Evitar el gran peligro: la usurpación de la Revolución por la burocracia
¡Mal va un pueblo de gente oficinista!
José Martí
En importante análisis publicado en Rebelión, bajo el título “La Revolución Usurpada” (1), Joaquín Sagaseta y Arturo Borges recuerdan como Marx, Engels, Lenin, Trotski, Rosa, Gramsci, el Che, Fidel y otros revolucionarios nos advirtieron contra el gran peligro de la usurpación de la Revolución por la burocracia, que ya bastante nos ha costado al socialismo mundial.
Ese riesgo, mayoritariamente, ha sido considerado consecuencia de la vulneración de los principios democráticos en la sociedad, en el Partido y en el funcionamiento del Estado. Desde Marx y Engels hasta este importante artículo citado, se vienen abordando los antídotos democráticos para evitar la usurpación del poder de los trabajadores por una casta burocrática que puede, incluso, estar bien intencionada.
Se valoran los problemas de la democracia, el carácter electivo de los cargos y su revocación, la necesidad de que los puestos administrativos tengan los mismos salarios que los trabajadores, el excesivo centralismo, las elecciones, las formas de votación y conformación de candidaturas, el avance de los proceso de abajo hacia arriba y no al revés y otros.
Lo cierto es que en el Socialismo de Estado neocapitalista, modelo típico de la ex Unión Soviética, siempre existieron mecanismos aparentemente democráticos para enfrentar el mal endémico de la burocracia, pero el aparato que controlaba el poder real centralizadamente, se las arreglaba para vulnerarlos, con métodos como las depuraciones, las “promociones” de sus leales a través de la nomenclatura, la cooptación y la “política de cuadros”; destrucción, separación o remoción de “desviados” o indeseables, y otras acciones por el estilo, en función de sus intereses y permanencia, hasta que el desastre se hizo inevitable. Todo garantizado por la existencia de un único empleador, el Estado, único también que tomaba decisiones -desde arriba- sobre cargos y responsabilidades.
Los todopoderosos aparatos de seguridad y control de la seguridad, extendidos sobre toda la sociedad, inicialmente concebidos para defender la Revolución, se convirtieron en los órganos encargados de controlar y garantizar las lealtades de todos a la figura cimera que, a su vez, era identificada con el Estado y el Partido.
Un papel importante en estas violaciones era jugado por los departamentos auxiliares del Comité Central, integrados por funcionarios designados, elegidos por nadie, los que cada vez más controlaban funciones correspondientes a cargos por elección, interviniendo en la vida del Partido con determinaciones e imposiciones de políticas. La delegación de la representatividad también tenía un rol importante en aquel sistema, donde la democracia directa brillaba por su ausencia.
Generalmente las causas que llevaron a tales violaciones, siguen siendo achacadas a personas que lograron manipular la democracia, a individuos perversos incrustados en el seno de los procesos revolucionarios, o a grupos de individuos que lograron poner el accionar de los Partidos y la sociedad en función de sus intereses grupales mezquinos.
En el Socialismo fracasado, casi todo el desastre se quiere hacer recaer en la figura de Stalin, los estalinistas y sus métodos antidemocráticos, como si un hombre o un grupo de ellos fueran capaces de provocar tanto desastre y como si ellos hubieran deseado todo aquel sadismo y la catástrofe que sucedió después. Si bien es cierto que las personalidades juegan importantes papeles en la Historia, también lo es que ellos mismos son productos de circunstancias históricas, socioeconómicas concretas: la histórica discusión sobre la interrelación entre el ser y la conciencia social, de la que mucho se habla y poco se entiende.
“El ser social, determina la conciencia social”, escribió Marx en su nunca suficientemente estudiada Contribución a la crítica de la Economía Política. La interpretación de la Historia a partir de análisis de las importantes figuras “buenas o malas”, nada tiene que ver con un enfoque científico del desarrollo de los acontecimientos. Sería como pretender explicar la actuación criminal actual del imperialismo norteamericano en Irak, su política “antiterrorista” o los planes de convertir los alimentos en combustible, por la mefistofélica personalidad de Mr. Bush y no por las circunstancias socioeconómicas que están en la base de esas políticas. Son esas circunstancias socioeconómicas las que hay que transformar.
