Opinión Nacional

Catire

Según el Diccionario del habla actual de Venezuela, de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez (UCAB), catire es una expresión coloquial que designa una “Persona que tiene el cabello rubio y la piel blanca. || 2. Aplicado a una caballería, de color blanco y ojos muy vivos”. Por su parte, el Diccionario de venezolanismos, de María Josefina Tejera et al (UCV / Academia Venezolana de la Lengua / Fundación E. y H. Schnoegass) define el término de la siguiente manera: “Se dice de la persona de piel blanca y cabellos rubios. 2. Se aplica al caballo rucio con los belfos rosa claro”. Este diccionario, por lo demás, cita una copiosa documentación en que aparece el vocablo catire. En una carta de Francisco de Miranda, por ejemplo, fechada el 10 de agosto de 1811, el generalísimo (¿cuántos soles?, estos sí  bien merecidos) menciona a alguien a quien llamaban “el Catire”. Y en una requisitoria judicial, recogida por Lisandro Alvarado en su Historia de la Revolución Federal, se pide la aprehensión del general Ezequiel Zamora, a quien se describe como persona de “Pelo rubio pazudo y bastante poblado, color blanco y algo catire…”. También José Antonio Páez, en su Autobiografía, hablando del famoso Manuelote, mayordomo del hato La Calzada, en el hoy Estado Barinas,  donde trabajó como peón cuando era todavía un muchacho, dice que “Me distinguía con el nombre de Catire (rubio)”.

Como se ve, han sido varios los catires famosos en la historia venezolana. También Rufino Blanco Fombona usa el término como título de un cuento, “El Catire”, apodo de un personaje al que “En la Colonia lo apodaron  el Catire por su cabeza pelirroja, sus ojos zarcos y su rostro de blancura desvaída, amarillenta y pecosa…”. Y en Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, el personaje que da nombre a la novela llama catire a su rival, Santos Luzardo.

Alberto Arvelo Torrealba, en su famoso romance Florentino y el Diablo, que recoge la leyenda llanera de un gran cantador de coplas y consumado cotrapunteador que, retado por el Diablo, se fajó con este una  noche entera a fuerza de cotrapunteo, describe al coplero, Florentino, como un catire. Y curiosamente no lo hace de modo directo, sino por boca del propio Diablo. Cinco veces este lo llama catire; primero en el saludo inicial: “Catire quita pesares / contésteme esta pregunta…”. Luego cuatro veces más: “¡Ay!, catire  Florentino, / escuche a quien lo previene…“; “¡Ay!, catire Florentino, / trovador del terraplén…”; “¡Ay! catire Florentino, / cantor de pecho cabal…”; “¡Ay!, catire Florentino, / trovero del chaparral…”. En cambio, al Diablo sí lo describe el poeta directamente, una sola vez, y lo señala como un indio: “Súbito un hombre en la puerta: / indio de grave postura, / ojos negros, pelo negro, / frente de cálida  arruga…”. Y luego, en bocas indeterminadas de presentes en el lugar: “Oiga, vale, ese es el Diablo / –la voz por la sala cruza–…”.

Este Florentino es el mismo cuya leyenda también recoge Rómulo  Gallegos en su novela Cantaclaro. Pero Gallegos, al describirlo, no lo señala como catire. Además, en Cantaclaro se sugiere, al final, que el Diablo vence y  “se lleva” a Florentino. Arvelo Torrealba, en cambio, pone a Florentino como vencedor, no obstante que, según su propia confesión, sentía cierta predilección por el Diablo sobre el catire. El poeta, además, es fiel a la idea, común y corriente en el llano venezolano, de que el siniestro personaje es, ciertamente, un indio. Aunque, si a ver vamos, por su condición de personaje universal debió ser mas bien zambo, es decir, cruce de negro e indio. Ambas versiones responden, obviamente, a un indudable trasfondo racista, sembrado, por supuesto,  en el venezolano por el conquistador europeo.

Es frecuente que la palabra catire se use coloquialmente con valor  metafórico, para aplicarla al Sol, y también a algunos objetos inanimados, como un automóvil de color claro,  por ejemplo..

Lo curioso es que, al parecer, la palabra catire es de origen indígena, cumanagoto concretamente, tal como lo señala el DRAE, cuya definición es la siguiente:  “Dicho de una persona: Rubia, en especial con el pelo rojizo y ojos verdosos o amarillentos, por lo común hijo de blanco y mulata, o viceversa”. Pero es de advertir que la Real Academia, cuando dicha palabra apareció por primera vez en el DRAE, en su edición de 1925, le atribuyó origen francés, de bocaire, que significa nébeda, nombre en Castellano de una planta herbácea que produce una flor de color blanco o rojizo. Esta etimología se mantiene hasta la edición de 1984, y a partir de ahí se le atribuye origen cumanagoto. ¿Cómo se explica ese anacronismo, dado que los cumanagotos no pudieron conocer individuos de ese tipo, sino mucho tiempo después de la Conquista?

La palabra catire también se usa en Colombia.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba