Generación detenida
La diáspora ha marcado la pauta en los últimos años y más en los últimos meses. La esperanza parece que se diluyó y la única salida es el camino hacia el aeropuerto o cruzar las fronteras venezolanas.
Esta generación solo sabe de despedidas y poco piensa en graduarse para conseguir un trabajo o montar una empresa, quienes logran obtener el título ya tienen un oficio pensado y un país como objetivo para irse.
La crisis toca cada salón de clase y empresa, justo donde se concentra el talento productivo que hace progresar un país, por lo tanto la fuerza de trabajo y la educación están amenazadas.
¿Cómo ver el futuro en una nación donde se marcha desde la sapiencia hasta quienes debieron crecer en estas tierras y reforzar sus tradiciones? La respuesta en estos momentos es casi que adivinatoria, pero la solución es más simple de lo que parece y pasa por el cambio de las políticas públicas, retomar el amor verdadero por Venezuela y trabajar con base en reconstruir el país, no con el fin de perpetuarse o tomar el poder.
Mientras esto sucede, en las universidades se las ingenian para seguir manteniendo las aulas a medio llenar y con profesores activos; en los colegios privados los padres se ajustan como pueden a los aumentos mensuales y cuotas extra para mantener las instalaciones y al personal. Mientras que en las instituciones públicas la realidad se hace más cruda si no llega el subsidio del Gobierno.
En las empresas, que son el aparato productivo, para mantener al personal que aún no emigra se las ingenian con bonificaciones que ayuden a paliar la crisis, y a esto le suman una alta carga de compresión ante las eventualidades que enfrentan para llegar al trabajo; si se deben bajar las horas de producción, se hace; ahora el foco es mantener el recurso humano.
Nada fácil es el panorama. Los avisos buscando personal piden como requisito indispensable “que no tenga planes de irse del país” y eso pesa más que la preparación. El ambiente, en todos los niveles, es de supervivencia, tanto que ahora nos llaman “los nuevos chinos de América” por lo económico que sale contratar profesionales altamente capacitado por unos cuantos dólares.
La verdad es que actualmente vivimos en un país que te expulsa y no da razones para quedarse.
Sin embargo, hay algo que aún no ha muerto, que sigue latente aunque no se vea ni se sienta, o mejor dicho que se opaca con lo negativo. Todavía hay una Venezuela que no piensa en irse, que espera paciente por un cambio y que está solo visualizando el momento de reconstruir, y otra, aunque no lo diga, que desea diariamente regresar.
Esa es la apuesta en estos tiempos de crisis: resistir, avanzar y trabajar para lograr un país, nuevamente, lleno de oportunidades.