDÍOS EN LA INDEPENDENCIA:

Los patriotas venezolanos decididos a lograr la independencia de su patria encontraron apoyo muy valioso en prominentes miembros de la comunidad judía de Curazao. Compartían la masonería que en ese entonces era, para los cristianos, una forma de rebeldía y emancipación y para los judíos, un círculo en el que podían sentirse libres de toda discriminación. Además, los comerciantes judíos de la isla holandesa se habían enfrentado, por largo tiempo, al monopolio comercial español en sus colonias. Era la independencia una oportunidad única para acabar con esa situación. Y como razón no menos importante, era la manera de ponerle punto final a la Inquisición todavía vigente en las colonias españolas.

Al caer la primera República, Bolívar, obligado a huir de Venezuela, se hospeda en Curazao en la casa del judío Abraham de Meza. Sus hermanas Juana y María Bolívar encontraron refugio, dos años más tarde, en la casa curazoleña de Mordechai Ricardo, cuando ambas huían del terror desatado por José Tomás Boves. En la rica biblioteca de Mordechai Ricardo, pasa Bolívar días enteros consultando libros y documentos hasta escribir el Manifiesto de Cartagena. David Castillo Montefiore, también judío de Curazao, fue uno de los importantes financistas de la Guerra de Independencia y Joshua Naar le hacía llegar dinero a Bolívar, por intermedio del Almirante Brión.

Ya en 1818, Joseph Curiel, quien años más tarde sería uno de los fundadores de la comunidad judía de Coro, se presentó ante Bolívar, en Angostura, para ofrecerle el apoyo de los judíos del Caribe, que no se limitó al aspecto económico ya que en la guerra de Independencia intervinieron, como militares activos, Benjamín Henríquez, quien alcanzaría el grado de teniente coronel, Samuel Henríquez que sería capitán y Juan Bartolomé De Sola, general de brigada.

En el año 1988, el Gobierno de Venezuela agradeció el apoyo de Curazao a la gesta independentista, con la emisión de tres estampillas relacionadas con el gran amigo de El Libertador, Don Mordechai Ricardo.

 

LA COMUNIDAD JUDÍA DE CORO.

 

El 6 de mayo de 1819 el gobierno de la Nueva Granada emitió un decreto por el cual se acordaba a los “miembros del pueblo hebreo” el derecho de establecerse en su territorio con garantías de libertad religiosa y el 22 de agosto de 1821, quedó abolido el Tribunal de la Inquisición. Fue así como muchas familias judías de Curazao, donde se vivía una fuerte depresión económica, se trasladaron a Colombia y a Venezuela. En nuestro país muchos se establecieron en Coro, Estado Falcón. Pero otros eligieron Puerto Cabello, Maracaibo, Valencia, Barcelona y Caracas.

En Coro ya había algunos judíos desde el siglo XVIII. Para el año de 1831 vivían allí David Maduro, Joseph Curiel, Isaac Abenatar, Gabriel Abenatar, Samuel Maduro, Josua López, Elías Curiel y familias de apellido Brandao, Alvarez, Henríquez, Correa, Fonseca, De Lima, Salcedo, Morón, Pereira, López, Capriles, Hoheb, Senior, etc. Pronto estos judíos asentados en Coro alcanzarían gran prominencia por el desarrollo comercial e industrial que emprendieron y por su participación estelar en la vida científica, cultural, en la política, en la diplomacia y en el periodismo. Destacan las figuras de Elías David Curiel, autor del himno del Estado Falcón, poeta, periodista, colaborador de El Cojo Ilustrado. Salomón López Fonseca, uno de los mejores poetas de su generación, David Curiel, promotor de la ciencia farmacéutica, José David Curiel, su hijo, Presidente de la Corte Suprema del Estado Falcón y de la Asamblea Legislativa. En Coro se inaugura, en 1832, el primer cementerio judío en tierra venezolana, que es hoy patrimonio histórico de la ciudad.

En un país asolado, primero por la guerra de Independencia y luego por las luchas intestinas que llevaron a la Guerra Federal, la prosperidad de los judíos de Coro provocó no pocas envidias. En 1833 y en 1855 se producen violentos ataques contra esta comunidad, con saqueos y destrucción de sus propiedades. Muchos regresaron a Curazao. Pero en 1859 el gobierno venezolano los indemnizó y los invitó a regresar. Regresaron para continuar en su emprendedora labor en todas las áreas del quehacer humano.

