El 24 de Julio de 1783 y el Discurso de Angostura
En una calurosa invitación del Ministerio de Cultura a los espacios de la Librería del Sur, de la ciudad de Guanare, estado Portuguesa, nos invitaron a una actividad que vinculara el nacimiento del Libertador Simón Bolívar (Caracas, 1783-Santa Marta, 1830) con su Discurso de Angostura, pronunciado el 5 de febrero de 1819, en la ciudad de Santo Tomás de Angostura (hoy ciudad Bolívar), en la otrora provincia de Guayana.
Antes que nada el nacimiento de Bolívar, siguiendo la descripción del historiador venezolano José Luis Salcedo-Bastardo (1926-2005), fue en la ciudad de Caracas el 24 de julio de 1783, bajo la égida de una familia de origen vasco de la hidalguía criolla venezolana, siendo sus padres el coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte, y doña Concepción Palacios Blanco; ingresó muy joven como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, en 1797, del cual había sido coronel años atrás su propio padre, llegando al grado de subteniente, resaltando en su hoja de servicio valor y una aplicación sobresaliente. Bolívar combinó magistralmente, expone Salcedo-Bastardo, adiestramiento práctico en sus deberes militares y el aprendizaje teórico de materias fundamentales para la formación castrense y académica, en matemáticas, dibujo topográfico, física, etcétera.
Bolívar, reflexiona Salcedo-Bastardo, tras la caída de la Primera República de Venezuela (1810-1812), se exilió en Cartagena, y buscó ayuda de la Nueva Granada para recuperar su país; para 1813 conduce la llamada Campaña Admirable, lo que le ganó el título de Libertador, otorgado por la Municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813. Desde esos días su tarea estaría consolidada para alcanzar el ideal de justicia y libertad para los pueblos del Nuevo Mundo, liberando no solamente a Venezuela, sino a otros países; en la Segunda República de Venezuela (1813-1814), reconquistada de manera violenta por el Imperio español, Bolívar se dirigió a la Nueva Granada en busca de apoyo, de ahí lideró un ejército para unificar las provincias de Santa Fe y Tunja, luego se propuso someter a las fuerzas realistas en Santa Marta, pero fue derrotado en Cartagena por los patriotas, quedando proscrito y perseguido, se ve obligado a huir a Jamaica; en esta isla, relata Salcedo-Bastardo, continúa expresando sus ideas y alcanza delimitar un pre-concepto que le acompañaría toda su corta vida: “…la soberanía de los pueblos independentistas, cuyo sentido y significado debe provenir no de realidades extranjeras, sino de la propia, la de las personas nacidas en América”.
Otro gran historiador venezolano, Ramón J. Velázquez (1916-2014), narra que Bolívar, entre 1816 y 1819, lanzó una Tercera revolución, donde obtuvo control efectivo de gran parte del territorio de la actual Colombia; esta Campaña se llamó “Libertadora de Nueva Granada”, en 1819, cruza los Andes y venció a las tropas realistas españolas en la batalla de Boyacá, consiguiendo la independencia de la región, culminando ese periplo de conquista en 1821, derrotando a los españoles en la batalla de Carabobo, hecho épico que este año honramos con celebraciones en todo el país al conmemorar los 200 años de aquella gesta histórica que cambió los destinos de la América española.
Acá, en 1819, para el 5 de febrero, se va a dar un evento importante en Venezuela y es el denominado Congreso de Angostura, donde Bolívar, en un largo Discurso, no solamente explica los principios de su visión de mundo político y constitucional para lo que sería un Gobierno en Venezuela, el reforzamiento de la idea de la soberanía y la realidad de los americanos, ya esbozada en 1815 en la Carta de Jamaica, donde se resalta hacer partícipe al Congreso Constituyente, del otorgamiento de los plenos poderes que ostentaba Bolívar, y que al cederlos proclama el surgimiento de un Gobierno Republicano basado en la soberanía que toma bajo control su destino y el dominio de su voluntad ciudadana.
A juicio de Velásquez, uno de las grandes esperanzas de Bolívar fue la gran Confederación de todas las antiguas colonias españolas de América, cuya inspiración era el modelo de los Estados Unidos de Norteamérica, aunque para el modelo constitucional Bolívar proclamaba su adhesión al modelo europeo Inglés (el Británico), propiciando la unión americana y panamericana de las naciones, que debían cooperar como socios para un bien común, integradas y aliadas en nombre de la paz y la solidaridad continental.
