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¿Gorbachov tropical?

Llego a la panadería de siempre, para el café de media mañana. Los vecinos arremolinados frente al mostrador.

—Un negrito largo, un marrón corto, un con leche grande, tibio y con espuma.

Mientras, el señor Carlos, detrás de la máquina, sin impacientarse demasiado, va sacando lo que se le ocurre y cada quien agarra lo que puede. Me empino sobre la barrera humana.

—Un macchiato, cuando pueda señor Carlos –pido con cierto pudor.

De pronto, alguien me hala de la manga y las plantas de mis pies vuelven al piso.

—¿Cómo está todo, Móttola? –me pregunta un hombre con cara de conspirador aficionado, al que veo por primera vez en mi vida.

—Todo bien, hermano. Aquí, ¿y tú?, ¿cómo está la cosa? –respondo en automático, e intento levantarme de nuevo. El halón ahora es más fuerte y de un porrazo aterrizo una vez más.

—Coño, Móttola, ¿entonces, tú me vas a decir que la vaina está bien? –dice el hombre con un tono golpeado.

Se crea un silencio. Todos voltean a verme con ojos acusadores. El señor Carlos asoma la cara por el lado de la máquina para oír lo que tengo que decir.

Carraspeo, antes de responder.

—Me refiero a lo personal, a la salud. Pero la verdad es que la vaina está jodida –digo para evitar cualquier controversia.

Todos asienten con la cabeza, escucho un murmullo de aprobación.

—¿Y qué va a pasar, entonces?, ¿no va a pasar nada? –me dice el hombre sin soltar la manga de mi camisa. Me rodean miradas de ansiedad.

—Nadie tiene una bola de cristal, hermanito. Pero cualquier vaina puede ocurrir –digo para salir del paso.

—Entonces, ¿tú dices que tenemos esperanza? Yo sabía, Móttola –me dice el individuo y me palmea en el hombro. Todos asienten. El señor Carlos me dirige una mirada aprobatoria.

—Ya le saco su macchiato, señor Móttola –dice. Todos me abren un espacio en el mostrador.

—Coño, ¿qué dije? –me pregunto, mientras camino con mi café hacia la mesa.

El mismo hombre se acerca y pide permiso, a la vez que arrima una silla y se sienta sin esperar mi respuesta.

—Móttola, aquí están pasando vainas raras –susurra.

Guardo silencio sin saber cómo me lo quito de encima.

—¿No has visto la cuña que tienen Fedecámaras y el gobierno en la televisión?

Abro los ojos y arqueo las cejas en señal de asombro.

—¿Qué cuña de Fedecámaras?

—¡La cuña de las empanadas! La del libre mercado. En la que aparece la señora Carmen en la playa, con sus dos amigas, discutiendo el tema de fijación del precio justo. En la que dice que no se puede vender un bien por debajo del costo de producción.

Logro recordar la escena con la que justifican el aumento de la gasolina. Pero por ningún lado consigo identificar la presencia de Fedecámaras.

—Móttola, en esa propaganda está metida la mano de Jorge Roig. Yo creo que aquí hay un cambio. Estamos viviendo nuestra Perestroika y no nos hemos dado cuenta.

Me atraganto con el café.

—El gobierno está dando un giro hacia el capitalismo. Maduro está leyendo a Adam Smith. Me dicen que finalmente aceptó que Merentes le explicara cómo era la vaina de la oferta y la demanda con un grafiquito. Raúl Castro le dio permiso para que lo oyera. Eso es de buena fuente.

En los años que tengo tomando café en esta panadería he oído interpretaciones audaces, como los que dicen que la desaparición del papel toilette es una estrategia deliberada del gobierno para someter a la población el día de la elecciones. Pero esta elucubración, de que Maduro se ha convertido en un Gorbachov tropical, me hace pensar en Walt Disney como un niño de pecho.

El individuo, ante mi mirada incrédula, echa la silla hacia atrás y se levanta.

—Ahí te lo dejo para que lo pienses –dice y se marcha volteando hacia los lados con mirada desconfiada.

Yo tomo mi ticket y me acerco a la caja para pagar el café con un billete de veinte.

—Señor Móttola, son veinticinco bolívares – me dice Josefa.

—Josefa, pero si ayer pague veinte.

—Ay, usted cómo que no ha visto la propaganda de las empanadas, ¿quiere que vendamos por debajo de costo? Precio justo, señor Móttola.

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2 comentarios

  1. Cuando pensabamos que lo habiamos visto todo (Chavez) se nos bajan con este Sr. Maduro.
    Como decia un amigo: hay dos cualidades que son infinitas en el ser humano, la crueldad y la idiotez.

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