Luego de las nefastas experiencias del siglo XX, los comunistas necesitamos identificar con toda claridad causas, condiciones, factores objetivos, materiales, socio económicos, que posibilitaron al estalinismo imponerse sobre las otras tendencias, predominar durante tanto tiempo y lograr la influencia indudablemente duradera en una buena parte de los Partidos Comunistas y de las masas en muchas partes del mundo. Es una necesidad teórico-práctica a resolver prioritariamente, para evitar la repetición de es esos graves errores y fracasos en el Nuevo Siglo.
Historiadores, economistas, filósofos y muchos otros académicos y teóricos contemporáneos y posteriores al estalinismo, han valorado algunos de esos aspectos, sobre todo las condiciones históricas concretas en que se inicia la Revolución de Octubre en Rusia, la lucha contra las hordas enemigas, las circunstancias en que se produjo la enfermedad y muerte de Lenin, los triunfos económicos inobjetables de los primeros quinquenios, el papel de Stalin en la II Guerra Mundial y la derrota del Fascismo, el logrado desarrollo nuclear y espacial obtenido bajo el régimen estalinista, aunque fuera luego de su muerte y otras.
Especialmente muchos estudiosos valoran con minuciosidad de detalles la forma en que el estalinismo violó todas las normas democráticas del Partido y la sociedad con el control arbitrario policial sobre todos los órganos del propio Partido y el gobierno, por parte de un aparato auxiliar de seguridad que respondía únicamente al Secretario General, la creación de órganos de control sobre los propios aparatos de seguridad, la súper-centralización de las decisiones más y menos importantes de todo tipo, las purgas políticas abiertas o encubiertas de todos los que diferían de las posiciones del Secretario General, hasta su encarcelamiento y ejecución en procesos amañados o el asesinato liso y llano.
El XX Congreso del PCUS criticó muchos de esos fenómenos, pero no profundizó en las condicionantes económicas que propiciaron el estalinismo y a pesar de las reformas que luego se intentaron en ese campo, nunca –ni siquiera Gorbachov- se cuestionó seriamente el sistema estatal de propiedad.
Pocos análisis se refieren al sistema económico que propició el estalinismo, el que jugó un papel importante, acaso determinante, en la creación de las bases objetivas que facilitaron el establecimiento y predominio de aquella superestructura política, arbitraria, dogmática, mediocre e inculta, que siempre enarboló una fachada democrática con la realización de manipulados Congresos del Partido y del Soviet Supremo.
Las críticas desde la izquierda al sistema económico del Socialismo de Estado neocapitalista, esencia del estalinismo económico, eran consideradas revisionistas, anarquistas y desviadas. Cualquier reproche al sistema político, era calificado de “trotskista”, contrarrevolucionario o servidor de los intereses del enemigo. Los revolucionarios inconformes eran nominados como “disidentes” y puestos en el mismo banquillo que los agentes del enemigo imperialista. La catástrofe de aquel Socialismo estancado y corrupto, ha permitido retomar todas aquellas críticas y consideraciones desde la propia izquierda y buscar -con mente amplia y constructiva- la mejor manera de enfrentar la edificación económica y política del Socialismo en el Nuevo Siglo.
Condicionantes socioeconómicas del desarrollo y consolidación de la burocracia en el socialismo de Estado. El meollo: la propiedad sobre los medios de producción, el trabajo asalariado y el control del excedente.
Para Marx, Engel y Lenin y sus seguidores, la lucha por el control de la propiedad sobre los medios de producción y del excedente (plusvalía en el capitalismo), han estado siempre en el centro de las fuerzas que mueven la Historia. Por ese control han luchado las clases sociales en todos los períodos históricos. Sin embargo, en estos tiempos, cuando se analiza el Socialismo de Estado neocapitalista, estos factores no son igualmente considerados, como si la sacrosanta propiedad estatal y su trabajo asalariado hubieran eliminado las luchas en torno al control sobre los medios de producción y el excedente.