Ese sueño de Bolívar, la República de Colombia, o Gran Colombia como suele llamarse, la unión de Nueva Granada, Panamá, Venezuela y Ecuador, se formó de forma concietudinaria desde 1821, tras el Congreso de Cúcuta, y de manera formal a partir de 1826 en el Congreso de Panamá (reunión de Repúblicas hispanoamericanas que se hizo en ciudad de Panamá, del 22 de junio de 1826 al 15 de julio), extinguiéndose en 1831, pocos meses después del fallecimiento de Bolívar.
El Discurso de Angostura, se inicia con una de las más hermosas frases que hombre en armas pudiera decir en favor de la civilidad y la organización políticas de los pueblos: “Señor:-¡Dichoso el Ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional, para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela en este Augusto Congreso, fuente de la Autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del Destino de la Nación…” Porque es el mensaje de quien teniendo el poder por la vía de la coerción de imponer su voluntad, se somete a las leyes y a la decisión de consenso de la mayoría del pueblo representada en la soberanía nacional. Tener esa capacidad de desprendimiento es ya un triunfo en un Congreso Constituyente donde se iba a debatir una nueva Constitución; el logro mayor de ese Congreso fue que se aprobó la abolición de la esclavitud en todo el territorio venezolano.
Es importante resaltar que el Congreso construyó las bases de la «Ley Fundamental», de la que sería la Constitución de la República de Colombia, tomando decisiones de que sería una República gobernada por un Presidente (donde existiría un vicepresidente que supliría al presidente en su ausencia); organizó la República en tres Departamentos: Cundinamarca, Quito y Venezuela; con sus respectivas capitales las ciudades de Bogotá, Quito y Caracas.
La Nueva Granada fue renombrada Cundinamarca y su capital, Santa Fe, renombrada Bogotá; los gobernadores de los tres departamentos también se llamarían Vicepresidentes, y la capital de esa Colombia sería una nueva ciudad que llevaría el nombre del Simón Bolívar, cuya ubicación debía ser determinada posteriormente. A Bolívar se le da el título de «Libertador» y su retrato se expondría en el salón de sesiones del Congreso con el lema «Bolívar, Libertador de Colombia y Padre de la Patria». El presidente y vicepresidente se elegirían con voto indirecto, pero a los efectos de empezar, el Congreso eligió de Presidente de la República a Simón Bolívar, y de Vicepresidente: Francisco de Paula Santander; en agosto, Bolívar en su tarea libertadora, partió hacia la Nueva Granada y dejó a cargo de la presidencia a Santander, mientras que Francisco Antonio Zea fue designado vicepresidente encargado y presidente del Congreso; al final de las sesiones, el Congreso se acordó que se reuniría nuevamente en Cúcuta, en enero de 1821, para expedir la nueva Constitución, pero las circunstancias bélicas postergaron la decisión y después de la batalla de Carabobo otros factores entraron en juego y se dio el Congreso de Cúcuta, Asamblea que tuvo por objetivo la unificación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada y la Confederación Venezolana en una sola nación y se generaron estrategias para promover en la comunidad internacional la búsqueda del reconocimiento internacional de la nación emergente. La Constitución de Cúcuta, oficialmente Constitución de la República de Colombia, tuvo como fecha de creación el 30 de agosto de 1821, en Villa del Rosario Norte de Santander y se ratificó lo que ya estaba promulgado en la Ley del Congreso de Angostura, de creación de la República de Colombia mediante la unificación de Colombia, Panamá y Venezuela, entrando luego Ecuador; la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, le dio legitimidad a la independencia a Venezuela y la posterior liberación de Caracas, Cartagena, Popayán y Santa Marta.
