Rómulo Gallegos, el maestro
Rómulo Gallegos es el novelista más importante y exitoso de Venezuela. Es posible, como mucha gente afirma, que en ello interviene en forma determinante el que haya sido Presidente de la República y uno de los fundadores de Acción Democrática, el más notable de los partidos de masas que ha tenido Venezuela. Pero la política no debe intervenir en nada que tenga que ver con la literatura, porque todo se deforma. Si Gallegos no hubiera sido Presidente de Venezuela ni fundador de AD seguiría siendo la estrella de primera magnitud de la novelística venezolana. Eso lo han admitido hasta los críticos más comprometidos con la izquierda en Venezuela.
Nació el 2 de agosto de 1884 en la esquina de Zamuro, que en esa época era una zona de clase media de Caracas, y murió también en Caracas el 5 de abril de 1969. Sus padres fueron Rómulo Gallegos Osío, aragüeño, y Rita Freire Guruceaga, de familia carabobeña. Niño aún fue inscrito en el Seminario Metropolitano, donde estuvo menos de dos años (1894-1896) debido a la muerte de su madre y a que debía ayudar a su padre en su trabajo.
En 1898 entró al Colegio Sucre, de José Manuel Núñez Ponte. En 1902 se inscribió en la Universidad Central de Venezuela para estudiar Derecho, pero tres años después dejó los estudios. Su aventura de escritor ya había empezado como corredactor de un semanario llamado El Arco Iris, en el que publicó sus primeros ensayos (1902). En 1906 entró a trabajar como jefe de estación en el Ferrocarril Central, en Caracas. Tres años después, coincidiendo con la caída de Cipriano Castro y la llegada al poder de Juan Vicente Gómez, que se anunciaba como una apertura democrática, estuvo entre los fundadores de La Alborada (1909). Allí publicó Hombres y principios, uno de sus ensayos más analizados.
En 1912, poco antes de que Gómez se decidiera por la vía de la dictadura, Gallegos fue nombrado director del Colegio Federal de Varones, de Barcelona, y poco después se casó por poder con la mirandina Teotiste Arocha Egui. Poco después, cuando murió su padre, recibió el nombramiento de subdirector del Liceo Caracas, en donde estudiarían muchos de los personajes de la Generación del 28. Luego de una etapa en la educación normal, fue designado director del mismo Liceo Caracas (que hoy es el Liceo Andrés Bello), cargo que ocupó entre 1922 y 1930, cundo su influencia arropó a hombres como Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Isaac. J. Pardo, Jóvito Villalba, etc., los de la Generación del 28 que tanto le darán a Venezuela en el siglo XX. Su carrera literaria se había iniciado en 1910 con la publicación de varios cuentos en El Cojo Ilustrado, y siguió adelante en el mismo género, hasta la publicación de su primer libro, Los aventureros, en 1913. Es el mismo año de la aparición de varias obras importantes, como los Cuentos escogidos de Julio Calcaño y Política feminista, de José Rafael Pocaterra, que después cambió su título a Doctor Bebé. Luego de un silencio de siete años, en 1920 publicó su primera novela, El último Solar (que tiempo después se reeditaría como Reinaldo Solar), una obra que no tiene aún la profundidad y la maestría de las obras galleguianas, pero que llamó la atención de la crítica literaria de su momento. En 1925 aparece su segunda novela, La trepadora, ya más madura, con personajes arquetípicos, como Victoria Guanipa, que en cierta forma anuncia a Doña Bárbara. La obra es universalmente alabada y ya anuncia al gran novelista que será Gallegos.
