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La debacle nacional

La estrategia de Nicolás Maduro es clara: desconocer los grandes problemas nacionales y su gran responsabilidad, culpando a otros del desastre en que han sumido a Venezuela. Los enemigos han variado, de acuerdo a las circunstancias: primero, los empresarios y la bendita guerra económica. Después, el imperialismo americano y la supuesta invasión a nuestra Patria. Ahora, Mariano Rajoy, Felipe González, el Partido Popular y el Partido Obrero español dispuestos, según el régimen, a derrocar el gobierno de Maduro. De todas maneras, el resultado ha sido un rotundo fracaso. Las innumerables y costosas campañas de opinión no han sido suficientes. La última encuesta de Keller y Asociados señala que la percepción popular de la gravedad de la crisis alcanza el 82 % de los encuestados y que más del 63 % de la muestra considera al gobierno responsable e incapaz de enfrentar la crisis nacional.

Las recientes declaraciones del general Gustavo González López, ministro del Interior, causaron un gran malestar en la opinión pública, al no poder encontrar las razones que tuvo para vincular las dolorosas muertes de funcionarios policiales con la existencia de unos paramilitares, vinculados según él a grupos políticos de la oposición, que actúan “en los municipios Sucre, Baruta y Chacao, los más violentos del país, en el desgobernado estado Miranda”. La maniobra fue tan burda que Ramón Muchacho tuvo que denunciarla públicamente. Esas declaraciones hay que vincularlas con otra maniobra que ha empezado a ejecutar el contralor Manuel Galindo, quien señaló curiosamente fallas en la Declaración Jurada de Bienes de María Corina Machado, Julio Borges y Henrique Capriles. No se requiere ser un gran analista político para comprender que lo que busca esta nueva maniobra es destruir al liderazgo opositor.

Los problemas nacionales más graves percibidos por el pueblo son: la escasez, el costo de la vida y la delincuencia. La escasez no es necesario explicarla. Todos la hemos sentido y la sufriremos de una manera aún más importante como consecuencia de la decisión de Maduro de no autorizar más venta de dólares a los empresarios. Adeudan a proveedores internacionales más de diez mil millones de dólares. Creer que las redes de distribución establecidas por el gobierno van a estar en capacidad de satisfacer las necesidades nacionales es otra demostración de ignorancia. Lo único que ocurrirá será el incremento de la corrupción en las altas esferas del gobierno. El costo de la vida la sentimos al comprar cualquier producto. La inflación superará este año los tres dígitos, niveles nunca vistos en Venezuela. Piensen en la mayoría de los venezolanos que viven de un sueldo mínimo. Sencillamente, pasarán hambre…

Estos problemas afectan principalmente a los sectores populares, quienes además tienen que padecer el terror de llegar después de las 7 de la noche a los barrios donde habitan sin que se conozca una sola acción eficaz del Estado para revertir esa situación. El nuevo ministro del Interior, en lugar de estarse imaginando paramilitares en Caracas para justificar el vil asesinato de funcionarios policiales, lo que debería hacer es concluir, como lo hizo el general Miguel Rodríguez Torres, de que es imposible enfrentar la violencia mientras existan los colectivos chavistas, organizados y armados por el régimen, y la tesis de la unión cívico militar. La única verdad, es que el crimen está desbordado en Venezuela. Así lo confirman las vivencias diarias de los venezolanos y los datos estadísticos aportados por todas las ONG que estudian este fenómeno social. Sin lugar a dudas, la responsabilidad de Maduro y del régimen es inmensa.

En definitiva, la mal llamada Revolución Bolivariana, en estos 16 años de gobierno, ha destruido a Venezuela. Creer en las mentiras de Maduro es aceptar que nuestro país no tiene destino. Eso sólo es verdad si continúa en el poder la equivocada orientación ideológica del régimen chavista. La oposición democrática y los vastos sectores decepcionados del chavismo deben saber que una derrota del régimen en las elecciones parlamentarias constituirá un invalorable avance en nuestra lucha para lograr un verdadero cambio político. Esa es la razón de la campaña de desmoralización orquestada por el régimen para que los venezolanos no vayan a votar. El chavismo abusará del poder de mil maneras para tratar de ganar las elecciones, pero si salimos a votar masivamente no habrá manera de impedir el triunfo de la oposición. Una victoria realmente aplastante lo garantizaría. En Venezuela, las grandes crisis históricas siempre han ocurrido alrededor de elecciones. Tenemos que recordarlo…

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