Ahora bien, volviendo al Discurso de Angostura, en él Bolívar describe que tiene en sus manos un poder que le ha concedido los pueblos liberados pero que es su deber ceder ese poder a quienes tienen la voluntad absoluta de su control, el pueblo: “Al trasmitir a los Representantes del Pueblo el Poder Supremo que se me había confiado, colmo los votos de mi corazón, los de mis Conciudadanos y los de nuestras futuras generaciones, que todo lo esperan de vuestra sabiduría, rectitud y prudencia. Cuando cumplo con este dulce deber, me liberto de la inmensa autoridad que me agobiaba como de la responsabilidad ilimitada que pesaba sobre mis débiles fuerzas. Solamente una necesidad forzosa unida a la voluntad imperiosa del Pueblo me habría sometido al terrible y peligroso encargo de Dictador Jefe Supremo de la República. Pero ya respiro devolviéndoos esta autoridad, que con tanto riesgo, dificultad y pena he logrado mantener en medio de las tribulaciones más horrorosas que pueden afligir a un cuerpo social…”
Para Bolívar, su razón de ser en estas circunstancias políticas en las que lo estaba llevando el huracán revolucionario de la independencia, no era más que demostrar a la providencia de que era un “…simple instrumento de los grandes móviles que han obrado sobre Venezuela…”. Y de una manera desafiante, dirigiéndose a los miembros del Congreso, Bolívar les dice: “Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando Supremo de Venezuela.- Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la República: en vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria: ellas sellarán los Decretos que fijen nuestra Libertad…”
Para Bolívar lograr su ideal de una América amerindia unida, era lograr su anhelado título de “ciudadano”, porque un ciudadano es el que busca las mejores causas posibles para el bien de una República y de un pueblo soberano. Lograr una vida apegada a las leyes y respetuosa de las instituciones nacionales que esas leyes delimitan y controlan, es el mayor logro, muy por encima de ese título que él recibiera de Libertador: “…Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título de buen Ciudadano, preferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela, al de Pacificador que me dio Cundinamarca, y a los que el mundo entero puede darme…”
En Bolívar se da la unidad perfecta del estadista y del hombre de armas, por un lado asume la importancia de la guerra como principio disuasivo estratégico, pero está convencido de que un pueblo no puede gobernarse con imposición, debe prevalecer los principios democráticos, porque la continuación de la autoridad en una sola persona ha llevado a los continuos fracasos en la historia de los pueblos. Expresó Bolívar: “Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la Libertad republicana, y nuestros Ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo Magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente…”
Bolívar en el Discurso de Angostura no solamente hace una radiografía de los nuevos pueblos de la América española, sino que deja frases de un profundo valor universal porque se extrapolan a cualquier realidad socio-política de manera directa, no solamente en aquél siglo XIX, sin en lo que va del siglo XXI: “Un Pueblo pervertido si alcanza su Libertad, muy pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud: que el imperio de las Leyes es más poderoso que el de los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor: que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de las Leyes: que el ejercicio de la Justicia es el ejercicio de la Libertad. Así, Legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error, y por incentivos nocivos…”
Otro aspecto que muestra Bolívar en su Discurso, es que los legisladores del Congreso Constituyente deben meditar con profundidad su decisión en cuanto a los principios de la Ley fundamental que marcaría las bases de la Constitución de la República de Colombia: “Meditad bien vuestra elección, Legisladores. No olvidéis que vais a echar los fundamentos a un Pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera. Si vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros el acierto al escoger la naturaleza y la forma de Gobierno que vais a adoptar para la felicidad del Pueblo; si no acertáis, repito, la Esclavitud será el término de nuestra transformación…”
Ante esta realidad, Bolívar, luego de argumentar algunas experiencias del pasado y presente relacionada con los sistemas de Gobierno del mundo, se atreve a sugerirle a los legisladores que solamente la democracia garantizaría una absoluta libertad al pueblo: “Solo la Democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta Libertad; pero ¿Cuál es el Gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad y permanencia? ¿Y no se ha visto por el contrario la Aristocracia, la Monarquía cimentar grandes y poderosos Imperios por siglos y siglos? ¿Qué Gobierno más antiguo que el de China? (¿Qué República ha excedido en duración a la de Esparta, a la de Venecia?) ¿El Imperio Romano no conquistó la tierra? ¿No tiene la Francia catorce siglos de Monarquía? ¿Quién es más grande que la Inglaterra? Estas Naciones, sin embargo, han sido o son Aristocracias y Monarquías…”
