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Mafia disfrazada de ideología

La frase del título no es mía; la leí en un artículo. Lamentablemente, lo tengo que confesar con pena, no recuerdo quién fue el originador de ella para poder darle crédito por esa descripción tan gráfica de lo que está instaurado en las alturas del poder en Venezuela. Creo que es lo más acertado que se ha escrito, en solo cuatro palabras para sintetizar el estado de cosas —y la calidad de mandatarios— que tiene que sufrir nuestro país desde hace casi diecisiete largos años.

Todo el arsenal de trapacerías de la mafia siciliana ha sido empleado en nuestra patria para asegurarle riquezas y poder a un grupo no muy grande de gente sin escrúpulos. Esta gente no se para en consideraciones éticas o caritativas; lo de ellos es enriquecerse rápido y a como dé lugar. Para ellos no existen las restricciones legales; la única ley que admiten es la del más fuerte. Si el robo, la violencia, los asesinatos, las amenazas, el fraude, el tráfico de drogas y la “protección” eran las herramientas más usuales de la organización original; la derivada que por aquí llegó para asaltar el poder, aniquilar las instituciones y enseñorearse por encima de todo y de todos no actúa de forma diferente.

El “Don” primitivo, ¡ah, qué bien le cabe el adjetivo!, aunque decidió que era eterno, tuvo la mala suerte de morirse (quizás ayudado por sus “amigos” cubanos y sus “beneficiarios” de por aquí); por eso, se encargó quien era il sottocapo suo, Nicola Maturo, quien ha resultado ser más bruto y brutal (las dos cosas) que el originario. Ahora, el cargo de sotto lo detenta  Dio Dato Capelli, un nano tozzo che carica un mazzo per distruggere i suoi avversari. Dicen las malas lenguas que, al igual que en la mafia y en la camorra, se mueve para derrocar a su jefe y suplantarlo. De suceder, la cosa se pondrá más tenebrosa porque, aunque es idéntico a Nicola en la ausencia de sentimientos nobles y de recato, se diferencia de este en que es inteligente.

Después vienen los consiglieri, los que asesoran al Don en la toma de decisiones importantes. Todos ellos son más peligrosos que un tiro en el oído porque son, además de experimentados e instruidos, arteros, socarrones y artificiosos. Son varios, y todos igualitos a Giuseppe Vincenzo: por obtener una ventaja, una ganancia, son capaces de traicionar hasta su propia madre (aunque de esto último no estoy muy seguro, porque parecieran no haber tenido madre). Casi en el mismo nivel organizacional están los capi regime, que aquí son llamados ministros, altos mandos, magistrados y cosas así. Todos ellos, dueños de tajadas importantes, a las cuales se aferran como lampreas  (otro símil afortunado: son voraces, no se sueltan hasta que no se han engullido completamente a su presa y son babosos al tacto). Han acabado con las enormes riquezas de la nación y todavía quieren más.

Abajo, en el organigrama están los capodecimi, soldati y associati. Ladrones de poca monta, todos patibularios, frecuentemente actúan como sicarios de la mafia asesinando literal o figuradamente a quienes les estorban. Entre ellos, en la más baja calaña, están a los que por aquí los llamamos “patriotas cooperantes”. Son quienes se desviven por ser más viles en sus accionares, a ver si son reconocidos como miembros de la familia. Pero, ¡qué va!, ya el Don primitivo explicó que son como el papel tualé: lo usas y lo descartas.

Solo con un esfuerzo y una valentía extraordinarios podremos zafarnos de ellos y hacer prevalecer el bien común. Eso se logrará por etapas. La que se aproxima es el próximo seis de diciembre. Debe ser una suerte de operazione “Mani pulite” como la que adecentó mucho a la Sicilia a partir de los años noventa. ¡Anotémonos!

Otrosí 1

Recientemente ocurrió en Valencia un crimen atroz: una querida amiga y una figura de relieve en la sociedad fue asesinada con vesania por un muchacho a quien ella le había dado trabajo. Cuando se lo comenté a Marianella, me contestó: “Que triste, cuánta maldad; ¡jóvenes de 17 años! Han crecido bajo este discurso violento; ¿qué se puede esperar de ellos? Sólo revancha​ en contra del mundo que los rodea; las metas que se proponen las alcanzan actuando con tropelía”. Y uno tiene que estar de completo acuerdo, lamentablemente.

Otrosí 2

Recientemente, un paniaguado de la Embajada de Venezuela en Costa Rica, buscando ponerse en la buena con sus jefes, tuiteó diciendo que un bolívar era igual a un colón. Inmediatamente, una de nuestras paisanas expatriada allí le repicó: “Cierto, pero el salario mínimo en Venezuela es de unos Bs 7.500 y en Costa Rica es de 220.000 colones”. ¡Bien hecho, por jalabolas!

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