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Juan Bimba y su chicungunya…

Juan Bimba tiene una extraña fiebre. El dolor y la hinchazón de las articulaciones lo hacen caminar lento. Siente pesadez en los parpados. Se mira las pequeñas manchas que le han brotado en el rostro y en las manos. Se torna pensativo. Su rostro enrojecido y triste pone en guardia a sus familiares y parientes. La familia Bimba, llama a varias centrales de taxis para llevarlo al hospital o a la clínica; pero infructuosamente, no hay unidades desocupadas. Algunas centrales dicen que: “Ese barrio es peligroso. Lamentablemente… para allá no entramos”. Los Bimba, esperan el amanecer del viernes. Buscan un carro por puesto, una buseta o un autobús. Hay exceso de pasajeros y poco carro trabajando. Juan Bimbasiente cansancio, se queja, cojea y dice que le duelen las rodillas. Sus familiares lo sostienen. ¿Qué pasará con las ordenanzas municipales y la acción de los gobernadores? Los Bimba, añoran a que pase algún amigocon carro que pueda hacerle el favor de llevarlos a algún sitio médico-asistencial. La fiebre de Juan Bimba sube. Por fin viene un taxi “pirata”. Los Bimba, gritan: “¡La salvación!”.Lo abordan. Doña María, exclama: “¡Qué día! ¡Sin transporte no se puede vivir en una ciudad como esta!” . El chofer la mira por el retrovisor y le contesta:

–“¡Ay, señora! Ya no se sabe en quién creer en este país. Hay gente que no quiere trabajar, se contenta con el pago de alguna “misión”. Ya no se encuentra quien planche, cocine o pode matas. Los que hay, quieren quitarle a uno todo el dinero del mundo. Los choferes alegan que los carros están parados porque no hay repuestos, que no hay divisas para importarlos. ¿Eso es verdad? Ya nadie cree fácilmente en nada. !Pa’ saberse! El gobierno declara que hay suficientes repuestos y accesorios para satisfacer la demanda; pero esto ya no lo cree nadie. Tú compruebas la verdad, con solo voltear la esquina. Otras personas acusan que los carros con todo y choferes están dedicados al “bachaqueo”, al contrabando. ¡Esa es otra verdad! Señora, no me va a creer, soy licenciado, no encuentro empleo porque no soy egresado de una universidad de las que fundó el gobierno. Encontré unas horas en un colegio privado; pero con 200 bolívares al día no alcanza ni para un almuerzo. Gano más haciendo carreritas. ¡Que pesadilla! ¿Un país petrolero viviendo como una de las naciones más pobres del mundo? ¡Que estupidez! Formar profesionales para que estos se vayan a servirle a otro país. Muchos se preguntarán, ¿qué clase de administradores políticos tiene la Venezuela de hoy? Solo basta una mirada para darse cuenta de lo que sucede. Los gérmenes patógenos más destructivos que neutralizan a los pueblos surgen de la mentira, el populismo y el clientelismo político. Los pueblos que levantan a sus naciones desde las mismas cenizas, mantienen mayores posibilidades para crear nuevas instituciones, optimar las que tienen y preservar sus tradiciones. Por eso, esas naciones tienden a defender con acierto y valentía a sus libertades políticas, sociales y económicas, por supuesto, sin estancarse. La pasión de sus gobernantes es poner en funcionamiento más y mejores servicios públicos, mejorar la economía, hacer crecer las fuentes de trabajo, y sobre todo, la confianza. En esas naciones cada habitante demuestra que vale más si se forma y se hace más idóneo, precautelativo, preventivo, prospectivo y no se deja sorprender por contingencias.

El chofer mira a Juan Bimba y le dice: –Señor, esa chicungunya parece un castigo. Son muchos los pacientes chicungunyeros que ya he cargado en este carro. Señor, ya llegamos. ¡Que tengan suerte!”

– ¿Señor, cuánto le debo?–preguntó doña María.