Como cosa curiosa, nunca construyeron una sinagoga sino que los rezos se hacían en las casas de las familias más prominentes. Tampoco crearon alguna escuela que les permitiera educarse en su tradición. Con el paso del tiempo fueron perdiendo sus nexos con la fe religiosa de sus antepasados y entraron en un proceso asimilatorio hasta desaparecer como comunidad judía. De ella apenas quedan unos pocos que se mantienen como judíos, pero sus apellidos, de trascendencia no solo local sino nacional, son un permanente recuerdo de la influencia determinante que tuvo esa comunidad.

 

LA ACTUAL COMUNIDAD JUDIA VENEZOLANA.

 

En la segunda mitad del siglo XIX, hubo marcado interés de los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco y de Joaquín Crespo, por atraer inmigrantes al país. Se hacía mediante contratos que el gobierno otorgaba y con la designación de agentes consulares idóneos. Los judíos Abraham J. Lasry, Enrique B. Levy y Alejandro Mondolfi, este último de origen italiano, cumplieron esas tareas. En las dos últimas décadas de ese siglo, comenzó a llegar al país una inmigración judía proveniente del norte de Marruecos, especialmente de Tetuán. Enrique B. Levy será uno de los fundadores, en 1907, de la Sociedad Benéfica Israelita que apenas tiene una duración de dos años. En 1930, Alejandro Mondolfi preside la Asamblea que acordará la constitución de la Asociación Israelita de Venezuela, institución que hasta hoy agrupa a la comunidad sefardí del país.

Los apellidos de esos nuevos inmigrantes son, entre otros, Levy, Cohén, Taurel, Benacerraf, Sabal, Ettedgui, Pariente, Coriat, Benshimol, Bendayán, Sananes, Benzecri, Benmergui, Benaim, Pilo, Carciente, Benarroch, Roffé. Se encuentran con una comunidad judía, la de origen curazoleño holandés, en vías de extinción por el proceso asimilatorio, pero el choque cultural impide los nexos entre ellos. Los recién llegados se establecen mayoritariamente en Caracas, pero también en La Guaira, Puerto Cabello, Carúpano, San Fernando de Apure, Río Chico, Valle de la Pascua, Maracaibo, Barcelona, Villa de Cura, Barquisimeto, Los Teques, La Victoria y Maracay.

A finales de los años veinte y mediados de los treinta, la crisis económica que se vive en el mundo, adquiere dimensiones de miseria en el Medio Oriente. Comienzan a llegar judíos provenientes de Palestina, Siria, Líbano y también de Turquía, Grecia y Bulgaria. Se les engloba bajo el mote de “turcos” ya que provenían de los antiguos dominios del Imperio Otomano. Se produce de nuevo un desencuentro cultural con la comunidad ya establecida, en su mayoría próspera, de judíos de origen marroquí. Estos últimos van a ser los mayoristas que proveen de mercancías a los “turcos” para que realicen su trabajo de coteros, es decir, vendedores por cuotas, de puerta en puerta y de pueblo en pueblo. Los unía la fe religiosa pero los separaban el idioma y las costumbres.

En esos mismos años llegaron algunas familias ashkenazíes, es decir judíos originarios de Europa que en su mayoría se expresaban en idish, una lengua derivada del alemán, o bien en este idioma. Las relaciones intercomunitarias eran difíciles, por razones idiomáticas, culturales y hasta por el acento y entonación de sus oraciones.

A finales de la década de los 30, logran arribar al país algunos judíos que han podido escapar de lo que ya se vislumbraba como el propósito del régimen nazi de exterminarlos. En 1939 el gobierno del general Eleazar López Contreras, en un gesto que lo enalteció, permitió el ingreso al país de un grupo de judíos que había salido de Alemania en los barcos Caribbea y Koeningstad y que fueron rechazados en distintos puertos de América, incluido Curazao. Iban a ser devueltos a la muerte segura cuando Venezuela les abrió sus puertas. Los esposos Rottenberg, Juan Plaut, la familia Kern, las profesoras María Tengler y su hermana Federica Ritter, la entonces muy niña Susy Kobler, que es hoy nuestra reconocida artista plástica Susy Iglicki, el profesor de canto Alfredo Hollander, serían algunos de los pasajeros de esos buques. Pronto se integraron a la vida venezolana con espíritu emprendedor. Gracias a Miguel Rottenberg, los caraqueños conocimos las delicias y el refinamiento de la pastelería europea cuando fundó la Pastelería Vienesa, al principio en un pequeño local en El Conde. Los Kern, introdujeron la comida rápida gourmet desde su inolvidable Fuente de Soda del Centro Médico de San Bernardino. Su hijo Heinz sería un notable químico, promotor de importantes empresas. Las profesoras Tengler y Ritter fueron memorables para varias generaciones, como pedagogas de latín, griego, alemán, inglés y francés. Profesionales, técnicos, artistas, maestros, gente con una vasta cultura y una formación para el trabajo emprendedor que pronto encontrarían en Venezuela, donde tantas cosas estaban por hacerse, el campo propicio para desarrollar todos sus talentos.

