Opinión Nacional

Diciembre 29: hace un año murió Chávez

 El 8 de diciembre se despidió en cadena nacional de Radio y TV, con su última proclama monárquica, en la cual designaba a Maduro como su sucesor al trono, quien a su vez había sido escogido por la primera dinastía del continente americano, la corte castrista, con Raúl I (regente encargado en el 2005, investido con corona y título luego de haber desarmado la
nomenklatura fidelista y ensamblado su propia nomenklatura, con dinosaurios proclives a respaldar su “modernización” de la estructura estalinista que su hermano levantó y controló con puño de hierro y mentalidad  obsoleta,  hasta que la senilidad crónica forzó su relevo, dejándolo como jarrón chino, de adorno, exprimiendo lo poco que queda del mito apolillado, y
usando el nombre del rey desplazado para firmar textos que otros escribían en su nombre, controlados por la nomenklatura raulista.

Sabemos que el 9 Chávez se fue a su patria adoptiva, a continuar el ritual masoquista en el CIMEQ (Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas, en La Habana), donde lo habían sometido ya a otras intervenciones -a todas luces inscritas en lo que se llama Mala Praxis- que en lugar de frenar el cáncer lo diseminaron, y aceleraron su desenlace (gracias por todo, Fidel). Es absurdo esperar que un país que se quedó anclado en la década de los sesenta del siglo pasado, pudiera a la vez haber avanzado en alguna rama, y la medicina cubana hace juego con el parque automotor, el estado de las edificaciones construidas antes del triunfo de la roboilusión, los métodos represivos, y la alienación de los que -a estas alturas- aparentan que
respaldan plenamente aquel fracaso. Son similares a las escenas de hombres mujeres obligados a actuar como plañideras cuando se muere uno de los patéticos monarcas de NorCorea. Saben que quienes no compiten llorando a raudales serán castigados por las fuerzas represivas del régimen, con algo más que Zuche. Ya en el CIMEQ a los expertos cuchilleros se les fue de las manos el asunto, Chávez cayó en vida vegetativa, con carácter irreversible.

Pero eso se le ocultó a la Opinión Pública internacional y local (léase venezolana y cubana), por las mismas razones por las cuales mantuvieron en secreto absoluto las agonías y muertes cerebrales del emperador Hirohito en Japón, y del dictador Salazar en Portugal, mientras reacomodaban los hilos del poder, una maniobra gatopardiana “haciendo que algunas cosas cambien para que todo siga igual”. Claro que en los casos de Hirohito y Salazar, a esos fiambres los mantuvieron formalmente “vivos y en condiciones de  normalidad” por dos o tres semanas. En el caso de Chávez, dados los intereses parasitarios de la dictadura castrista, y la inexistencia de líderes alternos en el bullpen rojo (Chávez, como Fidel y Caldera, se ocupó  de castrar a la posible generación de relevo, dejando encendido ese conflicto, que todas las partes ocultan tras el pretendido culto al “gigante”), esa madeja de falsedades se prolongó desde finales de diciembre del 2012 hasta el 5 de marzo del 2013, con show de calle el 10 de enero, y cameos cómplices de Mujica, Evo y Ortega, para bypasear el requisito Constitucional e insubstituible de la Juramentación del electo ante la AN, fotos trucadas el viernes 15 de febrero, contraproducentes reacciones al engaño fotográfico y, en consecuencia,  el forzado y truculento traslado el 18 de febrero, desde La Habana hasta el Hospital Militar, donde sólo una
persona, fanática de ese paquete-encomienda, Dubraska, lo vio entrar “caminando y de muy buen semblante” (el resto de los mortales en esa enorme instalación, estaban como en la canción de Shakira, sordos y ciegos, por lo que la ultra-privilegiada Dubra fue la única persona que pudo atestiguar la resurrección de Chávez, luego de más de mes y medio de rigor mortis).

Hubo insólitas reuniones de horas, con Maduro y el tren ministerial, que incluyeron “apretones de mano, con una fuerza increíble, saludos, e indicaciones de ejecutorias presidenciales” que el carnal Maduro se encargaría de llevar a cabo, todo lo cual se inscribe en el dominio del más allá, dada la indisposición total y la rigidez aformolada del paciente, desde su hermética hospitalización en el CIMEQ. Debe haber ocurrido, para  envidia del propio Cristo, una segunda resurrección, pues era evidente que la urna que hizo la ruta del Hospital Militar a la Academia Militar iba ligera de peso, probablemente sólo contenía el espíritu de Chávez, y su cuerpo caminaba del brazo de Dubraska, junto al cortejo fúnebre, manteniendo su cordial invisibilidad, excepto para la vidente en quien se apoyó todo el trayecto. Parece que Dubra y Chávez hicieron el último segmento de la procesión de San Martín a Los Próceres, trotandito,
adelantándose a la muchedumbre que seguía al ultraliviano féretro, lo que permitió que lo acomodaran en un ataúd distinto, más robusto y lujoso que aquel que casi levitaba sobre el techo del vehículo que supuestamente lo trasladaba. Sería interesante saber qué destino le tienen planificado a esa urna decoy, el señuelo, el cebo tras el cual se fueron los dolientes y las
cámaras, mientras preparaban la definitiva caja mortuoria. No creo que la devuelvan a la funeraria de la cual salió. No tuvo nada adentro, por lo que no hubo depreciación ni desgaste, pero en formal apariencia contenía los restos mortales del objeto de culto. No pueden darse el lujo de permitir que reingrese al mercado regular, pues pudiera ocurrir la infeliz coincidencia de que la adquirieran para meterle  el cuerpo de un opositor, -las probabilidades superan el 50 %-, y cuando eso se supiera, las bromas serían de antología, y a escala planetaria. Supongo que habrán previsto algún uso especial para la urna que viajó vacía, quizás en algún museo sucedáneo, erigido en La Habana o PyongYan, con patrocinio de PDVSA, ¡ faltaba más !. Le ponen alrededor otra réplica de la prostituída espada del caraqueño ilustre, dos litografías del Bolívar malandro que inventaron, para negar su condición de mantuano por la vía paterna: la horrible apariencia viene en el kit que supone a Simón procreado por Doña Concepción Palacios y Blanco con un negro esclavo de los que conformaban la nómina en su hacienda de Barlovento, donde además tuvo lugar el parto. Esos irreverentes cachos son indispensables para agregar lo afrodescendiente al Libertador, que complementaría su condición de prematuro  socialista, marxista y estalinista, para cerrar la demagógica e insultante ecuación
chavistoide.

