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¿Dónde está la confianza?

La confianza es el vínculo que hace posible la noción de sociedad, entendida como vida en común, quehacer colectivo, convivencia. Es tan fundamental la confianza, que en el plano individual, es el soporte psicológico necesario en muchos casos para la acción, la seguridad y la autoestima, que se proyecta luego en la compleja red de relaciones e interacciones que hacen posible el gregarismo, o la conciencia del otro.

La confianza nace del espacio filial primario, la familia, luego se reproduce en los lazos de amistad y compañerismo,  y después se va extendiendo según la experiencia, las expectativas cumplidas y todo aquello que pueda reforzarla o debilitarla.

La idea de “Capital Social”, expresa el rol de la confianza en sociedades cuyas redes de solidaridad y voluntariado suponen un valor agregado desde el punto de vista institucional, para el crecimiento económico y el desarrollo humano. La misma idea de “microfinanzas” por ejemplo, surge no como demagógica ayuda paternalista de un Estado ansioso de clientela cautiva, sino de un cambio radical en el mundo de la banca, que sustituye los activos o garantías como requisitos crediticios por el aval moral o solidario de vecinos y amigos, en el apoyo a sectores pobres pero deseosos de emprender y superarse económicamente.

Por ello, es una señal de alarma y tragedia, el hecho de que sean los gobernantes de un país, quienes ejercen los poderes del Estado, los judiciales y los de seguridad, los que menos confianza generen en la población. La manipulación, la mentira y la falta de transparencia que han caracterizado durante años la gestión de la “revolución” en la administración de los recursos del país en todos los órdenes, la escasez, la inseguridad y la impunidad creciente, nos han traído a una suerte de descreimiento y duda generalizada, de anomia creciente, sobre la capacidad de quienes gobiernan de lograr algún cambio.

La mitomanía salpica el discurso presidencial, expresión de la asfixia democrática de la República, y del oprobioso, sectario y totalitario gobierno cuyo diminuto dedo ya no puede tapar el sol de una realidad que confirma en la humillación de las colas, el caos, la violencia y la corrupción, el descaro de promesas reencauchadas ante la quiebra y saqueo del fisco nacional.

Poca confianza se genera, y se respira si quienes deben ser ejemplo de rectitud, probidad y respeto a la ley, la violan cotidianamente, caminando en la cuerda floja de lo delictual. Confiamos así, en quienes integran nuestro círculo personal, familiar, de amistad y trabajo cercano, en una lucha permanente contra todas las razones que últimamente nos han llevado, casi inercial e instintivamente, en plan de sobrevivencia, a desconfiar de todo y de todos.

¿Dónde está la confianza? En la transparencia. Responsabilidad. Sensatez. Tolerancia. Respeto. Palabras extraviadas en el abismo de un delirio que se aferra al poder.

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