No fueron muchos los judíos europeos que tuvieron la suerte de los pasajeros del Caribbea y del Koeningstadt. Una circular girada por la Cancillería venezolana a todos sus consulados en el Exterior, prohibía expresamente otorgar visas a judíos. Al concluir la Guerra en 1945, llegó un número importante de sobrevivientes originarios de Rumania, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Grecia, Austria y Alemania. Muchos cambiaron sus apellidos para poder ingresar al país ya que se mantenía vigente la antes mencionada circular.

En 1946, la comunidad ashkenazí funda el Colegio Moral y Luces Herzl Bialik. En sus comienzos el alumnado fue mayoritariamente perteneciente a ese sector. Pero al pasar de algunos años, los sefarditas comparten la tarea educativa y se transforma en el colegio de toda la comunidad y en el factor determinante de la unidad entre los judíos venezolanos, sin distingo de origen.

A partir de 1948, con la creación del Estado de Israel, se produce una emigración masiva de judíos desde países musulmanes, en donde la presencia de esas comunidades había sido milenaria. Llegan a Venezuela desde Egipto, Siria y Líbano. Y al proclamarse la independencia de Marruecos, en 1956, se produce una importante inmigración de judíos que venían de Tetuán, Tánger, Melilla, Ceuta y otras ciudades del Norte de África donde el español era el idioma predominante. Se encontraron con instituciones ya consolidadas, con sinagogas y con un colegio comunitario. De inmediato se incorporaron a la vida judía y a las actividades comerciales e industriales.

La comunidad judía de hoy está constituida por judíos venezolanos hasta de cuarta generación y por otros cuyos padres, o ellos mismos, nacieron en otras tierras.

 

JUDÍOS DE TODOS LOS TIEMPOS EN EL DESARROLLO DE VENEZUELA.

Los integrantes de las distintas inmigraciones judías que llegaron a Venezuela, se dedicaron en su gran mayoría, al comercio. Pronto, muchos incursionaron en actividades industriales y financieras. El primer banco del país, llamado Banco de Venezuela y creado por decreto del Presidente José Antonio Páez, fue fundado por Isaac José Pardo Abendana, judío sefardí proveniente de Altona, ciudad alemana cercana a Hamburgo. Llegó a Venezuela, con solo 17 años de edad, en 1841. Además de banquero, fue un prominente jurista con participación protagónica en la redacción del Código de Comercio, lo que le valió una condecoración del presidente Guzmán Blanco. Administró y dirigió el primer telégrafo de Venezuela. Fue cofundador del primer periódico de La Guaira y del teatro Caracas. Tradujo del alemán la biografía de George Washington escrita por su hermano Michael, quien había emigrado a Venezuela pocos años antes que él.

Fue casi una norma que estos inmigrantes, muchos de ellos con escasa instrucción, aspiraran para sus hijos aquí nacidos, el camino de las profesiones universitarias. El primer judío egresado de la Universidad Central de Venezuela, fue Isaac Senior, graduado de Bachiller en Artes y Filosofía en 1844. Le sucedieron, a lo largo de varias generaciones, correligionarios que eligieron, con preferencia, la carrera de medicina. Luego la ingeniería, la farmacia, la odontología y la arquitectura. Pero también la abogacía, las ciencias, la economía y las carreras humanísticas. En todas y cada una de esas disciplinas, ha sido notable el aporte de profesionales judíos en las diversas áreas del desarrollo y de la modernización del país. Mencionaré solo algunos nombres asumiendo el riesgo de ser injusta con aquellos que omito.