Un primer viaje a Europa, motivado por la salud de su esposa, amplía su visión del mundo. Escribe en ese tiempo La Coronela, que es un verdadero embrión de Doña Bárbara, que se convertirá en la primera gran obra de su autor, especialmente cuando gana el premio de Novela del mes, que da a conocer al nuevo autor en todo el mundo hispanoparlante y lo convierte en uno de los grandes cultores del género. Doña Bárbara (1929) es, sin duda, la obra venezolana que más éxito ha tenido en el tiempo. El autor la concibió durante un viaje a los Llanos occidentales emprendido en 1927. En Apure recogió varias historias y tomó como modelos varios personajes populares que le sirvieron para la composición de la obra. Sirvió también para que el dictador decidiera nombrarlo Senador por Apure, razón por la cual decidió exilarse y se radicó en Barcelona de España, en donde entró en contacto con dos de sus antiguos alumnos, expatriados ambos en Europa y estudiantes los dos de medicina: Isaac J. Pardo y Rafael Vegas, así como con otro joven que no había sido su alumno pero se convirtió en su protegido: Carlos Delgado Chalbaud. En España escribe su siguiente novela, Cantaclaro (1934), también sobre tema llanero y para muchos estudiosos la mejor de sus creaciones, pero que no alcanza el mismo éxito que Doña Bárbara, que se había convertido en un verdadero mito de la literatura venezolana. Canaima (1935), que Domingo Miliani califica como “la mejor estructura narrativa producida por el maestro del super-regionalismo”, no hizo otra cosa que afirmar la posición de Gallegos como primer novelista venezolano y uno de los primeros del continente. Las otras Pobre Negro (1937), El forastero (1942) y Sobre la misma tierra (1943) intentan completar el plan del escritor de cubrir el territorio venezolano con sus obras, lo que se verá roto por su exilio (1948-1958), que lo llevará a escribir y publicar dos obras extranjeras: La brizna de paja en el viento (1952), de tema cubano, y Tierra bajo los pies (1972), de tema mexicano, que no alcanza en realidad a ser mucho más que un proyecto inacabado. Entre 1910, cuando escribió El motor, obra que sería llevada a escena por Javier Vidal en 1985, y 1915, cuando produjo Los ídolos, Los predestinados y El milagro del año, Gallegos pensó seriamente en dedicarse a la dramaturgia. Un guión de cine, La doncella, cuyo tema es el de Juana de Arco, fue publicado como obra teatral en México en 1957. La vida política de Rómulo Gallegos es mucho menos importante que su vida literaria, y, a mi juicio, lejos de favorecerlo para promoverlo como escritor, que es algo que ha sostenido mucha gente contraria a su posición política, terminó perjudicándolo. Su vida política fue simple y complicada a la vez. Por el éxito de Doña Bárbara, obra que hasta el general Juan Vicente Gómez admiró, fue designado Senador por el estado Apure, pero prefirió irse del país y renunciar como una forma de manifestar su posición a favor de la democracia. Instalado en Barcelona, sus antiguos alumnos recibieron su influencia en pro de la democracia. Luego de la muerte de Gómez, ya en Venezuela, fue brevemente ministro de Educación del general Eleazar López Contreras, después fue diputado por el Distrito Federal, y en 1941, concejal y presidente del Concejo Municipal de Caracas. Fundó, con Rómulo Betancourt y varios de sus antiguos alumnos, el partido Acción Democrática, que se convertiría en la mejor organización de masas que ha tenido el país. Aun cuando era presidente del partido, no participó directamente en la conspiración que derrocó al general Isaías Medina Angarita, pero fue el candidato de AD en 1948 y se convirtió en el primer presidente electo por votación universal, directa y secreta. Apenas ejerció la presidencia por nueve meses, pues fue derrocado por un golpe militar el noviembre del mismo año 1948. Luego de un exilio duro, en Cuba y en México, regresó a Venezuela a raíz de la caída de la dictadura, en 1958. Pero su regreso fue muy triste porque en el exilio había muerto su esposa. No participó activamente en la política, pero pudo ver el gran triunfo electoral de dos de sus amigos y discípulos, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, así como el perfeccionamiento del sistema democrático con el triunfo de un candidato de oposición en 1968. Sus libros han sido traducidos a muchos idiomas y se le considera el máximo exponente de la literatura venezolana y una de las grandes estrellas de la hispanoamericana, sobre todo en la novelística. Sobre su obra han escrito libros, entre otros, Felipe Massiani, Lowell Dunham, Ulrich Leo, Orlando Araujo, Juan Liscano, Ángel Damboriena, Pedro Díaz Seijas y muchos más. Varios de ellos, por cierto, de ideología muy distante a la de Gallegos, lo que demuestra el peso y el valor de su tra