En el Socialismo de Estado neocapitalista, heredero del Capitalismo de Estado que la NEP introdujo en el Socialismo, como la propiedad siguió sin ser socializada (estatizada no significa socializada) y la organización del trabajo siguió siendo la asalariada, persistieron las contradicciones entre el capital (del Estado) y el trabajo, entre el trabajo manual y el intelectual, entre el trabajo agrícola y el industrial y continuaron otras formas de producción pre-socialistas que generaban enfrentamientos de intereses, contradicciones conciliables que no son otra cosa que manifestaciones de la lucha de clases no antagónicas en esas nuevas circunstancias.
La práctica ha demostrado en Europa que la solución más/menos violenta de esas contradicciones en el Socialismo de Estado, puede llevar a la restauración capitalista si llegan a predominar las relaciones capitalistas de producción, distribución y consumo. Está por ver que el capitalismo de Estado introducido en el Socialismo, conduzca a la consolidación de las relaciones socialistas de producción, no las asalariadas del capitalismo, sino las que se ponen de manifiesto en el trabajo cooperativo.
Hasta 1921 predominó en la URSS el Comunismo de Guerra, hasta que empezó la aplicación de la NEP, la Nueva Política Económica, que confiaba a una serie de mecanismos del capitalismo el desarrollo económico del socialismo, especialmente la organización del trabajo asalariado, concentrando al mismo tiempo la propiedad y el excedente en manos del aparato burocrático del Estado. Desde 1919 y hasta 1923 Stalin fungió como Comisario del Pueblo para el control del Estado, responsabilidad que le dio la oportunidad de consolidar sus posiciones en el aparato estatal y en 1922 se convirtió en Secretario General del Partido Comunista ante la enfermedad de Lenin.
De manera que la consolidación de la figura de Stalin al frente del Estado Soviético, se relaciona estrechamente en tiempo y espacio con el surgimiento y desarrollo de la Nueva Política Económica que tenía al capitalismo de Estado como eje central. Por eso ya Stalin se encontraba en pleno control del aparato del Partido y del Estado desarrollando el capitalismo de Estado de la NEP, cuando en 1923 Lenin dicta su última y por tanto más acabada obra teórica relativa a la construcción del Socialismo “Sobre la Cooperación” (2) -que los manuales estalinistas se encargaron de desaparecer del vocabulario marxista leninista- en la que establecía la necesidad de desarrollar las relaciones socialistas de producción, la cooperativización, en toda la economía del país y crear una gran unión de cooperativas.
Su posición, le permitió al entonces Secretario General minimizar la importancia y los efectos de esa obra clásica del Leninismo, hasta hoy preterida. A Lenin nadie podía acusarlo de anarquista o anarcosindicalista por defender el cooperativismo (la autogestión) empresarial y social, simplemente fue ignorado, con lo cual fue sellado el amargo destino del socialismo soviético.
La “utilización” del cooperativismo empresarial y social defendido por Lenin, se circunscribió -luego de su muerte- a la cooperativización forzosa de los pequeños campesinos, presentada como un gran logro del período estalinista.
Toda la acción posterior del georgiano devenido una especie de Zar político, estuvo dirigida a consolidar, argumentar y generalizar la noción del Socialismo de Estado neocapitalista, que por mantener el trabajo asalariado y poseer centralizadamente los medios de producción, podía continuar concentrando el excedente en el aparato burocrático. Ya en el orden práctico su acción estuvo encaminada a concentrar en ese aparato el control de todas las actividades económicas, políticas, militares, de seguridad y de todo tipo, eliminando en forma política, judicial o paramilitar a todos los que tenían diferencias con él, en nombre de la unidad necesaria ante el enemigo y los “intereses y la seguridad del Estado”.
Dada la inter-actuación existente entre forma y contenido que tiende a manifestarse como correspondencia, la forma antidemocrática en que se manifestaba el estalinismo, no era más que la expresión misma del contenido (propiedad y relaciones de producción) del sistema económico en el que se sustentaba.