Los Médicos:

David Lobo nacido en 1864, en Puerto Cabello, fue no-solo un eminente obstetra y fisiólogo, sino además miembro fundador y Presidente de la Academia Nacional de Medicina, Rector de la Universidad Central de Venezuela, Presidente del Senado de la República y Embajador en Washington. A este nombre se agregan los de Aarón Benchetrit, natural de Tetuán, revalidó en la UCV, en 1916, su título de médico colonial obtenido en París. Especialista en el estudio y tratamiento de la lepra e inventor de una pócima que, en medio de gran polémica, fue la única cura aplicada con éxito contra la epidemia de gripe española que hizo estragos en el país en 1918. Elías Benarroch, graduado en la Sorbona en 1923, revalidó en la UCV en 1928, descubrió al anopheles darlingi como transmisor del paludismo y fue uno de los pioneros en la lucha contra esta enfermedad que permitió su casi total erradicación a principio de los años cuarenta. Elena Blumenfeld, investigadora de la lepra, hizo del leprocomio de Cabo Blanco su residencia para estar siempre cerca de sus enfermos. Henrique Benaim Pinto, laureado internista, académico de la medicina. Víctor Benaim Pinto, ginecólogo y obstetra, iniciador de los estudios de fertilidad en el país. Siegbert Holz, médico rural al igual que su esposa, en Cariaco, Estado Sucre, donde ambos fueron declarados hijos ilustres. Fue un notable pedagogo y por muchos años, director del Instituto Nacional de Higiene. Gracias al rigor que aplicó siempre a la aprobación de nuevas medicinas, ningún niño venezolano sufrió las consecuencias nefastas de la talidomida. Martín Mayer, fundador del Instituto de Medicina Tropical. Rudolph Jaffé, quien vino de su Alemania natal para iniciar en Venezuela la cátedra de anatomo-patología. Víctor Zamorani, destacado pediatra y profesor universitario quien llegó a Venezuela cuando las leyes raciales de Mussolini le impidieron seguir ejerciendo la profesión en su Italia natal. La Academia Nacional de Medicina le rindió homenaje póstumo al cumplirse el centenario de su nacimiento. Joel Valencia Parparcén, uno de los más destacados gastroenterólogos de Venezuela, Simón Béker, fundador de la hepatología. Moisés Feldman, psiquiatra que dedicó gran parte de su vida al estudio de la psicología de los próceres de la Independencia: Simón Bolívar, José Antonio Páez, José Antonio Sucre y de figuras como el sabio Rangel y Armando Reverón y fue un adelantado en el estudio del genoma humano. Rubén Merenfeld, oncólogo, fundador de la Sociedad Anticancerosa e incansable líder de la lucha contra el cáncer.

La primera mujer que ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, fue Sara Bendahán. Por trastornos de salud no pudo graduarse cuando le correspondía. La primera egresada, en esta profesión, en 1936, fue la también judía Lía Imber de Coronil, pediatra de inolvidables aportes. Sara Bendahán se graduó de doctor en ciencias médicas en 1939. Y la primera mujer que obtuvo el título de médico por revalida fue, en 1928, Ida Malec de Petkoff, Durante 12 años ejerció como médico del Central Azucarero de El Batey y fue durante largo tiempo, la única médico en todo el Municipio Bobures, del Estado Zulia.

A estos nombres eminentes, se unen los de médicos de generaciones más jóvenes que tienen actuación destacada en todas las especialidades. Como dato interesante, Baruj Benacerraf, Premio Nóbel de Medicina, nació en Caracas aunque se residenció en los Estados Unidos desde temprana edad.

Ingenieros y Arquitectos:

Paúl Lustgarten, especialista en estructuras, individuo de número y Presidente de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, miembro correspondiente de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Humanidades. Este judío guayanés, ha recibido los más altos honores de las instituciones de su Estado natal y ha participado en la construcción de más de sesenta puentes en el país, entre ellos el Puente sobre el Lago de Maracaibo y el Puente de Angostura, sobre el río Orinoco. Fue asesor en la Construcción de la Avenida Cota Mil, del Metro de Caracas, de los puentes sobre el Río Limón y sobre el Caroní y de muchos otros desarrollos estructurales.

Ricardo De Sola, doctor en Ingeniería de la UCV, profesor universitario, maestro fundador de las escuelas experimentales Venezuela y Artigas, Director Fundador de Petrolera Mito Juan C.A, coordinador del pabellón de Venezuela en la exposición Universal de Canadá, con motivo del centenario de esta nación. Autor de varios ensayos de carácter histórico. Su hermano, el geólogo Oswaldo de Sola, fue rector de la UCV.

La primera mujer que se graduó como ingeniera química en Venezuela, hace ya sesenta años, fue Fritzi Shmoz de Hariton.

