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Destruyendo la memoria histórica de Caracas

La Asamblea Nacional suele procesar y aprobar sendas solicitudes de crédito adicional orientadas a la recuperación o rescate de los espacios de valor patrimonial en Caracas, aunque no ocurre con el resto del país, por lo menos, frecuentemente. Una de ellas, a modo de ilustración, considerada el día 18 de los corrientes, remonta los 33 mil millones de bolívares viejos destinando una parte para la “recuperación de edificaciones patrimoniales” o “rescate de lugares o espacios públicos de alto valor patrimonial” que, por cierto, le da cierto soporte moral a las otras solicitudes para la ciudad: asfaltado (¿arrasaron con las partidas de mantenimiento vial?), rehabilitación eléctrica de un estacionamiento (¿por qué el Estado incumple con su parte del condominio en Parque Central?), sustitución de rancho por vivienda (¿hay ranchos luego de dieciséis años de un mismo gobierno?).

El caso está en la recuperación o rescate de los espacios de valor patrimonial, aunque no precisan cuáles y, menos, los que son susceptibles de la debida restauración, más no remodelación. Por lo demás, nuevamente hallamos la figura de una fundación como beneficiaria del dineral que no, una institución caracterizada también por sus investigaciones y decisiones sometidas – sencillamente – a los recursos administrativos que los afectados puedan interponer.

Lo peor es que se dicen campeones de la memoria de la ciudad, mientras que en las cercanías del Palacio Legislativo hay testimonios muy elocuentes de la criminal indiferencia ante los valores históricos y arquitectónicos de la metrópoli. Con la célebre Ciudad Saigón, así denominada por entonces, obtuvimos la fórmula del delito calculado: dejaron que se deteriorase por años hasta justificar un gasto inmerso de remodelación, concediéndonos una diferente Plaza Diego Ibarra.

Lo denunciamos en la cámara, están las viejas sedes de la Corte Suprema de Justicia y de la Biblioteca Nacional en deplorable situación de ruindad, como si esperasen a lo indecible para gastar en una caricatura. Antes, lo dijimos, el famoso cine Rialto que llegó al colmo de una onerosa y radical modificación presta para la reescritura del pasado.

Insistimos en otra particularidad: la vieja sede del SAIME que se ha convertido en un estrepitoso farallón publicitario que, por una cara, al bajar la avenida Baralt, exhibe un gigantesco retrato del extinto presidente, y, subir, otro del sucesor. Semejante proeza le hubiese garantizado el solio ministerial al director del servicios de identificación, pero bastará con una premiación alternativa: el Nacional de Anti-Arquitectura, el Nacional de Publicidad o, lo más probable, el Intergaláctico de Vallas, porque rompió con el diseño el viejo inmueble que armonizaba con el complejo del Centro Simón Bolívar, en un centro caraqueño que despertó tanta admiración y curiosidad de legos y especialistas.

 

@LuisBarraganJ

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