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La ominosa capitulación de los demócratas alemanes ante Hitler

Casi diez años viviendo en Berlín el despertar de mi generación ante el oprobio del nacionalsocialismo, con su secuela de hechos inolvidables por su naturaleza malvada, odiosa, criminal y genocida, me han predispuesto al estudio de la historia contemporánea de Alemania y particularmente del fenómeno hitleriano. Un fenómeno que despierta fascinación por sus rasgos fantásticos, inimaginables e insólitos si se tiene conciencia de las alturas de la cultura, el pensamiento y las ciencias de la Nación entonces más culta de Occidente. Que causara el asombro y la admiración de la humanidad por su música, su literatura, su pensamiento filosófico y científico. ¿Cómo el pueblo de Lutero, de Bach, de Goethe, de Hegel, de Einstein, cumbres insuperadas de sus respectivos campos de acción, pudo entregarse con fervor y fanatismo a una suerte de charlatán enloquecido, de brujo, de chamán, de monstruo de crueldad y superchería como Hitler? ¿Cómo pudo acompañarlo con su entrega emocional y sus sacrificios infinitos en su desquiciada y cruenta aventura prometeica?

De todas las lecturas con que acompañé mis vivencias berlinesas para comprender las entrañas del monstruo, la primera de las cuales fuera la Caída y Decadencia del Tercer Reich – The Rise and Fall of the Third Reich (1960) -, del periodista e historiador americano William L. Shirer, corresponsal en Berlin del Chicago Tribune y del New York Herald Tribune durante los años del Tercer Reich, para ir siguiendo la extensa bibliografía en torno a la demoníaca figura de Hitler y sus secuaces – Goebbel, Göring, Himmler, sus principales – y el contexto europeo y universal que hiciera posible esa tragedia, debo confesar que al margen de grandes obras biográficas sobre Hitler como las de Joachim Fest y Ian Kershaw, las que me han resultado más fructíferas y sobresalientes por la profundidad y originalidad de sus análisis han sido la del publicista e historiador alemán Sebastian Haffner. Y en particular dos de ellas, si bien todas merecen nuestra más entusiasta recomendación: Anotaciones sobre Hitler e Historia de un alemán.

Historia de un alemán fue escrita durante sus años en la Alemania del Tercer Reich y constituye un apasionante recuento de su vivencia del surgimiento del nazismo y sus características fundamentales, antes de emigrar a Londres en 1938. Permaneció inédita hasta después de muerte, en 1999. Las Anotaciones sobre Hitler (Anmerkungen zu Hitler), fueron publicadas en 1978 y causaron gran conmoción en la conciencia crítica alemana. Pues constituye un balance desapasionado y objetivo de lo que, al margen de cualquier valoración moral, el autor consideró las bajezas y grandezas del personaje y sus logros encomiables y sus actos de insólita barbarie. Un aventurero más exitoso que Napoleón en los campos de batalla, pero incapaz de forjar una sola institución perdurable. Es, en cuanto a mi personal valoración de la bibliografía hitleriana, la obra más fecunda y trascendental escrita sobre el siniestro caudillo alemán. Con un plus que hace honor a la sabia observación de Baltasar Gracián: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Son dos obras, junto a todas las otras traducidas y ya publicadas en español – la breve y enjundiosa biografía de Winston Churchill; El pacto con el diablo, donde hace un recuento de las relaciones entre Alemania y Rusia en el apasionante período de entre guerras; Alemania: Jekyll y Hyde. 1939, el nazismo visto desde dentro; Los siete pecados capitales del imperio alemán en la Primera Guerra Mundial y La revolución alemana de 1918-1919 – de consulta obligada para contar con elementos comparativos que nos sirvan a comprender y explicar el tortuoso período neo fascista vivido en Venezuela por lo menos desde el 4 de febrero de 1992 y desplegado en toda su abominable potencia devastadora, siempre en función de las particulares condiciones materiales e ideológicas del subdesarrollo venezolano, desde el asalto al poder por vía electoral de Hugo Chávez, el 6 de diciembre de 1998.

¿Cómo un pueblo se deja engatusar por un charlatán, por un payaso que lo lleva a emprender las más insólitas tropelías y aventuras bélicas? ¿Cómo y por qué razones de índole espiritual y moral claudican las élites intelectuales, económicas, artísticas y políticas de una Nación democrática? ¿Cómo los partidos de izquierda, de centro y de derecha, que contaban aún con Hitler en la Cancillería con un 62% del electorado, renuncian a enfrentarse con quien los llevaba al abismo? De todos estos interrogantes, el que más me aflige se refiere a la claudicación de la Socialdemocracia, el Partido Comunista y el centro cristiano. Porque, entre otras consideraciones también extrapolables de sus textos, en esas honduras de la infamia un lector venezolano puede extraer muchas valiosas comparaciones. Citaré algunas contenidas en su libro Historia de un alemán:

“El Tercer Reich nació a partir de esta traición practicada por los adversarios políticos de Hitler, así como de la sensación de impotencia, debilidad y repugnancia que aquélla generó. El 5 marzo los nazis seguían estando en minoría…El factor decisivo fue que en aquel momento la ira y la repugnancia vertidas contra los propios dirigentes cobardes y traidores fueron mucho más fuertes que la ira y odio de los que era objeto el auténtico enemigo… sólo esta traición puede explicar de una vez por todas el hecho, a primera vista inexplicable, de que una gran nación, que al fin y al cabo no sólo está compuesta de cobardes, cayese en semejante vergüenza sin oponer ninguna resistencia… “

“La traición fue total, generalizada y sin excepciones, desde la izquierda hasta la derecha. Ya he contado cómo los comunistas, ocultos tras la ostentosa fachada de su «disposición a intervenir» y de la preparación de una guerra civil, lo único que hicieron en realidad fue preparar la huida a tiempo de sus más altos funcionarios en dirección al extranjero. En lo que respecta a los líderes socialdemócratas, su traición a millones de pequeños ciudadanos decentes, partidarios fieles y ciegamente leales, ya había comenzado el 20 de julio de 1932, cuando Severing y Grzesinski «cedieron a la violencia». Asimismo, los socialdemócratas llevaron a cabo la campaña electoral de 1933 de una forma en extremo humillante, dejándose arrastrar por los eslóganes nazis y subrayando su condición de «también-nosotros-somos-nacionalistas».”

Este hecho ominoso, la claudicación inexplicable de conservadores, cristianos de centro, comunistas y socialistas ante el ascenso y asalto al Poder de Hitler, debieran hacernos reflexionar sobre la densidad moral y la estatura política de los liderazgos ante el embate del castrocomunismo. En rigor, un fenómeno concomitante con el nacionalsocialismo. Son las dos caras de una misma medalla.

@sangarccs

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