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De Felipe González a Robert Corker

A primera vista no parecería haber mucho en común entre el ex-presidente del gobierno español, Felipe González, y el actual presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU, Robert Corker. El primero es un socialista europeo con mucha experiencia en asuntos latinoamericanos y especialmente venezolanos. Y el segundo es un conservador del partido Republicano, con muy poco faenar en esos mismos asuntos. González cultivó muchas amistades en Venezuela, desde Carlos Andrés Pérez hasta Hugo Chávez, y ese no es el caso del senador Corker.

Ambos han estado de visita en nuestro país en tiempos recientes. Y ambos, luego de sus respectivas visitas, expresaron públicamente que Venezuela está siendo destruida. Felipe González declaró en rueda de prensa que Venezuela se encuentra en un proceso de destrucción, y Robert Corker manifestó en un comunicado oficial que Venezuela va por un camino destructivo. De tal manera que algo tienen en común estos personajes: su visión sobre el curso de destrucción que lleva este país.

En esa apreciación no están solos, desde luego. Gran parte de los extranjeros que tienen oportunidad de venir a Venezuela, se llevan esa misma impresión. No todos, claro está, porque la hegemonía tiene sus acompañantes internacionales, algunos de los cuales frecuentan mucho estos lares y aprovechan con afán sus estadías y sus asesorías. Y además de los extranjeros, una parte muy considerable de los venezolanos también comparte la apreciación sobre la destrucción de Venezuela. En realidad, la padece y cada vez con más agobio.

La percepción sobre el proceso destructivo venezolano, en lo político, económico y social, se fundamenta en la realidad. No es obra de la propaganda negra o de sesgos o filtros ideológicos. Surge de los hechos y las evidencias. Como por ejemplo el que se cometan cerca de 25 mil asesinatos al año. O el que se tenga la más elevada tasa de inflación del mundo. O el que la escasez generalizada obligue a largas colas para tratar de adquirir alimentos o medicinas básicas. O que el deterioro de los servicios públicos llegue a los extremos de colapso en diversas funciones y regiones. O el que la delincuencia organizada esté cada vez más empoderada en variadas estructuras del poder establecido.

Cada uno de estos hechos, aisladamente considerado, sería suficiente para encender las alarmas sobre un proceso de destrucción nacional. En cualquier país del mundo. Y en Venezuela se dan todos a la vez, junto a muchos otros factores de similar gravedad. Razón por la cual, no es que Venezuela atraviese un mal momento, o sufra una crisis de especial intensidad, incluso en términos históricos. Es mucho más que todo eso. Es que la nación venezolana está siendo destruida por una hegemonía despótica y depredadora. Y si no lo entendemos, no entendemos nada.

Desde perspectivas muy disimiles, Felipe González y Robert Corker han coincidido al respecto. No puede ser de otra manera. La destrucción de Venezuela ya no puede esconderse detrás de la retórica y la manipulación.

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