De una visita al Cuartel San Carlos
Preservando su colonial cuño cuartelario, el San Carlos de Caracas fue un asunto ineludible en las décadas anteriores. Prisión militar y política, generó una importante literatura de quienes se reclamaron – según la consigna – como presos, pero irreductibles.
Literatura que nos atrajo, sobre todo por las fugas legendarias, y tanto como para pretender merodear los alrededores en la búsqueda del abasto o de la casa en las que finalizaba el túnel de la huída espectacular, tres o cuatro años atrás. Sin embargo, no sólo ya habían desaparecido, sino que tratábamos de una curiosidad temeraria que algún vecino nos aconsejó abandonar, dada la delincuencia cazadora empedernida de las sombras del lugar.
Recientemente, nos permitimos visitar la antigua prisión para palpar un poco sus ladrillos e imaginarla sacudida por los sucesos de abril de 1928, octubre de 1945 o en los intensos sesenta, pero sufrimos una enorme decepción. Hoy es un simulacro de museo que sirve de sede a la Fundación “Ponte Rodríguez”, presidida por Paúl del Río, y – lo más importante – domicilio de las actividades partidarias del régimen.
Salvo una mera e improvisada exposición de los llamados mártires de la insurgencia que versionó el Espíritu del 23 de Enero, con datos acaso escolares, no hubo un solo folleto sobre la historia mediata e inmediata del particular inmueble, intuyéndolo como quieto remolino de caprichosas remodelaciones. En lugar del impacto que presumimos por el abolengo político del sitio, el tedio nos ganó con prontitud hasta abrirnos paso entre los rojizos y presuntos empleados gubernamentales, saliendo para un echar un único vistazo a la cartelera que exhibía un comunicado u oficio del ministerio de adscripción: Cultura.
Inevitable suposición al salir del caserón colonial, el régimen actual equivale al triunfo de la insurrección marxista que apostó por la jefatura de las Fuerzas Armadas Nacionales, con casi 48 años de atraso. El líder de “El Porteñazo, capitán de navío Manuel Ponte, asimilado a las FALN, por lo menos propagandísticamente, en la estrategia guerrillera bien emblematizada por el “douglismo”, probablemente está encarnado hoy por Chávez Frías para despejar la incógnita del hipotético desenlace insurreccional.
Finalmente, nos marchamos rumiando una posibilidad que, décadas atrás, hubiese escandalizado a propios y extraños, como es el de haber destinado al liderazgo subversivo a los centros penitenciarios ordinarios, como ahora ocurre con los dirigentes, activistas y también espectadores de la oposición. Vale decir, La Planta, Yare o El Rodeo, en vez del histórico San Carlos.