Cultura

El Otoño del Patriarca: Del Chamán al Dictador

El Otoño del Patriarca, prosa poética, publicada tras Cien años de Soledad (1967), por Gabriel García Márquez (1927-2014), fue una respuesta creativa para evitar convertirse en un hacedor de novelas seriadas, que narrarían las ensoñaciones de Macondo, metáfora del existir latinoamericano. Deseaba renacer como escritor, ir al corazón del continente, tras haber vivido en su piel. Para ello, crea una sintaxis personal, que se hace eco de la huella del dictador Latinoamericano, como tara histórica de nuestra la paradójica realidad.

“La imaginación no es sino instrumento de elaborar la realidad. Pero la fuente de creación al fin y al cabo es siempre la realidad” (Gabriel García Márquez, Editorial Diana, México, 1993.p.62).

Cada novela del arataquense, es un proceso de conocimiento de la realidad y de autoconocimiento. La literatura despierta ecos insospechados en su creación y en la imaginación del lector, que llevan hacia la comprensión de sí mismo y del mundo. Este impulso cognoscitivo da unidad a esta vasta y paradigmática obra, a pesar del deseo de enterrar en el Otoño del Patriarca y sus diversas reescrituras a la avasallante huella de Cien Años de Soledad y el realismo mágico de lo cotidiano. No lo logra completamente, pues diversos vínculos temáticos las siguen uniendo. Así, las primeras líneas de la saga de Macondo es el fusilamiento de Arcadio Buendía y termina con su muerte. Al igual que las primeras líneas del Otoño del Patriarca adentran en la trama al lector el acercamiento a la muerte del dictador, y que llega a su fin con la segunda muerte del benemérito entre la soledad del poder.

“El dictador es el único personaje mitológico que ha producido América Latina, y su ciclo histórico está lejos de estar concluido” (El Olor de la Guayaba, ob.cit.p.62)

Del Chamán al Dictador:

¿Cuánta de nuestra realidad se encuentra atrapada en estas páginas, que eluden el punto final, abusan de la coma y del punto y coma? Metáforas estructurales de nuestra inmadurez política. Esta sintaxis provoca que las voces narrativas se multipliquen y sean de difíciles identificación, logrando transmitir un sorpresivo y poético ritmo a la prosa. Al igual que la historia, está narración se integra de muchas voces. La dictadura y el autoritarismo como salto atávico han dominado el devenir de los países caribeños, destino al que aun no se le ha puesto punto final. Esta forma de ejercicio y de ser gobernado, ha pervertido el destino de parte de América latina, sustituyendo la democracia por la retórica política y la arbitrariedad.

“Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tierna y tibia brisa de muerto grande y de podrida grandeza”. (Gabriel García Márquez, El Otoño del Patriarca, Barcelona, Mondanari,1999, p.7)

La repetición amplificada de esta temática, transmite a la novela una estructura cíclica propia de la mitología. Las palabras del dictador se mutan en sacras, a través de la sumisión ideológica y del dominio de los medios, pues desea refundar la realidad a través de la ilusión retórica. A diferencia de los chamanes, primeros narradores de la humanidad, creadores de los mitos fundacionales de los cimientos de la humanidad y de las civilizaciones. En sus inspirados cantos, usaron la repetición por razones que van más allá de la nemotecnia, pues tiene una función cosmogónica, al buscar retornar al origen para impregnarse de su fuerza primigenia. Lo hecho y deseado se materializa con el vigor del nacimiento del cosmos. Igual ocurre con los mitos políticos fundacionales de una nación, se recurre a ellos para legitimar y enraizar en el imaginario las estructuras de sumisión.

En este universo literario el mito de origen o cosmogónicos que da origen a esta novela, es El Otoño del Patriarca o su muerte. Personaje que adquirió rasgos sagrados, que utilizó su arbitrario y cruel ejercicio de poder sobre un país caribeño. Él esta más allá de lo humano. No en vano en la novela muere dos veces. La primera a través de su doble Patricio Aragonés, el soplador de botellas. Este incauto aprovecho su parecido con el patriarca otoñal, disfrazándose de él, para pregonar sus falsos poderes de sanación, hacer milagros y vivir de ellos.

“… una falsa carroza presidencial andaba por caminos de indios haciendo un próspero negocio de suplantación.., iba echando puñados de sal a los enfermos arrodillados en la calle…”(El Otoño del Patriarca, op.cit. p.16)

Transmite sin desearlo, roles sacros al General, acercándolo al espacio y tiempo del milagro. El patriarca no ejecuta al suplantador, sino usa a este doble movido por la lógica del poder, y adquiere nuevos dones como la omnipresencia. Esto potencia su poder y le transmite una nueva dimensión, un aura que no tenía debido a su falta de carisma.

“…, pues siempre parecía que se desdoblaba, que lo vieron jugando domino a las siete de la noche, y al mismo tiempo lo habían visto prendiendo fuego a las bostas de vaca”. (El Otoño del Patriarca, op.cit. p.15)

Suceso que se transforma en otro episodio más de un mito: la inmortalidad del Patriarca otoñal, al ser Patricio Aragonés asesinado por un dardo envenenado, y su cadáver ser visto por todos. Cual Lázaro aparece en la reunión de ministros donde se repartían el botín tras su muerte. Así, acaba con todos los que se oponían a su dictadura asesinándolos:

“… con el júbilo de muerte, de la metralla, la fiesta carnicería de la guardia presidencial que cumplió con mucho gusto y mucha honra mi general su orden feroz de que nadie escapara con vida…”( El Otoño del Patriarca, op.cit. p.40)

Esta aparición le da rasgos de psicobombo, conocedor de la muerte y sus caminos, y de sanador iluminado que retorna el alma al cuerpo. El patriarca asume roles propios del chamán, y redimensiona su poder y su carisma. El don de sanador lo ejerce cotidianamente en los leprosos y enfermos que viven en los rosales de la casa presidencial, a la espera de recibir de sus manos las sales curativas que le devolverán la salud.