Mario Benmergui Attías, arquitecto con maestría suma cum laude en el Instituto Tecnológico de Massachussetts. Responsable y director del diseño de ocho estaciones del Metro de Caracas, Premio de la Fundación Mendoza junto con los arquitectos Isaac Abadí Abbo y Mariano Goldberg, por el anteproyecto del Club Hebraica. Ganador del concurso para proyectar la nueva ciudad Oued ed Dahab en Marruecos y Cónsul Honorario de Marruecos en Caracas hasta 1987.

Salomón Cohén Levy, ingeniero civil, fundador del grupo Sambil. Podría calificársele como constructor en tiempos de crisis, ya que ninguno de los avatares políticos y económicos por los que ha pasado nuestro país, lo han desanimado en su propósito de invertir siempre en Venezuela. Celina Bentata, varias veces laureada por su brillante carrera de arquitecta. El Museo de Arte Contemporáneo “Sofía Imber”, de Caracas, realizó hace algunos años una exposición de su obra.

Los Científicos:

Gabriel Chuchani y Estrella Laredo, investigadores con larga trayectoria en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y en la Universidad Simón Bolívar, respectivamente, han sido galardonados con el Premio Nacional de Ciencias. Gabriel Chuchani, fue además designado, en 1986, el ex alumno más destacado de la Universidad de Tulane y ese mismo año recibió mención honorífica del premio Mundial de Ciencias “Albert Einstein”. Boris Drujan y Miguel Laufer fueron directores del IVIC. Gonzalo Benaim Pinto, farmacéutico y químico, fue un investigador y docente ejemplar y un permanente luchador por la calidad de la educación en Venezuela.

Los judíos en las Letras, las Artes y el Espectáculo:

Resaltan, por el reconocimiento nacional a su obra y trayectoria, los nombres de Isaac Chocrón, Premio Nacional de Teatro, Sofía Imber, Premio Nacional de Artes Plásticas, Elisa Lerner, Premio Nacional de Literatura y Alfredo Roffé, Premio Nacional de Cine.

En la música elijo los nombres de Reinaldo Hahn, el compositor del romanticismo del siglo XIX, que emigró a París desde su Caracas natal. Flor Roffé de Estévez, creadora de un importante método de enseñanza musical para niños. Emil Friedman, fundador y director del Colegio que lleva su nombre y que combina la educación formal con la musical. Harriet Serr, maestra de varias generaciones de pianistas. Alfredo Hollander, maestro de la mayoría de nuestros cantantes líricos. Jacques Braunstein, que ha contribuido como nadie, a la difusión y comprensión del jazz en nuestro país. En el mecenazgo musical, la Fundación Carlos y Alegría Beracasa ha tenido una actuación de gran alcance.

El teatro venezolano no sería lo que es sin la contribución extraordinaria de Juana Sujo, judía nacida en Argentina como Juana Sujokovich. Al aporte que han hecho a la dramaturgia figuras como Isaac Chocrón y Elisa Lerner, se unen los jóvenes Moisés Kaufman, con éxito internacional, especialmente en la ciudad de Nueva York y Johnny Gavlosky. Como promotoras teatrales han destacado Miriam Dembo y la ya fallecida Esther Ettedgui de Bustamante.

La danza tuvo una pedagoga excepcional en la persona de Stefi Stähl, judía vienesa, maestra en distintas escuelas públicas y en su propia academia. Hoy destaca en ese arte el joven bailarín y coreógrafo de origen israelí, Offer Zaks.

Los venezolanos aprendimos a usar mejor el idioma gracias a las enseñanzas de Ángel Rosenblat, filólogo judío nacido en Polonia, español por adopción, argentino después de la Guerra Civil Española, y luego venezolano hasta su muerte. En la poesía y en la literatura destacan los nombres de Irma de Sola de Lovera, quien presidió por varios años la Asociación Nacional de Escritores, de Martha Kornblith, fallecida en plena juventud, de Jacqueline Goldberg, de Sonia Chocrón y de Gabriela Kizer. La brillante periodista, y ensayista trágicamente fallecida, Susana Rotker, fue un querido miembro de nuestra comunidad.

Es invalorable el aporte al desarrollo de la actividad intelectual que hicieran Violeta Roffé y su hermano Alfredo, con su legendaria Librería Cruz del Sur, lugar para el conocimiento y discusión de las más avanzadas corrientes literarias y del pensamiento filosófico entre los años 50 y 70. Y la pasión de Alfredo Roffé por el cine, lo condujo a fundar y a publicar durante varios años, la revista “Cine al Día”, que alcanzó prestigio internacional.