En fin, que los últimos dos que han ocupado la Presidencia de Venezuela,son Indocumentados. Nadie ha visto, mucho menos se ha certificado, ni la Partida de Defunción de Chávez, ni la Partida de Nacimiento de Maduro. Dos documentos que son Imprescindibles para el resto de los habitantes de este campamento improvisado que hemos sido desde que Cristóbal nos descubriese, según opinión de Cabrujas, que comparto: la de defunción, para darle al occiso sepultura o cremación, que en el caso del semi-dios se permuta por un humilde Museo de la Montaña, pero no le disminuye un ápice ni su condición de cadáver, ni la obligatoriedad para sus allegados (que pueden ser deudos por consanguinidad o por pesuvismo, porque así esté previsto en el Plan de la Patria), de presentar la correspondiente Partida de Defunción, en que consten la FECHA, SITIO y CAUSA DE LA DEFUNCIÓN, así como la identificación del (los) médico (s) que avala (n) el contenido de ese documento. Ó, en el caso de la de Nacimiento, para permitir al muy vivo ser Ministro Canciller, o Candidato a la Presidencia, contimás ejercer la primera magistratura.  En el caso de Chávez, ya llevan un año sin cumplir el procedimiento legal, en el caso de Maduro varios años, lo que agrava la falta de todos los funcionarios, sean civiles o militares, que por Omisión o por Comisión, no han cumplido sus funciones, de velar porque se respeten todas las normativas que establecen las LEYES VIGENTES y en especial la CONSTITUCIÓN.

Falsificar una Partida, de Defunción o de Nacimiento, no es tan difícil como enviar una nave tripulada a la Luna. Los gringos lo hicieron varias veces, seis misiones espaciales alunizaron, de la Apolo 11 a la 17 sólo la 13 tuvo fallas, 12 astronautas han estado sobre la superficie lunar. De haber sido falsos esos logros de EEUU, ocurridos del 69 al 72, en plena guerra fría, la URSS lo habría denunciado enseguida, fue derrotada en esa carrera espacial, aunque había ganado los primeros rounds (con los Sputniks y Gagarín). No basta que dos inescrupulosos como Tibisay Lucena y Vladimir Villegas aparezcan en TV asegurando que existe la Partida de Nacimiento de Maduro, para que la mayoría asuma que esa parodia es suficiente demostración de que nació en Venezuela y por lo tanto cumple el requisito que la Constitución exige específicamente. Como tampoco basta que un coro de funcionarios del régimen afirmen y repitan que Chávez estaba vivo y lúcido en Cuba, y que murió en Caracas el 5 de marzo, luego de ser trasladado desde La Habana el lunes 18 de febrero. Podrían adulterar libros de Registro, falsificar Partidas, pero saben que a la larga todo llega a conocerse. Que un secreto que involucra a cientos o miles de personas (en Cuba y en Venezuela, sin mencionar a ciertos personeros que contribuyeron a mantener las farsas en ambos casos), es imposible que permanezca oculto por mucho tiempo. Esa larga cadena tiene demasiados eslabones débiles, en el CIMEQ, en el Hospital Militar, incluso dentro del cerrado círculo de cómplices que levantaron esos decorados. Recordemos a Antonini, Walid  Makled, Aponte Aponte, Rafael Isea, que terminaron confesando fechorías en las cuales estaban mucho más comprometidos que tantos segundones, a quienes les constan las falsedades que sostienen los mamotretos en torno a la muerte de Chávez y la nacionalidad venezolana de Maduro, así como los
vínculos de ambos con el proyecto imperial castrista, con las criminales  FARC, con el terrorismo iraní, y con la corrupción endógena y exógena que caracteriza al eufemísticamente llamado “socialismo del siglo 21”. Significativo que no consigan a quienes se ofrezcan para aparecer avalando esos documentos de defunción y nacimiento, saben que es cuestión de tiempo para que esa tramoya se derrumbe, y nadie quiere poner en riesgo su reputación personal y profesional en documentos que afirman falsedades. Y que hasta ahora no los hayan mostrado es algo sumamente irresponsable, para nada irrelevante. O nos regimos por las leyes, o volvemos a la edad media, era de monarcas y arbitrariedades.-

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