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La revolución militar de Maduro

Una ley que, a todas luces, parece salida de los más retorcidos mundos de la circunscripción aquella en la que los jóvenes de hace más de tres décadas, si no se avispaban, terminaban con la cabeza rapada y eso, prestando servicio militar.

Lo más curioso de esta ley es que exige que todos los venezolanos, inclusive los que escogieron esa nacionalidad como propia, deben inscribirse y portar una documentación que diga que sí, que son militares al servicio de la patria. Curioso dato. ¿Por qué?  Porque si ni siquiera se puede obtener una cédula de identidad (DNI) en forma –y nos referimos a que no sea al estilo operativo tercermundista– o, si no se puede obtener un pasaporte sino es con interminables esperas de meses.

Así, si los tiempos de espera por los documentos elementales de todo individuo –su identidad– no se pueden obtener en Venezuela o a través de sus consulados, ¿cómo es que ahora sí el gobierno puede emitir cartillas militares a todos los venezolanos mayores de 18 años? ¡Increíble! Es impresionante cómo funciona el aparato del Estado y las instituciones venezolano-cubanas a favor de la revolución. Estamos hablando de más de 17 millones de personas (según los datos del censo 2011 del INE venezolano) que tendrán, así de la noche a la mañana, un carnet que los acredita como militares. Muy lejos del concepto de ciudadanos en la lógica bolivariana revolucionaria, por cierto.

Según se despende de la Gaceta Oficial 40.440, que contiene la Ley de Registro y Alistamiento para la Defensa Integral de la Nación, algunos de los elementos curiosos de este texto jurídico es que las empresas también son objeto de alistamiento militar, es decir, habrá un inventario empresarial pre-bélico. Recursos, materia prima manejada para la producción, información del personal que trabaja en ella y cruce de información entre la cartilla militar personal con la empresarial, extrañas operaciones de dádivas o no de divisas por causas militares, en fin, un largo etcétera que cualquier mente suficientemente hábil podría suponer.

De esa manera, la gente pasará, de la noche al día, a conformarse como ejército a las órdenes del Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela, el Sr. Nicolás Maduro. Reservistas todos. Dispuestos a la defensa de una patria que es para unos y, para los otros, desagravios y malos tratos.

Habrá de pronto eso sí, carnets para todos. Pero lo que es comida, igualdad ante la justicia, derecho a la salud, educación adecuada, seguridad ciudadana, de eso, nada. Fusiles en caso de tener que combatir con el enemigo creado durante tres lustros, el enemigo mundial ‘mesmo’, ese que fue el fantasma que no dejaba dormir a Chávez y que le quita el sueño a Maduro.

Hoy, cuando la mayoría de los países ha ido transformando al mundo militar en una profesión y volcando a la población civil al aparato productivo, Maduro pide a su Asamblea Nacional que le redacte, y así lo aprueban, una ley para que todos los venezolanos sean parte del conscripto, de la Fuerza Armada Bolivariana Revolucionaria Venezolana. Un cuartel de 882.050 kilómetros cuadrados.

Total, una entelequia más, una cortina de acero que traerá como consecuencia que aquel que no se apunte y no lleve su carnet, sea considerado, como reza el artículo 31, en situación de renuencia, o no pueda tener opciones de viajar, o no se le conceda un crédito, no se le deje trabajar, o parir, o estudiar.

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