En el cine destaca, como creadora, Margot Benacerraf, pero además ha sido promotora del aprecio por el buen cine con la fundación de la Cinemateca Nacional. A la generación de cineastas más jóvenes pertenecen Elia Schneider, Jonathan Jakubowitz y Eduardo Arias Nath. Otros judíos apasionados por el cine contribuyeron a que lo mejor de este arte estuviera al alcance de los venezolanos: George Korda, fue quien introdujo el cine europeo de vanguardia en el país e inauguró los festivales de cine y los cine- foros. Samuel Dembo, cofundador con Luis Guillermo Villegas, de Bolívar Films. La familia Radonsky, es propietaria de una importante cadena de salas de cine.

Las artes plásticas tienen entre sus creadores a la ceramista Reina Benzecri de Herrera, Premio Nacional de Artes Aplicadas en 1966. A los artistas Harry Abend, Méyer Vaisman, Sammy Cucher y Carlos Poveda, con figuración internacional. También Ricardo Benaim, Susy Iglicki y Nadia Benatar. Y como promotores de estas artes: Sofía Imber, fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas que llevó su nombre y Clara Diament de Sujo, una de las primeras galeristas del país. Hans Neumann, fue -además de empresario exitoso- un apasionado mecenas de artistas plásticos, de muchos proyectos culturales y gran coleccionista de arte.

En el espectáculo merece capítulo especial la figura de Amador Bendayán, nuestro inolvidable artista cómico que llenó varias décadas con risas amables desde la radio, el cine y la televisión. Se destacó también como actriz de carácter, famosa “malvada” en muchas telenovelas, Ivonne Attas, quien es además periodista graduada en la Universidad Católica Andrés Bello y luego ingresó a la política hasta ser electa Alcaldesa del Municipio Baruta. Otra figura judía en la televisión fue la prematuramente fallecida actriz cómica Gloria Mirós (Goldschmidt). Y más recientemente se han destacado la actriz Rosalinda Serfaty y la animadora y presentadora en TV, Anabel Blum. Como actriz de teatro debemos mencionar a Manuelita Zelwer.

En las nuevas generaciones destaca el cantautor Ilan Chester (Czentochowsky) A partir de 2005 tres jóvenes judíos abordaron la difícil tarea de crear una cultura venezolana del espectáculo musical al estilo de Broadway y han logrado montar con gran éxito, en el Aula Magna de la Ciudad Universitaria de Caracas, los musicales “El Violinista en el Tejado”, “Jesucristo Superestrella” y “Los Productores”, son ellos el director teatral Michel Haussman, el productor Yair Rosenberg y el músico Salomón Lerner. El ya fallecido ingeniero Moisés Serfaty fue integrante de la Schola Cantorum de Caracas y tenor solista de esa prestigiosa coral, como lo ha sido también Pedro Stern.

La presencia de judíos en el periodismo de opinión tuvo como figura pionera a Netty Bargraser y ha contado con los nombres de Sofía Imber, Carlos Guerón, Alicia Freilich, Gustavo Arnstein, Rabino Pynchas Brener, Senta Essenfeld de Breuer, Aglaya Kinzbrunner, Alberto Krygier, Adrián Liberman, Fernando Yurman y Paulina Gamus.

Ben Ami Fihman fue durante varios años, el exitoso editor y director de la revista Exceso

 

Judíos en funciones públicas:

 

El judaísmo venezolano contemporáneo ha tenido a varios de sus miembros como servidores públicos: René de Sola fue Ministro de Justicia, Canciller y Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Alfonso Benzecri, Ministro de Sanidad. Gustavo Pinto Cohén, Ministro de Agricultura y Cría. Ruth Lerner de Almea, Ministra de Educación y Embajadora ante la UNESCO, Moisés Naim, Ministro de Fomento y actualmente director en Washington de la prestigiosa publicación Foreing Policy. Ricardo Haussman, Ministro de Cordiplán, Senta Essenfeld de Breuer, Ministra de la Familia, Ruth de Krivoy, Presidenta del Banco Central de Venezuela, Esther de Margulis, Presidenta de Fogade, Lolita Aniyar de Castro, Senadora y Gobernadora del Estado Zulia, Paulina Gamus Gallegos, concejal, diputada, senadora y Ministra de Cultura, Miryam Kornblith, Vice Presidenta del Consejo Supremo Electoral.

