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La política del escorpión

En Venezuela se corre un riesgo enorme cuando se trata de desmontar los dogmas que algunos opositores han adoptado como verdades incuestionables

Desde niños nos educaron en lo pecaminoso además de inelegante que resulta alegrarse con el mal ajeno. Pero en el mundo de la política esa conducta es no solo natural sino obligatoria. Si no fuera porque determinados políticos sufren desprestigio, fracasos y derrotas, sus adversarios no lograrían desplazarlos y ocupar su lugar. Es por consiguiente muy lógico, que la oposición venezolana haya celebrado la escasa concurrencia a las elecciones internas del partido oficialista, PSUV, para la escogencia de los delegados al Congreso de esa organización. Algunos han llegado a creer que ese resultado de menos de un millón de votantes en un universo hipotético de más de 7 millones de militantes inscritos, es una clarinada, un aviso de la inminente caída del gobierno de Maduro. Así de fácil.

Tres lustros y algo más de seudo socialismo chavista y ahora batiburrillo madurista, han provocado en los venezolanos una alienación colectiva que lleva a los militantes y adherentes de una misma tolda política, a agredirse con mayor saña que la que se dedica a los opositores. Cuando se procura entender los verdaderos resultados de la elección interna del PSUV, más allá del número de votantes, es imposible descifrar cuál de las tendencias canibalescas que se mueven dentro de ese partido, logró una mayor representación. Las corrientes enfrentadas son casi tantas como directivos tiene la tolda gobiernera. Hay delegados que responden ciegamente a Nicolás Maduro y a otros capitostes de la dirección nacional y están los que fueron colocados a dedo por gobernadores y ministros, entre los cuales hay parientes, amantes, empleados de confianza y otros especímenes sin curriculum.

¿Cómo ha podido el PSUV evitar una o varias divisiones si es una suerte de zoológico con fieras capaces de destruirse entre sí? Los une el instinto de supervivencia: ser desplazados del poder les significa no solo separase de la ubre que los ha alimentado y enriquecido todos estos años, sino el fin de la impunidad por los delitos que muchos de ellos han cometido. Ya ha caído el primero en manos de la policía de Aruba, solicitado por la justicia de los EEUU. Nada menos que uno de los generales de mayor confianza de Hugo Chávez, designado por Maduro cónsul en esa isla  y acusado de vínculos con el narcotráfico y con las FARC.

¿Y la oposición? Podemos compararla con un nido de escorpiones que rodeados por el fuego virtual de quince años de luchas sin poder desplazar al chavismo, han terminado por clavarse las ponzoñas a si mismos. Se corre un riesgo enorme cuando se trata de desmontar los dogmas que algunos opositores han adoptado como verdades incuestionables. Criticar temas como la “salida” o la “constituyente”, suele ser un acto de traición a Leopoldo López injustamente preso, a María Corina Machado en su lucha sin duda heroica y a los estudiantes que perdieron sus vidas o que continúan prisioneros en las infames cárceles del país. Es además una indubitable señal de colaboracionismo con el gobierno.

Quienes propugnaron “la salida” nunca explicaron de qué se trataba lo que dio rienda suelta a la fantasía colectiva. Muchos creyeron que con las manifestaciones, barricadas o guarimbas y cierres de avenidas y calles, el gobierno caía. La “salida” tuvo algunos resultados positivos, la represión desatada por el gobierno militarizado de Nicolás Maduro provocó una reacción internacional en su contra. El régimen perdió la máscara de demócrata y pasó a engrosar la lista de autocracias más deplorables. Cuando se vio con el agua al cuello, llamo a un diálogo a la misma oposición a la que siempre despreció como inexistente. Pero pasada la tormenta volvió a sus andadas.

La convocatoria a una Constituyente -otro de los dogmas- tiene en su raíz un contrasentido: sus partidarios comienzan por adversar cualquier salida eleccionaria porque el Consejo Nacional Electoral es un árbitro parcializado y arrodillado al gobierno de Chávez antes y al de Maduro ahora. Pero resulta que es a ese árbitro indigno de confianza al que correspondería revisar y aceptar las firmas que se requieren para la convocatoria a una constituyente, convocarla y luego contar los votos a favor y en contra.

Para una buena parte de la Oposición la bête noire no es Maduro ni alguno de quienes conforman el horrendo gobierno que ha terminado por llevar a Venezuela al borde del precipicio. La destinataria de los odios y peores vituperios es la Mesa de la Unidad Democrática, MUD. La misma que organizó unas impecables primarias en febrero de 2012 y que logró acuerdos complicadísimos para seleccionar por consenso candidatos a diputados, gobernadores y alcaldes. La que después de casi diez años de frustraciones y desencuentros, logró unificar a la oposición con el objetivo principalísimo de derrotar al chavismo. Pero no lo logró y eso ha sido suficiente para descalificarla y lanzar todo tipo de sospechas o acusaciones abiertas contra sus directivos. La alienación se vuelve locura digna de atención psiquiátrica, cuando uno de los más conspicuos detractores de la MUD y de cualquier salida electoral, dice que el único triunfo de la oposición sobre Chávez fue la abstención en las elecciones parlamentarias de 2005. La misma que le permitió a Chávez controlar el 100% de la Asamblea Nacional y apropiarse de todas las instituciones garantes de la democracia.

Muchos coinciden en que la lejanía de la elección presidencial hace que cunda la desesperanza y la necesidad de encontrar chivos expiatorios. ¿Suponía alguien en junio de 2011 cuando Chávez el imbatible anunció que sufría cáncer, que año y medio después habría un proceso para elegir al sucesor? ¿En una situación similar, podría tener una oposición fragmentada y dividida por ambiciones e impaciencias, alguna posibilidad de derrotar a la mafia que nos gobierna? Menos hipotético y más realista: en diciembre de 2015 deben realizarse elecciones parlamentarias, ¿no es de vital importancia contar con una mayoría en la Asamblea Nacional que pueda ir desmontando el monstruo en que ha sido convertido el Estado venezolano?

Cuando los opositores capturados por el pensamiento mágico de una «salida» que en realidad no lleva a ninguna parte porque ya ni siquiera hay protestas estudiantiles y vecinales, regresen a la realidad. O cuando los entregados a la ilusión de una constituyente para refundar la república sin que se hayan molestado en obtener una sola firma con ese fin, se vuelvan a parar sobre sus dos pies y recuperen la racionalidad que es parte vital de la verdadera política, estaremos muy cerca y con posibilidades reales de recuperar la democracia.

(ElPaís.com)

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