Salud y Bienestar

Alfred Kinsey: sexualidad femenina y la intolerancia

En 1948, Alfred C. Kinsey (1894-1956), profesor en la Universidad de Indiana (Estados Unidos), publicó un libro controversial: Sexual Bevavior in the Human Male . Cinco años después, circuló una obra similar, pero referida a la mujer. Aunque el estudio fue publicado en septiembre de 1953, algunos de sus resultados principales fueron conocidos un poco antes ya que, a partir del 20 de agosto de ese año, periódicos y revistas de diversas partes del mundo estaban autorizados para revelar esos avances.

La Nación estuvo entre los medios de comunicación que se sumaron a esa tarea difusora, por lo que, en su edición del día indicado, incluyó “Comportamiento sexual de la hembra humana”, un extenso artículo de John Geiger, redactor de asuntos científicos del International News Service.

Dicho artículo fue publicado en la página 16, pero, ya en su primera plana, el periódico destacó algunos de los resultados principales del estudio de Kinsey: entre otros, que por lo menos un 50 % de las mujeres analizadas tuvieron relaciones sexuales prenupciales con uno o más hombres, que un 25 % de las entrevistadas había cometido adulterio, y que el 90 % había permitido “escarceos y caricias”. Además, el artículo resaltó que la verdadera educación sexual se efectuaba “en los portales de las casas y en los automóviles estacionados en cualquier parte”.

De todo lo indicado podía concluirse que “las mujeres norteamericanas están en rebelión contra los conceptos tradicionales de la virtud y la castidad, y están logrando un nuevo molde de libertad sexual”.

El arzobispo. Ese mismo 20 de agosto, el arzobispo de San José, Rubén Odio, envió un telegrama al director de La Nación , Ricardo Castro Beeche, en el que manifestó: “respetuosamente le ruego aceptar mi protesta por la publicación que aparece hoy en primer lugar en ‘La Nación’ pues considero que ofende el honor de la mujer costarricense, atenta a la estabilidad de la familia y se encamina a pervertir el sentido de la moral cristiana y aun de la moral natural”.

Dada la posición del prelado, La Nación envió a uno de sus redactores a entrevistarlo, ocasión que aprovechó Odio para cuestionar la metodología de Kinsey. Para el jefe de la Iglesia costarricense, el estudio se basa en entrevistas realizadas a mujeres que “desconocen las más elementales normas de pudor. Ninguna mujer honesta descubriría intimidades que son sólo concernientes a su conciencia”.

Además, según Odio, Kinsey, de haber utilizado el psicoanálisis (prohibido por la Iglesia) para “obtener las confesiones de las seis mil mujeres que se dice fueron entrevistadas”, cometió un “pecado” ya que “el secreto profesional es inviolable”.

Finalmente, en respuesta a la pregunta de si convenía divulgar las teorías de Kinsey, el arzobispo respondió: “De ninguna manera. Creo que hieren el sentimiento del hombre para la mujer y su propia dignidad. Son también ofensivas para el concepto que se debe tener del matrimonio”.

Repercusiones. Las críticas del prelado tuvieron prontas y amplias repercusiones. El 21 de agosto,las alumnas del Colegio de Sion manifestaron su desacuerdo con el estudio de Kinsey, y calificaron el artículo publicado por La Nación como un escrito que va “en contra de los más caros principios morales y religiosos y en menoscabo de la dignidad femenina”, y solicitaron que no se permitiesen más publicaciones sobre el mismo tema.

Alfred Kinsey fue portada de la revista norteamericana ‘Time’ del 24 de agosto de 1953.

Ese mismo día, las profesoras del Liceo de Señoritas Anastasio Alfaro protestaron “ante la opinión pública, contra las innecesarias y perniciosas publicaciones aparecidas en algunos periódicos de ayer”. Además, enfatizaron que “las teorías pseudocientíficas de dicho autor, y la propaganda que hacen los periódicos mismos perjudican la labor realizada por la Iglesia, el hogar y la Escuela”.

