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No debemos olvidar

“El deber de un ciudadano en no creer en ninguna profecía del futuro,sino actuar para realizar el mejor futuro posible”. Richard Stallman, profesor de la Universidad de Harvard

 

El agua fétida y contaminada de las cloacas públicas y privadas ya nos llega a las narices y estas se nos están hinchando a los españoles. Casi no hay día que no amanezca con la noticia de un nuevo escándalo moral y económico, y estos hechos dan la impresión de que en España, el que no mete la mano en la caja es porque no puede.

Esa es una percepción generalizada que no responde a la realidad, porque la mayoría de los españoles somos personas mucho más honestas, sensatas y respetuosas para con nuestros semejantes que aquellos que a diario intentan manipularnos y nos desgobiernan. A pesar de ello, la Sodoma en que han convertido la actividad política no ha sido aún destruida por el azufre y el fuego con que Yahveh tenía decidido arrasar la ciudad corrompida, quizá porque en ella, a pesar de lo que nos enteramos cada día, seguro que existen aquellos cincuenta justos que Abraham tenía la esperanza de hallar.

Como consecuencia de las acciones de aquellos que, cínicamente, decían sacrificarse para servirnos mientras nos ocultaron la realidad, nos mintieron e incluso nos robaron, una gran parte de españoles nos hemos visto obligados a realizar ímprobos sacrificios para ajustarnos a la situación de empobrecimiento sobrevenida y de este modo poder hacer frente a la situación, a la que los que debieran haber dado ejemplo de honestidad y honradez nos han conducido.

No pocos son los que han sufrido en sus propias carnes tanto daño como el fanatismo, la mentira, la demagogia, la deslealtad, la indecencia y el escándalo han traído a esta maltrecha España.

Los frutos que hoy estamos recogiendo, no se sembraron ayer. Comenzaron a germinar en aquel histórico momento en el que el extinto y honrado presidente que fue Adolfo Suárez, se vio obligado a dimitir.

El desenfreno de la corrupción no ha sido una flor silvestre que espontáneamente aparece en una primavera. No. La corrupción en España tiene muy hondas raíces y el golpe definitivo se lo darán los votantes que son los únicos que pueden dárselo. Los responsables por acción u omisión de la situación en que nos encontramos están tan ciegos que no parecen darse cuenta de que es la ciudadanía la que les ha entregado el poder y precisamente esa misma ciudadanía es la única que tiene el poder de arrebatárselo. Y hemos de tener por seguro que lo hará o como mínimo no escatimará esfuerzos para que dejen de ostentarlo.

Pero esta retirada de confianza a los políticos tradicionales, no puede ser un hecho motivado por la efervescencia del momento. En los treinta y seis últimos años, a pesar de todos los depredadores que nos han acosado permanentemente, no todo ha sido malo y el objetivo fundamental de los españoles ha de ser el de intentar conservar a toda costa los avances conseguidos, en los que hemos empeñado esfuerzos sin fin, sueños, ilusiones y proyectos en los que hemos hipotecado una buena parte de nuestras vidas. Una parte de nuestras vidas, que por ofuscación, coraje o despecho no podemos cometer la irreflexión de arrojar por la borda.

Vivimos momentos muy delicados; posiblemente mucho más de lo que podemos imaginar. Es cierto que son los políticos de todos los colores los que nos han engañado, los que nos han defraudado, los que nos han atropellado y con su proceder, a no pocos han arruinado. Es cierto que a pesar de que la casta política provocó la declaración de ruina del edificio, todo lo que la misma está haciendo para que no se venga abajo, es apuntalarlo y parchearlo para que a duras penas se sostenga, con la mirada puesta en unas próximas elecciones, de las que muchos de los que integran esta inextinguible e insaciable jauría, mucho me temo que van a salir como el gallo de morón: sin plumas y cacareando. Todo eso es cierto y es lógico que el personal tenga un cabreo que no se tiene. Han sido los propios partidos políticos los que han sembrado y cultivado, con exquisito esmero, la semilla del cabreo nacional. Hace mucho tiempo que los políticos comenzaron a perder el respeto a los españoles y ahora los españoles les han perdido el respeto a los políticos y van a recoger el fruto de lo que sembraron. A pesar de tanta palabrería de sacamuelas y el constante cinismo que se derrocha en la burda negación de la realidad, aquí está empezando a pasar algo importante.

Tan resbaladizo escenario exige de todos y cada uno de nosotros un ejercicio de profunda y serena responsabilidad para obrar con buen juicio. Nuestra exasperación por lo que han hecho durante tantos años muchos rufianes que juraban observar la ley y hacerla observar, no puede inducirnos a un suicidio colectivo, que al parecer, es a lo que apuntan todas las encuestas.

Dijo el filósofo y ensayista hispano-estadounidense, George Santayana que: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.

Por ello no debemos olvidar que en 1924, Alemania se encontraba en una situación de profunda debilidad y corrupción generalizada, lo que posibilitó que Hitler consiguiera obtener un creciente apoyo popular mediante la promesa de regenerar la desintegración moral establecida y restituir a su país la grandeza perdida tras la primera guerra mundial, sirviéndose de su habilidad argumental y apoyado por la eficiente propaganda nazi.

No debemos olvidar que Hitler fue nombrado Canciller Imperial en enero de 1933, circunstancia que aprovechó para transformar la República de Weimar en el Tercer Reich y gobernar con un partido único basado en el totalitarismo y la autocracia de la ideología nazi.

No debemos olvidar que el objetivo de Hitler, una vez alcanzado el poder, era establecer un Nuevo Orden basado en la absoluta hegemonía del partido nazi convirtiendo Alemania en el régimen del hambre, el terror y la muerte.

Ejemplos más recientes de salvadores de la patria y las dramáticas consecuencias de sus obras libertadoras los podemos analizar con la perspectiva que nos ofrecen los 55 años de tiranía y opresión Castrista en Cuba o los 16 años de Chavismo en Venezuela.

No debemos olvidar un refrán —los refranes son la expresión de la experiencia— que dice: “A Dios rogando, pero con el mazo dando”.

Cuando de nuestro lenguaje erradiquemos la tan consabida pregunta: ¿Con IVA o sin IVA?, con todas las implicaciones que esta forma de comportamiento conlleva; cuando dejemos de ufanarnos de haber defraudado a Hacienda, es más que probable que quienes nos dirijan nos guarden el respeto debido. Al fin y al cabo, los gobernantes son elegidos por el pueblo de entre el pueblo, razón por la cual, cada pueblo tiene el gobierno que se merece.

De todos modos, nunca, ningún Gobierno, sea del color que sea y nos haga las promesas que nos haga —cuantas más promesas más engaños—, va a solucionar nuestros problemas. Nuestros problemas nos los tenemos que solucionar nosotros mediante el estudio, el esfuerzo, el sacrificio, el buen juicio, la austeridad, el sentido común y de la previsión, y eso con mucha suerte de que en mitad del camino de nuestras vidas, no venga un José María el tempranillo de estos modernos y nos deje atados a un árbol y en paños menores.

Un país lo dirigen los políticos, pero lo hacen los ciudadanos. Y lo hacen con su proceder de cada día; con sus errores y sus aciertos. Sería irracional que por ver tuertos a quienes nos han agraviado, los españoles terminásemos por quedarnos ciegos.

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