El Editorial

Asesinar en el nombre de Dios

Basta recordar cuántos murieron en las cruzadas y luego en las guerras religiosas entre católicos y protestantes.

Se podía suponer que después de los horrores del Holocausto, la razón al fin prevalecería en los seres humanos y que las guerras por religión o razas serían cosas del pasado.

Lo que está ocurriendo en algunos sectores del Medio Oriente, e incluso en otras partes del mundo, podría ser considerado tal vez como una nueva cruzada pero esta vez no en nombre de la Cruz sino de la Media Luna.

Es difícil creer y mucho menos aceptar que Dios se haya comunicado con algunos humanos para decirles que impongan a sangre y fuego una única y verdadera religión.

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3 comentarios

  1. El tema de la(s) religión(es) es universal. Desde las tribus mas primitivas a las civilizaciones mas avanzadas siempre ha estado presente y si bien es el mecanismo que une al hombre con la idea de Dios, también no es menos cierto que su practica es esencialmente un acto privado e íntimo, aunque compartido por todos nosotros tanto social como culturalmente no importando el nombre que le demos. Pero, también no es menos cierto que tal concepto esta indisolublemente unido a la noción de poder y como tal, ha sido usado indiscriminadamente por el hombre para imponer su voluntad sobre los demás. Dios no tiene nada que ver con lo que el hombre hace o deshace en su nombre para realizar o acometer actos tanto encomiables como deleznables.

    El tema es tan apasionante que hasta guarda relación con la trascendencia del espíritu (alma) después de la muerte. Un hombre tan santo como Juan Pablo II declaró en una oportunidad que había practicado un exorcismo en una de las dependencias del Vaticano y luego en otra oportunidad, también afirmó algo de suprema importancia teológica al afirmar que las nociones de cielo e infierno no eran tales, sino una especie de estado en donde el alma se compenetraba con Dios hasta el infinito de la atemporalidad, con lo que relativizaba los conceptos del bien y del mal y los de premio y castigo porque hacía inexistente la creencia antigua del cielo y el infierno.

    Nuestra Iglesia cometió actos barbáricos en su momento para propagar la FE en una época donde ello era posible, pero han pasado 2000 años y superó tales contradicciones. Hoy es una institución vetusta y mas sabia donde lo social pareciera ser el centro de sus preocupaciones, universalmente aceptada y respetada, pese a los escándalos lamentables que el Papa Francisco lucha por corregir. Pero que decir de lo que sucede en el Medio Oriente donde la violencia oscila entre el fundamentalismo islámico y el renacer de el Califato ?. Hay quienes opinan que el Califato se mueve planificadamente en función de una lucha político – religiosa modernizada o actualizada, y que no descuida lo económico como un medio de acceder a los recursos petroleros y la acumulación de riqueza para relanzar sobre bases materiales su proyecto de expansión y control sobre el mundo islámico. De ser así, estaríamos enfrentando un enemigo muy peligroso que en modo alguno podemos subestimar.

    La decadencia y declive de la cultura occidental, imbuida dentro de un materialismo inmediatista ha ablandado las creencias en torno a la idea de Dios y el papel de la religión en nuestro mundo moderno ; al punto, de que lo religioso juega un rol secundario y accesorio y tanto es así, que nuestra Iglesia ve mas futuro dentro del proceso evangelizador en el mundo asiático, especialmente en la China, donde la FE esta logrando avances importantes para el catolicismo.

    Lo cierto es que debemos temer y desconfiar de los que en nombre de Dios pretenden justificar el crimen sistemático de los que no piensen igual o no practiquen la misma FE. Tal vez, aquello de las profecías y el fin del mundo no sean precisamente »cuentos de camino».

  2. Aterrador el afán de destrucción a través del fraude de la religión islámica, que no es tal sino la voracidad por dominar y aplastar al mundo. Ningún otro credo ataca y se impone a muerte, tampoco son exhbicionistas, congregando a multitudes para orar en las calles. Antiguamente, se vencía a los moros con batallas a caballo
    y con lanzas. Hoy en día una guerra nuclear sería catastófica, fin de mundo, como señala Pons al final de su
    comentario. El mundo bajó la guardia con los musulmanes, dejándose invadir por los mismos sanguinarios moros, quienes no contemplan superarse, renovarse y evolucionar. Se comenta que el Corán es una copia burda de la Biblia y de la Torá hebrea.

  3. Religión, nacionalidad y raza son tres grandes males de la humanidad. En nombre de ellas se ha matado y oprimido desde tiempos inmemoriales y se seguirá haciendo.

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