Enfermo terminal: Derecho a una muerte digna
El avance de la medicina ha permitido aumentar los años de vida. El desarrollo de la terapéutica médica ofrece inmensas posibilidades de supervivencia, pero hace difícil el manejo de condiciones en que la muerte es inevitable y en las que solo queda medidas heroicas o esperar la muerte. Los avances han permitido salvar muchas vidas que recuperan su calidad de vida pero también prolongar la vida innecesariamente a costa de sufrimiento del paciente. Al aspecto luminoso de la medicina que ayuda a más personas a vivir mejor, se le agrega un aspecto oscuro que prolonga la vida del paciente inmisericordemente. Medidas motivadas por la buena intención y avaladas por la ciencia a veces impide que un paciente descanse de su sufrimiento, y lo mantiene atado a este mundo sin tomar en cuenta su calidad de vida. Resulta duro decirlo pero con algunos pacientes terminales el remedio es peor que la enfermedad.
El paciente moribundo muchas veces se encuentra solo con su deseo legítimo de acabar el sufrimiento y acercarse calmadamente a una muerte digna. Teme herir los sentimientos de familiares, médicos y personas queridas expresándoles su deseo morir. En esos momentos la presencia del psiquiatra puede ser importante para facilitar ese proceso. Compartir los pensamientos más íntimos en forma abierta puede producir un gran alivio. Una persona que puede acompañar a bien morir, cuando no queda otra alternativa puede ser de gran ayuda espiritual. Acompañar a un paciente a morir dignamente es una actividad que puede realizar un psicoterapeuta con sensibilidad y humanismo.
El psiquiatra o Psicólogo Clínico no solo puede ayudar al paciente en este doloroso transito sino a la familia para que aprenda a acompañar al paciente en forma apropiada en sus últimos momentos. La importancia de cerrar el fin de la vida en paz es esencial. Durante el período terminal es necesario que el paciente y la familia se unan en torno a un objetivo común: hacer de ese momento una despedida en paz y no un sufrimiento y una agonía. En medio del dolor de la pérdida hay que acompañar al paciente a despedirse de este mundo. Con un respeto absoluto a la condición humana y una vez agotadas todas las medidas sensatas de supervivencia lo mejor es encontrar alivio en el disfrute de la compañía del otro para la despedida.
El paciente cuando comprende que su fin está cerca encuentra paz acercándose a los suyos, a lo espiritual y religioso. Saber poner límites al acto médico bien intencionado pero ya no efectivo es el derecho de todo paciente terminal, y en eso hay que apoyarlo y ayudarlo. No forzar más allá de lo necesario. El que muere merece respeto. Ser médico implica comprender que es la calidad y no solo la cantidad de vida lo que buscan nuestros pacientes. A los médicos nos toca permanentemente enseñar a vivir, pero tenemos que entender que también es importante enseñar a morir.