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La megalomanía bolivariana

¿Cuántos megalómanos pululan a nuestro alrededor? Es una tarea difícil y compleja de acometer porque el pretencioso suele revestirse de fingida humildad, argumentar que todo lo obtenido se debe a su exclusivo mérito y nada más cuenta, que familia, escudos, linajes, compañeros de armas o de aulas, amistades, colegas, allegados, maestros, es poco o nada lo que han hecho para que sus muy  merecidos méritos sean siempre y en todo momento reconocidos, en fin, nadie ha concurrido en su auxilio que, por lo demás, no lo ha demandado. Su frase preferida es yo, mí, me, conmigo.

El perturbado presumido en un inmaduro narcisista prendado de sí: le gusta saberse admirado y reconocido a troche y moche, es un pavo real que exhibe sus plumas coloridas, sus bigotes retorcidos, su barba frondosa, su vestimenta propicia, sus dotes de seductor pasajero, para conquistar y fascinar a los tontos útiles y momentáneos que lo acompañan como espalderos, escuderos, pajes, edecanes, sirvientes, correveidiles, gacetillas, emisarios, ministraídos, que anuncian siempre la epifanía, las coreadas buenas nuevas de su Amo y Señor, verdadera corte de felicitadores de oficio, de jalagalones permanentes, de adulantes literarios, de admiradores fingidos en espera de su correspondiente canonjía, del favor requerido, del puesto solicitado, del libro por publicar, de la exposición ofrecida, de la cátedra vacante.

El mitin excelso, el libro decisivo, el poema formidable, la arenga incomparable, el cuadro irrepetible, la frase genial,  la clase magistral, en fin, la reiterada obra maestra, son expresiones propias de nuestros megalómanos cotidianos. ¡Cuídese bien querido camarada del proceso, apreciado colega, estimado profesor, ilustre escritor, incomparable artista, de no rendir los homenajes del caso, el consabido besamanos, la loa esperada, el reconocimiento inmediato de las ejecutorias de nuestros disímiles y múltiples megalómanos! Corre el riesgo de la exclusión, del destierro, de la indiferencia, de la volteada de ojos, de la ley del hielo, del comentario descalificador y publicitado que los megalómanos nuestros de todos los días prodigan por doquier, a diestra y a siniestra.

¡Megalómanos Bolivarianos uníos más allá de raza, credo o profesión!  ¡No dejéis el destino de la Patria Nueva –  que os pertenece – en manos de seres humanos desagradecidos que no exaltan, día tras día, vuestro nombre!

¡Ahora la Megalomanía es de todos! 

¿VENCEREMOS?

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