El patrón del sistema estalinista dictatorial de dirección del Partido y la sociedad, se repitió más menos en todos los países socialistas de Europa donde predominó también, por imposición externa y militar el Socialismo de Estado neocapitalista, basado en la propiedad del Estado y el trabajo asalariado, hijo de la Nueva Política Económica (NEP), santificado por Stalin, como el nuevo régimen de producción social.
Ni el más trascendente de los contendientes comunistas de Stalin, Leon Trotski abordó las bases socioeconómicas del estalinismo, pues tanto él como otros dirigentes bolcheviques estaban convencidos de que estatismo era sinónimo de socialización de la propiedad, en verdad un oxímoron (3), concentrando sus críticas en las violaciones al centralismo democrático (deformado al priorizar el centralismo sobre la democracia) y en la forma de conducir el Estado.
El líder bolchevique asesinado en México en 1940 por un agente del aparato de Inteligencia de Stalin, consideraba que el “control obrero” podría ser el seguro contra la usurpación, pero nunca argumentó las bases objetivas que garantizaran su ejercicio, todo dependería de la buena voluntad de los dirigentes comunistas. El gran revolucionario que fue Trotski, tampoco entendió la extraordinaria importancia que tenía el llamado de Lenin a fomentar el cooperativismo en toda la sociedad. La Historia le ha dado la razón a Trotski sobre la necesidad del control obrero, pero también ha demostrado que éste precisa de una base objetiva para su aplicación, que no parece ser otra que la propiedad directa o usufructuaria de los colectivos de trabajadores sobre los medios de producción, compartida o no con el Estado.
De manera que pudiera afirmarse que “el cooperativismo, la autogestión, es la manera del control del obrero”.
A la propiedad de todo el pueblo se habrá de llegar en el Comunismo, en un proceso más o menos prolongado denominado indistintamente por los clásicos “período de tránsito”, “primera fase de la sociedad comunista” o “socialismo”, cuyo sistema político debería ser la Dictadura del Proletariado, dictadura porque todo Estado es en ultima instancia una dictadura de la clase en el poder, pero se trataría del Estado más democrático tanto por su esencia como por su forma. A la propiedad de “todo el pueblo” se irá avanzando en la medida en que las formas genérica socialistas de producción se extiendan, se impongan, se generalicen, se integren y conduzcan a la desaparición paulatina de las leyes y categorías de las relaciones mercantiles, el intercambio de equivalentes sustituya el intercambio de mercancías, y vayan desapareciendo también las diferencias de clases y del propio Estado. Ese además, será un proceso, no un acto, que sólo podrá realizarse completamente en forma internacional.
La concentración de la propiedad y del excedente en manos del Estado-gobierno y no en las de los colectivos de trabajadores y ciudadanos, demandó –naturalmente- un ejército de funcionarios encargados de controlar todos los medios de producción y los recursos económicos, contabilizarlos, velar porque fueran bien usados en función de los intereses determinados por el Comité de planificación del Estado (GOSPLAN) y no para otros fines, hacer que fueran rentables y que los trabajadores rindieran los beneficios esperados. En fin, sustituir las encomiendas de los administradores, capataces, listeros, contadores, pagadores, policías y demás auxiliares de los capitalistas.
Ese ejército de funcionarios, encargado de hacer cumplir la planificación decidida centralmente, fue sobornado con prebendas y mejores salarios y se convirtió en el aliado natural más importante de la dirección política-militar-económica del Gobierno-Partido, en el cuidador de sus intereses, en contraposición a los trabajadores que siguieron siendo explotados y vistos como otros tantos tornillos más del proceso de producción. Las clases y la lucha de clases adquirieron así nuevas formas en el Socialismo de Estado, pues aparecieron otras características que diferenciaban a los hombres según su papel y función respecto a los medios de producción (unos dirigían y controlaban y otros producían) y de acuerdo con su participación en el excedente siempre decidida por los que controlaban y dirigían sin participar ellos directamente en la producción. (4)
Sin embargo, no siempre que hay concentración de la propiedad en el Estado hay estalinismo y usurpación, pues objetivamente en la primera fase política de toda Revolución verdadera la expropiación de los expropiadores conlleva a una concentración transitoria del poder en todos los órdenes, que debe ir desconcentrándose en la fase social de la Revolución. El estancamiento del proceso revolucionario en la fase transitoria de la concentración del poder y la propiedad, proyectó el burocratismo a nuevos planos.
