István Mészáros, partió hacia su universo celeste
A István Mészáros (1930-2017), filósofo marxista húngaro (Universidad de Sussex), le conocimos en el 2008, en una de sus visitas a Venezuela y creamos una amistad “e-mail-epistolar” significativa, sobre todo por el apoyo que le prestó a mi investigación acerca del pensamiento anarquista latinoamericano. Mészáros no era un académico acartonado ni unidimensional, su ámbito de percepción de la realidad era amplio, sobre todo su rango de acercamiento a la condición humana superaba cualquier postura que en el pasado pudieron haber tenido pensadores de la talla de Sartre o Heidegger.
En una entrevista realizada por la revista persa Naghd (Kritik), del 2 de junio de 1998, se le consultaba a Mészáros acerca de cuál de los modelos marxistas puede explicar la crisis capitalista de la era moderna, identificando como modelos fundamentales: el de la reproducción del capital social total, el la sobreproducción, el de la tendencia a la disminución de la tasa de ganancia, o una combinación de ambos.
En este aspecto Mészáros explicó: “Sí en lo fundamental se los puede combinar. Pero lo más importante, después de todo, es tener una visión global del capital. Me parece bastante irónico que sólo recientemente la gente haya descubierto que vivimos en el mundo de la globalización…”
Mészáros se valió siempre de categorías equivalentes como “capital social total” y “totalidad de trabajo”, para designar el fenómeno de la globalización; el contexto en donde se da la globalización, recalca Mészáros, es el sistema del capital, donde éste “…no tiene ninguna manera de restringirse a sí mismo, ni se puede encontrar en el mundo una fuerza contraria que lo restrinja sin superar radicalmente el sistema de capital como tal…”
En este aspecto, el capital ha estado en todos los textos de Marx como expresión de la concentración materialista de la historia y de sus procedimientos de manejo y control de la condición humana. En este sentido, recalcaba Mészáros, “…el sistema del capital tiene múltiples constituyentes especiales llenos de contradicciones. Hay una pluralidad de capitales que se enfrentan entre sí nacionalmente así como dentro de cualquier comunidad nacional. De hecho, la pluralidad de capitales dentro de cada comunidad nacional constituye la base teórica del liberalismo, que se engaña a sí mismo pensando que es el Campeón de la Libertad, escrito así con mayúscula. El capital no es una entidad homogénea. Esto presenta graves complicaciones para toda la cuestión de la globalización…”
La globalización, en los tiempos modernos, describía Mészáros, es una “…fantasía total, ya que sugiere que todos vamos a vivir bajo un gobierno global capitalista, obedeciendo sin problemas las reglas de este gobierno global unificado… Esto es inconcebible. No hay manera de que todo el sistema capitalista pueda ser colocado bajo el control de un gran monopolio que pueda proporcionar la base material para este gobierno global”.
En un aspecto general, y esta postura la sostuvo Mészáros durante sus últimos años de vida, se tiene una multiplicidad de divisiones y contradicciones, y “…el capital social total es la categoría integradora que incorpora la pluralidad de los capitales con todas sus contradicciones…” Pero esa totalidad del trabajo no debe ser apreciada, advertía Mészáros, como una entidad homogénea en tanto sobreviva el sistema capitalista, es necesario identificar las condiciones históricas entre secciones del trabajo que se oponen y se enfrentan compitiendo entre sí en lugar de simplemente confrontar con secciones especiales del capital.
La presencia de Mészáros en el pensamiento neomarxista moderno ha sido fundamental para comprender las ideas de un marxismo más crítico y reflexivo que dogmático; un marxismo donde el poder organizado está por encima de los individuos aislados, “…que viven en condiciones que diariamente reproducen este aislamiento, sólo se puede superar después de largas luchas. Exigir lo opuesto sería como demandar que la competencia no existiera en esta época concreta de la historia, o que los individuos deberían desterrar de su mente aquellas condiciones sobre las cuales, en su aislamiento, no tienen control”.
Mészáros fue un defensor de la postura de que el desarrollo dinámico del capital global no puede evitar que sea un sistema total e inextricablemente interrelacionado, por ende contradictorio; esa contradicción hace posible que el concepto de revolución siga vigente, valiéndose de la transformación revolucionaria permanente de todas las facetas de la vida social.
En concreto, para Mészáros la idea de revolución no debe tomarse a la ligera en estos tiempos de posturas imperialistas y nacionalismos, porque siguiendo en pensamiento de Marx, hay una gran diferencia entre las revoluciones del pasado y una revolución social socialista, aquellas tenían un carácter esencialmente político, lo cual significaba cambiar el elenco gobernante de la sociedad; mientras que esta, la revolución social socialista, corresponde a un rompimiento del bloque histórico cambiando no solamente el modelo político sino todas las estructuras de la sociedad, refundándola sobre valores trascendentales de equidad, inclusión y justicia.
Sin embargo, en ese trabajo pedagógico de Mészáros, explicaba que era necesario volver a lo que Marx en el tema de la revolución social, recalcando que este concepto no fue una idea original de él, es un concepto que “…emergió de Babeuf y su movimiento, allá por la turbulenta era que siguió a la Revolución Francesa de 1789. En ese momento, Babeuf fue ejecutado acusado, junto con su grupo, de conspiración. En realidad, él reclamaba una sociedad de iguales. El mismo concepto reapareció en la década de 1830 y durante las revoluciones de 1848”.
El Mészáros que hoy toca despedir físicamente, es un pensador que tuvo gran influencia en el rescate de Marx desde su fuero interno más significativo y profundo; demostró la relación directa entre la cientificidad de lo social y la realidad social, entretejiendo posturas políticas, culturales, económicas y sociales, con el interés excelso del hombre moderno de incluirse en el escenario civilizatorio desde un epicentro de igualdad y justicia; un hombre moderno que construya esperanza y no que se diluya en lo efímero de un capital etéreo. Parte Mészáros hacia su universo celeste y nos toca terminar de construir su utopía.