–Doñita 100 bolívares. A ustedes yo no les doy duro.

7:35 a.m., entran al hospital, pero está abarrotado de pacientes. Hay una inmensa cola. Todos comentan: “La chicungunya es una pandemia. Que el hospital está colapsado. La gente se queja de que los médicos no tienen nada de medicamentos para la atención de los pacientes. Los Bimba deciden ir a una de las clínicas que están cercanas al hospital. Salen con el enfermo a cuestas. Llegan a la clínica. Un médico de mediana edad lo recibe, lo mira y le dice: “Por su rostro y síntomas tiene chicungunya”. Le indica a un vigilante privado que lo incluya en la lista de espera. El vigilante de azul, mira a María y a Juan, pide datos y les dice: “Es el paciente número 97. Pasa, toma asiento y espera.” Doña María, ayuda a su esposo. Busca una silla. Todas están ocupadas entre pacientes quejumbrosos y acompañantes preocupados. Se levanta una señora con la disposición de darle el asiento a Juan. María le da las gracias. Juan se sienta, entre resoplidos de dolor.

8:30 a.m., de la mañana. Llegan más pacientes. Pasan lentamente las horas.

9:15 a.m., la espera parece alargarse a manera de tortura. La atención es lenta, lentísima. Los pacientes que son atendidos duran al menos dos horas en cada cubículo dispuesto para estas emergencias. Se oyen quejidos de adultos, niños llorando, parientes que reclaman una rápidaatención. Algunos dicen: “Más bien aquí hay pocos pacientes. En la Clínica X sobrepasan los 150 y los hospitales se va de purgatorio a infierno.”

3:45 de la tarde. Después de 8 horas atienden a Juan Bimba. Inicialmente, le piden la forma de pago. Le dan el nombre del servicio del seguro de una hija. Al fin Juan es atendido. Sospechan que es chicungunya, le dicen que hay que esperar a ver cómo reacciona con los cuidados que hay que tomar en cuenta. El médico le dice: –Toma mucho líquido, acetaminofén y Complejo B, no hay medicamentos para esta enfermedad. Antes de darle alta, le dicen que en 72 horas, ha de volver para realizarle los exámenes de laboratorio.

5:45 de la tarde, Juan Bimba algo recuperado, trata de regresar pronto a casa; pero hay poco carrito por puesto y mucho usuario. Van a la farmacia a comprar jeringas, acetaminofén y Complejo B; pero están agotados. No hay en toda la ciudad. Salen lentamente de la farmacia, avanzan hacia la avenida. Aproximadamente a dos cuadras detrás de ellos, oyen disparos. Sólo se miran, apresuran el paso. Se oyen gritos, la gente corre hacia el sitio de los acontecimientos. Otros tratan de alejarse de allí. Mientras esperan el carro por puesto o un taxi, oyen la sirena de una ambulancia que viene a toda velocidad. Un transeúnte dice: “A lo mejor van en auxilio del joven que balearon para robarlo. No tiene más de 18 años. Dijeron que había cobrado la primera quincena, en la farmacia que está junto a la plazoleta”. Juan Bimba, lo lamenta pensativo. Los días viernes, le comenta a María, el transporte no solo se hace peor, sino imposible. Duele sacar del bolsillo, por una carrera corta, 160 bolívares o más. A veces, ni se tienen.

7:36 p.m., Juan llega a su casa y, para colmo, se encuentra con un nuevo apagón.

Juan Bimba, a los tres días vuelve a la clínica. Lleva los mismos síntomas. Habla con el médico, pero este le dice que tiene que pasar por los mismos trámites del viernes pasado. Juan se disgusta. Dice que él, solamente ha venido por los exámenes de laboratorio. El médico le responde que tiene que pagar una nueva consulta. Entre regañadientes acepta. Le realizan una hematología completa. El médico, al obtener los resultados, le dice: – Leucocitos 3,6. Plaquetas 127. Juan, para mí, tú tienes dengue.

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