Aquel Maracaibo de los sesenta
“Dos realidades vitales me impresionaron cuando llegué a Maracaibo por los años sesenta. La una, el Puente, con su majestuosidad uniendo las orillas de esa maravilla que es el Lago. La otra, el sol, con su blanca y ardiente luz esparcida sin racionamiento sobre una tierra mas plana que un plato. Me residencié en La Lago. Allí comenzó a impresionarme una tercera realidad, los maracuchos, ese conjunto de seres alegres, vociferantes, mamadores de gallo y gritones. Conocí a Severiano, un muchachón de más de dos metros de altura lo que lo distinguía de manera inconfundible, sobre todo cuando se ponía al lado de “Matico” el viejito, casi enano, vendedor de lotería y de esperanzas a los habitantes del lugar. Fue Severiano quien me llevó a conocer “Teletrece”, el canal de TV donde se formaron Lupita Ferrer, Gilberto Correa, Felipe Pírela, Bobi Small, Mario Suarez, y muchos mas. Cerquita quedaba Ondas del Lago Radio, en la que el locutor emblemático era, Guillermo Barrera, con su programa “Barrera y sus estrellas”, escuchado por media Maracaibo a pesar de que lo tildaban de “salao”, por lo coloquial en su hablar y porque cuando colocaba las canciones de los grupos zulianos, tales como, el sexteto Los Blanco que, por cierto, ni eran seis ni eran blancos, Los Máster, Los Imperial, Los Brillantes, Los Mustang, La Única, Emir Boscán y los Tomasinos, entre otros, a medida que sonaban las canciones, él repetía sus letras, y de ellas recuerdo a Margarita, La mano en el hombro, La aguja, La cadenita. Barrera rompió barreras en la radio, le ponía apodo a las personas, a Willy Quintero lo llamaba “Bagre blanco”, se saboreaba su “agua loca” en pleno programa, cobraba a sus deudores a través de la radio, se jactaba de ser compadre de Luis Aparicio, se jochaba de tener mas rating que Pedro Colina, Luís G. Cristalino y Octavio Urdaneta y siempre terminaba su programa diciendo echonamente “Quien está conmigo está en la buena, y quien no, pa’viiaaaje”(Muñoz M., revista Guía Urban Maracaibo, marzo 2010)… Entre gaitas, raspacanillas y majagualeros. Los maracuchos de los sesenta sentían que merecían la alegría, vivían en una jarana, interpretando y bailando canciones bulliciosas y alegres como la gaita, la guaracha y un tipo de música muy pegajosa traída de La Costa colombiana por los Corraleros del Majagual. De esta manera el maracucho vivía su vida con intensidad y ejercía plenamente su derecho a sentirse bien… Aquellas gaitas, sí eran gaita. Para la época ya no habían prejuicios sobre la gaita, pues ya tenía dentro de sus intérpretes y compositores a personajes de nivel, entre ellos a un cura, el Padre Vílchez; a un maestro, Ricardo Aguirre; a un abogado, Alfredo Urdaneta; a un auxiliar de farmacia, Rafael Rincón González; a un administrador, Douglas Soto y muchísimos poetas de carrera y autodidactas como: Jairo Gil, Brinolfo Fonseca, Luís Oquendo Delgado, Luís Ferrer, José “Chinco” Rodríguez, Firmo Rincón, Hermes Chacin, José Ángel Huerta, Eurípides Romero, Jesús Bravo González, Luís Pírela… Las fiestas eran una gozadera. Había que ver como se disfrutaba con las guarachas zulianisimas del momento y con las canciones de Los Corraleros del Majagual, que apenas las ponían en el picó, todos salían a bailar, temas como: La burrita, La paloma guarumera, La palma de coco, La manzana, La cañaguatera; gracias al sabor que le imprimían sus intérpretes, entre los que estaban, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza, Calixto Ochoa y Aníbal Velásquez. ¡Así de sanos y sabrosos eran los años sesenta!…