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Los errores garrafales del FMI. El futuro de la eurozona

El «default» griego resultará devastador para la ya muy debilitada credibilidad del fondo.

La credibilidad financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) ¬considerado el acreedor más fiable del planeta desde su creación tras la Segunda Guerra Mundial¬ puede ser la próxima víctima de la crisis de la zona euro, según exdirectores de la institución consultados por La Vanguardia. La decisión europea de negarle financiación a Grecia y forzar al Gobierno de Alexis Tsipras a aplazar el reembolso de 1.550 millones de euros al FMI, supondría una moratoria sin precedentes en la historia del sistema financiero mundial.

Anoserquesepacteunacuerdo de financiación con los acreedores tras el referéndum del próximo domingo, la gestión desastrosa de la crisis griega agravará el progresivo debilitamiento del Fondo, quevioló todas susnormas de actuación al prestar 35.000 millones de euros Grecia sin que existiera un plan de reembolso viable. “Este será el default más grande de la historia del Fondo, así que su credibilidad va a verse gravemente dañada”, asegura Peter Doyle, en declaraciones desde Washington. “El Fondo ha sido muy duro con Grecia y muy generoso con el resto de la zona euro; esto refleja el peso de los europeos en el consejo”, añade. Hace tiempo que las grandes economías emergentes lideradas por China, protestan contra el excesivo peso de Europa en el FMI pese a su menguante importancia en la economía global La Administración Obama se siente cada vez más horrorizada por los eventos en la zona euro, según fuentes del Gobierno.

“Washington no va a permitir que corten los lazos con Grecia y no va a dejar que los europeos se salgan con la suya en el Fondo”, apunta Mark Weisbrot, economista del Centro de Investigación sobre Política Económica. Esta semana un grupo de miembros del Congreso firmarán una carta en la que se advierte de que el fracaso del FMI en Grecia puede suponer la negativa definitiva de EE.UU., el principal accionista del Fondo, a participar en el aumento y el reajuste de las cuotas del mismo, considerado imprescindible para mantener el apoyo de las grandes potencias emergentes.

La mayor suspensión de pagos de la historia del FMI resucita las críticas contra Lagarde por la gestión del caso

“Para resolver el problema de Grecia y la zona euro, que es la prioridad para Washington, EE.UU. debe presionar fuerte para que se anule la deuda griega”, insiste Doyle, que abandonó el Fondo hace dos años debido a su desacuerdo con las políticas de la institución en relación con la zona euro. “Christine Lagarde debe dimitir”, prosigue. Y concluye: “El próximo director gerente no debería ser europeo, ni debería ser un político”.

Ashoka Mody, exdirector de la misión del Fondo en Irlanda, ha calificado la actuación del FMI como “desastrosa”, subrayando que contradice sus propias normas de intervención así como los estudios sobre el impacto contraproducente de la austeridad de sus propios economistas.

Ayer, Thomas Picketty, Joe Stiglitz y otros economistas hicieron público un llamamiento en este diario y otros medios para evitar un default que hasta economistas críticos con el FMI consideran un precedente nada deseable. El FMI puede haber cometido otro error esta semana al insistir en que el periodo de gracia de seis semanas que figura en los estatutos del Fondo no significa que el impago griego no constituyese un default.

“El FMI no tiene un concepto de periodo de gracia”, dijo Poul Thomson, director europeo del Fondo en Washington durante la asamblea celebrada en Washington el pasado abril.

El Fondo no adoptó las garantías adecuadas y erró completamente en las previsiones sobre la evolución del PIB

“El día que no se hace el pago es un impago”. Por su parte, Lagarde ha repetido esta posición en los últimos días para endurecer la táctica de negociación de la troika. Ahora le ha salido el tiro por la culata. “No tenían por qué precipitarse con el default si Grecia no pagaba el día señalado; podrían haber esperado”, afirma Stephany Griffith Jones, del Instituto de Estudios sobre el Desarrollo en Sussex (Reino Unido) otra firmante de la carta de Picketty y Stiglitz.

Aparte de retener los 1.600 millones de deuda del programa de apoyo a Grecia, que vence en marzo del 2016, el FMI apenas cuenta con medidas para castigar a Grecia. “Pronto veremos que no pueden hacer absolutamente nada”, avanza Peter Tchir, gestor de un hedge fund en Connecticut.

Pero los errores garrafales cometidos por el Fondo y el resto de la troika tienen que ver con el diseño del programa de Grecia. Previeron una caída del 5% del PIB en el 2011 y una recuperación rápida tras un ajuste de devaluación interna. La economía griega ha perdido el 25% desuPIB comoconsecuencia de las políticas de austeridad y sigue cayendo. Los economistas del equipo macro del Fondo, bajo la dirección de Olivier Blanchard, reconocieron un error de cálculo de los multiplicadores que miden el impacto de la austeridad sobre la actividad económica. Pese a eso, sus técnicos en la troika siguen apoyando más austeridad. “Es sencillamente una gestión desastrosa”, denuncia Robert Pollin, de la Universidad de Massachusetts, que asesora a Podemos.

Es más, el Fondo tiene estrictamente prohibido participar en programas de financiación a países cuya deuda es insostenible a no ser que los programas incluyan planes de reestructuración de la deuda. Antes de la crisis del euro, el Fondo incluso se negaba a financiar a países sin que su ajuste incluyese devaluaciones de su divisa. “El programa del 2020 se presentó como un rescate a Grecia, pero fue un rescate a los acreedores privados; se permitió la salida de los bancos franceses y alemanes”, señala Paulo Nogueira, exdirector en el FMI de Brasil, uno de los grandes países emergentes muy crítico con la actuación del Fondo en Grecia. 2 VII 2015

*Licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Ha sido corresponsal de La Vanguardia en Nueva York. Ha trabajado en España para Cinco Días, Business Week, The Guardian, The New Statesman, Ajo Blanco. Ahora escribe para La Vanguardia (Barcelona) y The Nation ( Nueva York).

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