Al día siguiente, alumnas del liceo referido y pertenecientes a la Federación Estudiantil Católica respaldaron la protesta del arzobispo, se pronunciaron contra la “influencia corruptora” del cine, el teatro y de algunos periódicos, y clamaron porque “enérgicamente se prohíba tales publicaciones para que no se desvíe del camino recto que el hogar, la escuela y la Iglesia nos mostraron desde la infancia”.

Poco después, el 26 de agosto, Edgar Gutiérrez felicitó a las alumnas del Colegio de Sion por su protesta y agregó: “No creo necesario que nuestros diarios publiquen el nivel moral tan bajo, que nuestra vecina nación del Norte tenga, ya que en nuestra República hacemos y defendemos nuestras costumbres para que no se corrompan como el resto”.

Al abogar por un retorno a las tradiciones, Gutiérrez indicó: “Dejemos a ellos que vivan sus vidas relajadas y tomemos ejemplo de nuestros padres y abuelos, para que ellos y nadie más continúen iluminando nuestros destinos como hasta la hora lo han hecho. El mundo se corrompe y se desmoraliza, pero Costa Rica mantiene muy en alto su tradición de ser un país moderno, pero limpio y puro en su manera de vivir”.

Comunistas. Sin referirse explícitamente al escándalo provocado por la publicación de La Nación, el semanario Adelante, órgano del proscrito Partido Vanguardia Popular, aprovechó la situación no para cuestionar directamente el estudio de Kinsey, pero sí para criticar el estilo de vida estadounidense.

En su edición del 30 de agosto de 1953, y en una línea similar al moralismo nacionalista avanzado por Gutiérrez, Adelante indicó: “En este día hay quienes suspiran por el modo de vida en los Estados Unidos. Para estas personas el ideal máximo es que nuestros países llegaran a ser colonias de los Estados Unidos (como Puerto Rico) para ver si así disfrutamos de ese modo de vivir”.

De acuerdo con Adelante, en esos momentos se realizaban quemas de libros en las bibliotecas, universidades y otras instituciones culturales estadounidenses. “¿Y qué libros se queman? preguntarán quienes esto lean. ¿Serán libros pornográficos u otro tipo de literatura inconveniente para la educación de la juventud?”.

Adelante respondió a su propia pregunta en estos términos: “Nada de eso. Las enormes fogatas respetan esa literatura, al grado que el senador Ryan ha afirmado que la tremenda delincuencia y prostitución yanqui se debe a los miles de revistas y libros pornográficos y de historietas que circulan en los Estados Unidos. Las enormes fogatas están quemando toda clase de libros de izquierda”.

Alcances. En su edición del 22 agosto, el periódico La Semana Cómica predijo: “Creemos que la cosa pasará a algo más serio todavía y que de aquí a unos cuantos días la vaina se pondrá en candela”; y añadió que “la cosa se está poniendo fea”, que “las protestas empiezan a caer” y que todo el asunto empeoraría en los días siguientes.

Aunque falta investigar a fondo las protestas provocadas por el artículo aparecido en La Nación, lo aquí expuesto evidencia los alcances y la profundidad del conservadurismo cultural de la sociedad costarricense de inicios de la década de 1950, que se extendía de las autoridades eclesiásticas en un extremo a la dirigencia comunista en el otro.

La persistencia de este trasfondo conservador –aunque erosionado por una lenta pero creciente secularización social– se constata, más de sesenta años después, en los ataques contra los reportajes que hizo Telenoticias acerca del cambio experimentado por la familia en Costa Rica, y contra un anuncio comercial de la empresa Pozuelo.

El importante y oportuno editorial de La Nación del pasado 28 de junio (“El derecho a vivir juntos”)tal vez sea también condenado por los fundamentalistas católicos y evangélicos, como lo fue en 1953 la primicia del libro de Kinsey. Sin embargo, las protestas y las condenas de este tipo apenas si son indicadores de la irreversibilidad de los procesos de cambio histórico ya en curso, que imposiblemente aspiran a detener.

El autor es historiador y miembro del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas de la UCR.

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