 

LAS INSTITUCIONES COMUNITARIAS:

Las dos grandes instituciones comunitarias son la Asociación Israelita de Venezuela, fundada en 1930 cuyos miembros tienen origen sefardí y la Unión Israelita de Caracas, fundada en 1950, que agrupa a la comunidad ashkenazí. Estas dos organizaciones, unidas a la Federación Sionista de Venezuela y a la Fraternidad Hebrea B`nai B`rith, conforman la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV). La Federación Venezolana de Mujeres Judías, es la institución representativa de todas las organizaciones femeninas cuya finalidad es el trabajo social.

Las Asociación Israelita de Venezuela y la Unión Israelita de Caracas son propietarias del Colegio y del liceo Hebraica-Moral y Luces Herzl-Bialik y del Centro Social, Cultural y Deportivo del mismo nombre. Son a su vez, las patrocinantes del periódico comunitario “El Nuevo Mundo Israelita”, semanario que dirigió durante varios años el Dr. Gustavo Arnstein y actualmente está bajo la dirección de la poeta y periodista Jacqueline Goldberg. La Asociación Israelita de Venezuela, por intermedio del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas, publica trimestralmente la revista Maguén- Escudo, que divulga la cultura sefardí en toda su dimensión histórica y en su actualidad. La fundó y dirigió por más de tres décadas el escritor y poeta Moisés Garzón Serfaty y actualmente la dirige el profesor Néstor Garrido.

 

LA SOLIDARIDAD: ESENCIA DEL JUDAÍSMO.

 

Es un imperativo de nuestra fe religiosa, la solidaridad con nuestros congéneres. Desde los tiempos bíblicos, ninguna comunidad judía se organiza sin constituir instituciones o instaurar mecanismos para ayudar al prójimo en sus necesidades básicas. Los judíos venezolanos no han sido la excepción sino que, como individuos o en forma colectiva, han practicado permanentemente este mandato de la ley mosaica.

Una figura emblemática de la solidaridad como razón de vida, fue Mevorah Florentín, judío sefardí originario de Salónica, Grecia, quien emigró a Venezuela en 1932. Una enfermedad incurable lo privó de la visión, viajó con sus escasos recursos a Francia para aprender el sistema braille. Retornó a Caracas y en su pequeña agencia de lotería ubicada de San Francisco a Pajaritos reunía a los billeteros, casi todos ciegos, para enseñarlos a leer. Extendió su labor docente a los barrios pobres del Oeste de la ciudad. Su modesta casa en Los Rosales, fue convertida en escuela para niños ciegos y albergue para aquellos que no tenían hogar. Con Juan de Guruceaga fundó, en 1936, la Sociedad de Amigos de los Ciegos y la primera escuela para ciegos. En 1938 dirigió la primera imprenta braille traída al país. Lideró la batalla de opinión para que los liceos públicos admitieran estudiantes ciegos. En 1959 fundó el Banco de Ojos. En 1966, tres años después de su muerte, el Concejo Municipal de Caracas le dio el nombre de Mevorah Florentín a la calle donde vivió siempre y donde fundó el Instituto Venezolano de Ciegos.

Los niños venezolanos con necesidades excepcionales tuvieron, por primera vez, la posibilidad de una atención especializada gracias a los esposos Carlos y Alegría Beracasa quienes, con Reyna Benzecri de Benmergui, fundaron en 1963 AVEPANE (Asociación Venezolana de Padres y Amigos de Niños Excepcionales).

ORT: Es la organización educativa no gubernamental y sin fines de lucro, más grande del mundo. Funciona en más de 60 países de los cinco continentes, incluido Venezuela. Prepara a jóvenes y adultos para el trabajo con entrenamiento tecnológico y vocacional. Esta organización que nació en 1880 en San Petersburgo para ofrecer entrenamiento agrícola a judíos pobres de Rusia, se extendió por toda Europa. En 1960 se transformó en una organización mundial que abarca a personas de todos los credos y orígenes. Tienen, gracias a Internet, un servicio de educación a distancia. Sus centros de enseñanza se encuentran en distintos lugares de Caracas, y, por un convenio con Petróleos de Venezuela, firmado en 1996, se han extendido a varias ciudades del Interior del país. Su lema es enseñar para la vida. Las labores de ORT en nuestro país reciben un impulso decisivo por parte de la comunidad judía.

La tragedia ocurrida en el Estado Vargas en diciembre de 1999 encontró en la comunidad judía de Caracas, especialmente en los jóvenes, la más pronta y efectiva organización de ayuda humanitaria. Fue el más eficiente centro de acopio para esta ayuda y recibió, por tal motivo, el reconocimiento de la Guardia Nacional y de la Fuerza Aérea.