Así, el hecho de que la Revolución Rusa no avanzara más allá de la Fase Política, a la segunda Fase Social de la Revolución, la desconcentración de la propiedad y el excedente, con la extensión del cooperativismo como lo pidió Lenin en 1923 – lo cual hubiera conducido a una verdadera socialización-, fue el otro factor que dio rienda suelta al estalinismo y facilitó la ulterior restauración capitalista. Dadas aquellas condiciones objetivas de la economía soviética, para el desarrollo de la usurpación burocrática y dictatorial solo faltaba que apareciera la voluntad de ejercitar la dictadura, o el dictador.
Stalin no hubiera podido concentrar tanto poder, ni nivel de decisión en sus manos, ni los principios democráticos del Partido y la sociedad hubieran podido ser violentados, si la propiedad hubiera estado socializada, no concentrada ni dispersa, sino más repartida y a la vez compartida entre las distintas formas de propiedad de los colectivos de trabajadores y la sociedad, (las empresas cogestionadas de propiedad estatal con usufructo de los trabajadores, las cooperativas y las empresas controladas por los diferentes niveles de la comunidad), integradas en un sistema de autogestión social, donde la planificación fuera producto de la participación de todos y no de un grupo centralizado de burócratas bienintencionados.
Tampoco Stalin hubiera podido contar con los recursos económicos necesarios para alimentar todo su aparato burocrático de control y contra-control policial sobre el Partido y el Estado, si no hubiera podido disponer arbitrariamente -como hacía- de todo el excedente, de haber estado éste mejor repartido y distribuido bajo dominio obrero y de la sociedad, entre los colectivos de trabajadores, las regiones y las necesidades racionales de la Defensa y la Seguridad Nacional, de acuerdo con las relaciones socialistas (cooperativas o autogestionadas) de distribución y no las asalariadas.
Fueron la concentración de la propiedad, el trabajo asalariado y la centralización de la decisión en manos del aparato central del Estado sobre cómo distribuir el excedente, los factores que caracterizaron el modo en que se organizó la producción en el Socialismo de Estado neocapitalista, base sobre la cual se erigió toda la superestructura burocrática y estatal del estalinismo. En el Prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política, Marx escribió: “El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general”. (5)
En consecuencia, esos elementos objetivos en la base de la sociedad, fueron los que posibilitaron el desarrollo del burocratismo usurpador, los que llevaron a que todos los nombramientos y todas las decisiones económicas medianamente importantes quedaran igualmente concentradas y pudieran ser manipuladas desde un poder único y personal, el consabido desarrollo del totalitarismo con sus purgas, su control pleno sobre todo el aparato del Estado, el Partido y toda la sociedad. Fue el control absoluto de la burocracia sobre la economía, lo que le permitió el control absoluto sobre la política y de las instituciones del Estado.
Pudiera argumentarse que sin aquel nivel de centralización hubiera sido imposible enfrentar y ganar la II Guerra Mundial. Debe recordarse que en la conducción de aquella guerra, los más grandes éxitos soviéticos, se obtuvieron cuando el General en Jefe empezó a tener más en cuenta las consideraciones de los altos jefes militares y el Estado Mayor después del reajuste del sistema de dirección estratégica en julio-agosto de 1941 (6), un mes después del inicio de la invasión fascista, que posibilitó las decisiones colegiadas para los posteriores éxitos en las decisivas batallas de Moscú, Stalingrado y el Arco de Kursk. Hasta ahora la concepción más efectiva del arte militar, es la que se basa en la discusión colectiva de los especialistas.
El nacionalismo y las tácticas militares rusas también derrotaron a Napoleón en 1815, cuando no soñaban allí con Socialismo alguno.