Don completamente opuesto al de la monja Leticia Nazareno, raptada, secuestrada y convertida en madre de su escuálido hijo, quien al tocar las flores con sus manos las secaba, al igual que cortaba la leche. Sus dones no son los de eros, los instintos primaverales de la naturaleza, sino están asociados a tanatos, la muerte. Tanto ella como su hijo mueren devorados por una jauría de perros negros.

“..escogía las frutas más apetitosas y las legumbres más tiernas que sin embargo se marchitaban en el instante en que ellas las tocaba, inconsciente de la mala virtud de sus manos que hacían crecer el musgo en el pan todavía tibio…”( El Otoño del Patriarca, op.cit. p.203)

Se crea así una dualidad entre ambos, que se convierte en una relación triangular con los rasgos de transmutadora o maga, de Bendición Alvarado, madre del patriarca. Dedicada al arte de pintar pájaros para transformarlos en aves exóticas e intentar venderlos. A la progenitora del dictador, el escritor le da un rol de ilusionista, engañadora, maga. Tributos propios del creador, al dar nacimiento a realidades alternas.

Bendición vive parte de su vida, en este incrédulo intento, entre pajareras, pájaros, pinceles y óleo, podría en estos episodios el Gabo estar haciendo referencia al rol del pintor, del creador, o incluso refiriéndose humorísticamente a algunos de sus amigos artistas. A través de este don el arte es capaz de transformar la realidad, al darle sentido a los abismos existenciales gracias a la acción creadora y la contemplación estética.

No menos milagrosa que él podría ser su madre, que lo había dado a luz sin conocer hombre. Tras la muerte de Bendición, su cuerpo se mantuvo incorrupto en la peregrinación de su ataúd por su país, y al tocarlo los lisiados comenzaron a caminar, y los enfermos a sanar…

“..estaban llegando en tumulto desde el semillero de islas del Caribe cautivadas por la noticia de que el alma de su madre Bendición Alvarado había obtenido de Dios la facultad de contrariar las leyes de la naturaleza, vendía hilos de mortaja, vendía escapularios…”( El Otoño del Patriarca, op.cit. p.17)
Busca el solitario patriarca apoyo de la iglesia, para canonizar a su santa madre. Así llega el monseñor Demetrio Aldous, es enviado a investigar los milagros hechos por su bendita progenitora, tras una larga indagación todo resulta ser una farsa, que desmitifica el origen del general y lo enfrenta a la verdad. Ante esto, declara la canonización civil de su madre, opta por el camino de la manipulación del imaginario y la religiosidad popular, como es propio de todo régimen dictatorial.

Estos rasgos míticos y sacros legitiman su dictadura más allá de la realidad, y le dan un manto divino, que recuerda las monarquías y las dictaduras caribeñas. A diferencia de estos caudillos, Juan Vicente Gómez no llegó con su atroz dictadura a los extremos de buscar la divinización, pues tenía la sagrada guardia pretoriana que montaban en caballos sin herrar, para no ser oídos cuando irrumpían sorpresivamente en casa de cualquier enemigo del benemérito. Adiestrados para cabalgar y a su vez disparar certeramente desde su montura. Nuestro bagre no tuvo estas debilidades, pero no podemos afirmar lo mismo del ex presidente Chávez, con sus mediáticos actos para contaminarse de la sacralitud de los fundadores de la república, como fue el cirquense acto de exhumar los restos del Libertador. Acciones que se complementan con el misterio que rodea su muerte, nunca esclarecida y su destino post-morten como es su sepulcro en el museo o cuartel de la montaña, donde yace como durmiente, a la espera de resucitar en el imaginario político de sus creyentes.

El escritor de Aracataca, logra acércarnos a la psicología y rasgos del dictador caribeño, de manera cruda e irónica. Cómo no reconocer en este patriarca otoñal rasgos de dictadores como Fidel Castro, la decrepita vejez, la mirada lunática, recordándonos a los Patricios Aragonés caribeños, que habrán tenido que dar su vida para crear el mito de longevidad del dictador de la isla de la felicidad.

En la novele, las Imágenes de la muerte vuelven una y otra vez para tramarse con la vida del patriarca. ¿Cuál es la intención narrativa de este recurso? ¿Será, acaso, que Latinoamérica vive aún atrapada en los mitos fundacionales y no ha logrado asumir su historia y su realidad a cabalidad? Expresión de esto es la figura dominante del dictador, uno de los grandes obstáculos al continente para encontrar su destino.

Bibliografía

Gabriel García Márquez, Vivir para Contarla, Editorial Diana, 2002
Gabriel García Márquez, El Otoño del Patriarca, Mondanari, Barcelona, 1999.
Gabriel García Márquez, El Olor a la Guayaba, Editorial Diana, México, 1993

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