La crisis económica que desde hace varios años afecta a nuestro país, ha provocado el desempleo y empobrecimiento de muchas familias judías. La comunidad cuenta con diferentes organizaciones para la asistencia a enfermos, ancianos y, en general, a personas con escasos recursos. Alrededor de un 30% de los niños y jóvenes que estudian en los colegios comunitarios, recibe becas parciales o totales por parte de Asociación Israelita de Venezuela y de la Unión Israelita de Caracas.

 

CONCLUSIONES:

 

A diferencia de otros inmigrantes que llegaron a Venezuela con la aspiración de lograr un status económico para luego retornar a sus países de origen, la mayoría de los judíos llegó con la convicción de que esta sería para siempre su patria: No tenían ninguna otra. Muchos de ellos huían de persecuciones o de condiciones de vida que los colocaban como ciudadanos de segunda clase. Encontraron en esta sociedad, democrática por naturaleza, un mundo abierto para desarrollarse plenamente como seres humanos, sin restricciones.

Venezuela les ha permitido, porque así lo establecen sus leyes y por la tolerancia que marca la manera de ser de sus gentes, disfrutar de todos los derechos y, al mismo tiempo, practicar libremente su religión y mantener los vínculos con la cultura judía en todas sus vertientes. Mi padre, un judío nativo de Alepo, Siria, que llegó a Venezuela en 1929 sin hablar una palabra de español, solía expresar su gratitud a esta tierra con un gesto que sin palabras lo decía todo: Cada ocasión festiva en el seno familiar, la celebraba paseando la bandera nacional por toda la casa y entonando, con su acento árabe, el Gloria al Bravo Pueblo.

Los judíos venezolanos somos una comunidad pequeña en términos numéricos, pero grande en realizaciones y aportes. La historia de Venezuela, en todos sus tiempos, así lo demuestra.

 

 

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Un comentario

  1. Esta interesante relación es la más completa que he leído sobre los orígenes y la evolución de nuestra valiosa colonia judía, escarnecida desde que la barbarie neoestalinista controla los poderes en esta Venezuela tan venida a menos.
    Hasta una película hicieron en torno a la tesis de que hay nexos entre una persona y cualquier otra, con una separación de hasta seis grados. Con mucho orgullo señalo que fui cliente y amigo de León Zinn, quien tenía su modesta tienda de artículos de Fotografía en un pequeño local a media cuadra de la avenida Baralt, frente al edificio norte del CSB. Cuando me iba por más de dos años, a estudiar un postgrado en Inglaterra, me fui a despedir de él, y me pidió el favor de que le llevara una encomienda a un amigo suyo en Londres (lo cual hice apenas llegué a esa capital, junto con llevar otra encomienda de un vecino mío a su hijo, entonces Agregado Militar de Venezuela en Albión). El señor León de niño viajó en ese par de buques que transportaron su valiosa carga humana, huyendo de la terrible amenaza Nazi que se cernía sobre Europa, su diario contribuyó al guión del Documental «Los barcos de la esperanza» de Jakubowitz (que retrata la época cuando aun no habían pretendido inocularnos el estúpido odio étnico, y éramos un bello pueblo). Una prima mía está casada con un nieto de Joel Valencia Parparcén (quien entiendo fue médico de cabecera de Don Rómulo Betancourt). Conocí a Sofía Ímber de Meneses y a Lía Ímber de Coronil, estudié de primer a tercer año de Bachillerato en el querido Liceo Andrés Bello, con Sara y Fernando (quien escribió un interesante libro sobre la complicada dinámica de la Venezuela chavista, y falleció en NY en 2011, cruzamos correos poco antes de su lamentable deceso). También estaba en nuestra sección «A», Martín Essenfeld, su hermana Senta me dio clases de Matemática en 1958 para poder aprobarla. Por correo electrónico soy amigo de Lolita Aniyar de Castro, intercambiamos opiniones y valiosos mails por Internet. También por esa vía Kaufman me hizo saber que leyó mi artículo sobre el difícil conflicto del medio oriente, y mi mención final al infame boicot que trataron de hacerle a su montaje del «Violinista sobre el tejado» (que invertido sirve de título a mi escrito, cuyo Link dejo acá). Sería muy útil conocer el requisito para acceder a la revista Maguén- Escudo, que me interesa. ¿Está en la red? Voy a buscarla. Cordiales saludos. http://analitica.com/opinion/opinion-nacional/el-tejado-sobre-el-violinista/

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