Pero una cosa es la guerra y otra la conducción política y económica de una nueva sociedad socialista, pero peor, ni siquiera aquella concepción de discusión colectiva de los asuntos militares, fue tomada en cuenta por el estalinismo en los ámbitos de la política y la economía internas, puesto que todas las tendencias discrepantes simplemente fueron eliminadas, acalladas, censuradas como hicieron con el propio Lenin. Los funcionarios de los aparatos económicos y políticos, de antemano, respondían a la línea del Gran Jefe. Actuaba el funcionarismo de los aparatos auxiliares y no la democracia partidista.
Contrariamente al Socialismo de Estado neocapitalista, el Cooperativismo Socialista o Autogestión Social Socialista, elimina la contradicción entre el capital y trabajo, entre los medios de producción y los trabajadores, entre las funciones de dirección y producción, pues todos participan de la propiedad, la gestión administrativa y el reparto de utilidades. La preeminencia de la democracia sobre el centralismo aquí está garantizada por la participación colectiva real de los trabajadores en la propiedad y la distribución del excedente. El Estado sería entonces no un ente encaramado sobre la sociedad o colgado quien sabe de dónde, sino el resultado de la nueva organización productiva, donde los colectivos laborales (cooperativas, empresas autogestionadas y cogestionadas y sus uniones) y sociales (comunales, regionales y nacional) desarrollarían y resolverían democráticamente, ahora sí posible, sus intereses y contradicciones.
Igualmente el cooperativismo socialista generalizado en sus distintas formas no permite la concentración del poder, la propiedad ni del excedente económico en unas pocas manos, pero sí unir los recursos en uniones (de empresas socialistas cooperativas, autogestionadas o cogestionadas) cada vez mayores, para potenciar el desarrollo económico y social colectivamente concebido y aprobado por los implicados todos; imbricar las relaciones socialistas de producción con la nueva forma de sociedad democrática, participativa, inclusiva e integrista; crear las condiciones para el surgimiento y desarrollo del hombre nuevo; armonizar los intereses de la sociedad con los de las regiones, los colectivos, los hombres y la naturaleza; y transitar a la fase superior de la sociedad comunista, con la natural desaparición paulatina de la economía mercantil, las diferencias de clases, la contradicción entre el trabajo manual y el intelectual y del Estado mismo.
Igual que la verdadera democracia es una falacia mientras exista predominantemente la propiedad capitalista sobre los medios de producción, sólo será posible la democracia socialista cuando se haga una realidad el predominio de las formas genéricas de propiedad socialistas (directa o usufructuaria) de los colectivos de trabajadores o colectivos sociales. La socialista será la única sociedad verdaderamente democrática, no por definición, sino porque la propiedad de los colectivos, garantizarán su ejercicio. Por eso es imposible la democracia sin Socialismo, como es imposible el Socialismo sin democracia.
Por todas esas razones el Cooperativismo Socialista o Autogestión Social Socialista, parece ser el antídoto socio económico más efectivo contra el desarrollo del burocratismo y sus amenazas de usurpar el poder revolucionario.
La Habana, 4 de abril del 2007 [email protected]
1-http:www.rebelion.org/noticia.php?id/=39235
2- V.I. Lenin. Sobre la Cooperación. O.C. T- XXXIII. Editora Política. La Habana.1964
3-La plena socialización de la propiedad, solo será posible con la desaparición del Estado, por lo que es una negación en sí misma considerar la propiedad del Estado como la genérica del socialismo, y no como una forma más de propiedad. La propiedad genéricamente socialista parece ser la del colectivo de trabajadores, en asociación o no con el Estado.
4-Definición leninista de clases sociales. V.I. Lenin. Una gran iniciativa. O.C. T-XXIX. Editora Política. La Habana, 1963: “Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian unas de otras por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se hallan con respecto a los medios de producción (relaciones que, en gran parte son establecidas y fijadas por leyes), por su papel en la organización social del trabajo y, en consecuencia por el modo y la proporción en que obtienen la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo del otro en virtud de los diferentes lugares que uno y otro ocupan en un determinado régimen de economía social.”
5- C. Marx. Prólogo de la Contribución a la crítica de la Economía Política. C. Max y F. Engels O.E. en tres tomos. T-I. Editorial Progreso. Moscú 1973.
6- Mariscal G. K: Zhucov, Memorias y Meditaciones. T-I. Instituto Cubano del libro, 1971