De manera puntual Bolívar destaca: “Necesito de recoger todas mis fuerzas para sentir con toda la vehemencia de que soy susceptible, el supremo bien que encierra en sí este Código inmortal de nuestros derechos, y de nuestras Leyes. Hay sentimientos que no se pueden contener en el pecho de un amante de la patria: ellos rebosan agitados por su propia violencia, y a pesar del mismo que los abriga, una fuerza imperiosa los comunica. Estoy penetrado de la idea de que el Gobierno de Venezuela debe reformarse; y que aunque muchos ilustres Ciudadanos piensan como yo, no todos tienen el arrojo necesario para profesar públicamente la adopción de nuevos principios. Esta consideración me insta a tomar la iniciativa en un asunto de la mayor gravedad, y en que hay sobrada audacia en dar avisos a los Consejeros del Pueblo…”
Esa reforma que plantea Bolívar lo lleva a mostrar el Gobierno Británico como ejemplo en dos realidades: una, a través de la figura del funcionariado de carrera, es decir, el legislador que entre a formar parte de la institución de la República y se vaya formando con ella, haciéndolo vitalicio pero a su vez altamente comprometido con el Gobierno y sus Instituciones; y que la elección de los máximos representantes del poder ejecutivo, Presidente y Vicepresidente, venga de una selección pensada y negociada de segundo grado en las instancias de la Asamblea de ciudadanos. Él no estaba pensando en Aristocracia o Monarquía, solamente tomaba el modelo inglés de organización política para manejar un Estado naciente cuya característica debía ser el poder en manos de la soberanía popular y las instituciones bajo un régimen centralizado que evite los defectos que para Bolívar traía la federación, por su debilidad e inutilidad para gobernar en el contexto histórico y político venezolano durante la Guerra de Independencia.
Al respecto expresó Bolívar en el Discurso de Angostura: “El sistema de Gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política. Por las Leyes que dictó el primer Congreso tenemos derecho de esperar que la dicha sea la dote de Venezuela; y por las vuestras, debemos lisonjearnos que la seguridad y la estabilidad eternizará esta dicha. A vosotros toca resolver el problema. ¿Cómo, después de haber roto todas las trabas de nuestra antigua opresión podemos hacer la obra maravillosa de evitar que los restos de nuestros duros hierros no se cambien en armas liberticidas? Las reliquias de la dominación Española permanecerán largo tiempo antes que lleguemos a anonadarlas: el contagio del Despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables Leyes, han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. El hombre, al perder la Libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu…”
De este modo, Bolívar hace alusión a un “…Gobierno Republicano (que) ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía del Pueblo, la división de los Poderes, la Libertad civil, la proscripción de la Esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas. Luego, extendiendo la vista sobre el vasto campo que nos falta por recorrer, fijemos la atención sobre los peligros que debemos evitar…” En este sentido Bolívar subraya: “…Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia, y que las escuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las Naciones con Leyes propias, justas, legítimas, y sobre todo útiles; no olvidando jamás que la excelencia de un Gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la Nación para quien se instituye…”
Esa naturaleza se refiere a la idiosincrasia, a la cultura de un pueblo y a su vocación democrática y sus deseos de libertad: “…No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la Libertad absoluta se desciende siempre al Poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema Libertad social. Teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una Libertad ilimitada…”
Se necesita, a grandes rasgo, expone Bolívar, formar un Gobierno cuya base sea el “…espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacía dos puntos capitales, moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos puntos, son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos, es la restricción, y la concentración recíproca a fin de que haya la menos frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es al ensancha el progreso de las luces…”
La razón del Discurso de Angostura, para Bolívar, era presentar un diagnóstico que a su entender era “prolijo y fiel” de la Administración Política, Civil y Militar, de aquellos días de comienzos del siglo XIX, pero a su vez motivar a los legisladores a que a su juicio “ve venir” lazos de centro, de emporio a la familia humana, enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro, distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo, “…comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el trono de la libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno…”
Así mismo, el 24 de julio de 1783, marcó el nacimiento de un hombre de cualidades extraordinarias, que lograron construir una vida épica en razón de su deseo por liberar a su tierra del yugo opresor del Imperialismo; ese hombre extraordinario consolidó en la pieza oratoria del Discurso de Angostura un referente para la historia que valorara lo que había en ese momento en la vida pública y nacional de los pueblos, y en lo que se convertirían una vez de consolidado el proceso de independencia con la batalla de Carabobo. Tal cual lo resalta Néstor Kohan, escritor argentino, es un Discurso donde Bolívar ensaya una propuesta institucional en la cual sentencia que el sistema de Gobierno más perfecto es aquel que satisface las necesidades de la gente y da la mayor suma de estabilidad política, porque partiendo de estos elementos es posible asegurar la paz.