Donde termina la lógica
En nuestro país a cada rato ocurren hechos extraños, más que eso, contrarios a toda lógica, o al menos distintos de lo que el sentido común y las expectativas generales indican. Allí están los días sangrientos de la Plaza Altamira. Joao De Gouveia asaltó a una multitud el 6 de diciembre de 2002, con el trágico saldo de tres personas muertas. Keyla Guerra, Josefina Inciarte y Jaime Giraud fueron sus víctimas. El criminal después fue mencionado por el presidente Chávez como el “caballero” Gouveia y recibía tratos privilegiados en la cárcel.
Otra tragedia fue el asesinato de Maritza Ron, quien fuera ultimada en ese mismo lugar el 16 de agosto de 2004, mientras otras ocho personas eran heridas de bala. Estaban manifestando su descontento con el gobierno, acciones claramente permitidas por la Constitución que el oficialismo ha vendido como gran garante de los derechos humanos. Lo razonable era realizar esas actividades sin correr riesgo alguno. Al menos eso dice la lógica.
Esas matanzas ocurrieron en pleno corazón de Chacao, municipio al que publicistas a sueldo y solidaridades automáticas han dado por llamar el más seguro de Venezuela. O la lógica no funciona, o a veces las matrices de opinión no tienen que ver con la verdad, pero de tanto repetir una mentira ya sabemos qué pasa.
Tampoco lució lógico que los matones de la señora Ron recibieran una sentencia de diez años de cárcel, cuando la pena máxima son treinta años. No hay delito peor que quitarle la vida a una persona inocente e indefensa. Es posible que la lógica de los juzgadores de hoy sea una muy particular. De Gouveia fue sentenciado a 29 años y once meses por tres muertos. Al parecer, los malandros asesinos de Maritza Ron tenían que haberle segado la vida a dos personas más para obtener la pena máxima. No es ironía. Es la cruda reflexión a la que los hechos empujan. Pero por una muerta, sólo diez años y un mes. Mataron a una persona, hirieron a ocho, aterrorizaron a centenares en ese mismo acto, a millones que vieron las fotos del suceso. Pero el castigo fue de sólo diez años por haber cometido ese homicidio y esos crímenes.
En otro país les habrían cargado, además, perturbación del orden público, manejo de motos y autos robados, obstrucción del derecho a manifestar, porte ilícito de armas y varios delitos más. Porque en otras partes la idea es castigar el crimen. La otra lógica, la venezolana de estos tiempos, es ayudar a los panas, en especial a los que arriesgan su pellejo en acciones de calle para contener las protestas y el descontento. Por allí andan sueltos, de su cuenta, otros matones, a quienes dan trato de héroes nacionales porque en otros episodios le entraron a tiros a manifestantes.
La cosa no termina allí. Ahora resulta que la Sala Sexta de la Corte de Apelaciones anuló la decisión del Tribunal Segundo de Juicio, instancia que había condenado a Pedro Ramos, a John Jiménez y a Henry Parra, los señalados de haber dado muerte a Maritza Ron, a ir a prisión por el delito de homicidio. Algunos medios han revelado que los pistoleros están ahora en libertad y otros han informado que seguirán detenidos mientras se realice el nuevo juicio que impone la decisión de los jueces de la Sala Sexta de la Corte de Apelaciones. Total, no todos los periódicos dicen lo mismo, así que no pierden sus reales quienes compran toda la prensa y leen varias versiones de una misma noticia porque en estos lares la información suministrada depende de quien la escriba, aunque después la cultura gremialista reclame respeto por los “colegas”. No tiene nada de ilógico leer varios periódicos y ver unos cuantos noticiarios para saber de verdad qué es lo que está pasando. Claro, disienta usted de alguno de los escribidores y ya verá lo que le pasa.
Si a los matones de Altamira se les ratificará la sentencia, si se les aumentará por la gravedad de sus crímenes, o si se considerará que ya pagaron suficiente, es algo que sólo lo saben los jueces de la nueva lógica. Amanecerá y veremos.