Salud y Bienestar

Bebés descalzos son más felices e inteligentes

Una preocupación persigue a todas las madres: “tengo que ponerle zapatos a mi hijo”. Sin embargo, esa especie de pesadilla con la que muchas mujeres suelen luchar no sólo es inútil sino que coarta el crecimiento de los niños.

Tres principios básicos arrojan por la borda algunos mitos como que el pie descalzo da resfriado, que al colocar zapatos se educa y que físicamente es lo mejor.

El primer principio es que los bebés descalzos no sólo son libres sino que experimentan al comienzo de su vida esa sensación, el segundo es que descubren el mundo de una manera muy feliz y el tercero, y quizá con mayor importancia, es que son más inteligentes.

Esto lo demuestra un estudio que ha dado la vuelta al mundo, titulado: Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes, de Isabel Gentil García, profesora de la Escuela Universitaria de Enfermería, Fisioterapia y Podología, de la Universidad Complutense de Madrid, España.

Más libres

Los pies, según Gentil García, sirven a los niños para procesar información y antes de los 7 meses de edad llegan a ser más sensibles que las manos.

El movimiento físico y el estímulo al explorar las sensaciones que le ofrece el estar descalzos aceleran la maduración del bebé, así como el desarrollo propioceptivo y el intelectual.

La profesora y autora del estudio acepta que, en ocasiones, al bebé se le abriguen los pies para protegerlo del frío; más no que se usen zapatos incluso cuando ni ha iniciado el gateo, pues a su juicio calzarlos “es perjudicial para su desarrollo”.

Gentil García aduce que luego de estudiar científicamente comportamientos y emociones en los bebés, todas las teorías “coinciden en que el avance (del niño) es fruto de una compleja interacción entre el ambiente y el organismo y que en el punto inicial del desarrollo de la inteligencia no existe una diferencia entre el yo y el mundo externo; se da todo en un bloque”.

En ese “bloque” el preanadante debe explorar y sentir directamente las texturas (alfombras, foamis, suelo, madera, grama, agua, entre otros) porque eso forma parte del aprendizaje.

El calzado, no se justifica ya que “impide recibir sensaciones y añade un peso excesivo a los pies impidiendo el movimiento, y además puede causar lesiones”.

Advierte que el adulto no debe, bajo ningún concepto, “poner impedimentos al desarrollo propioceptivo, neuromuscular e intelectual del niño encerrando sus pies en un calzado que no necesita. Al contrario, se deberá estimular a los niños a disfrutar de su cuerpo y de su motricidad con los pies descalzos”.

Qué informan los pies

Los pies se convierten en una vía para informar al bebé sobre su mundo interior. De allí la importancia de andar descalzos y hacer contacto con todas las superficies y texturas posibles.

Gentil García advierte que si los pies son tapados o encerrados se priva al niño de toda la información táctil, “así como de la percepción de la posición y movimiento de los pies en relación con el espacio, que juegan un papel importante en el sistema nervioso central”.

De hecho, destaca la autora del estudio, es vital para la maduración de las habilidades motoras, ya que de eso depende la coordinación visual, manual y el obtener informaciones táctiles y perceptivas.

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4 comentarios

  1. la autora no ha hecho ningún estudio, se ha limitado a relacionar conocimientos y teorías de diferentes ámbitos (psicomotricidad, teorías de la inteligencia..) y sacar sus propias conclusiones. Aunque no dudo que los bebés no se sientan más cómodos y estimulados sin zapatos…

  2. Me parece una estupidez. Esas teorías hacen que madres inexpertas sigan reglas que ponen en riesgo la salud de sus hijos. He visto pies morados de frio en invierno por creer que les hace bien a la inteligencia! Por favor! Un poco más de criterio al poner las notas.

  3. Yo fui descalso hasta la primaria y nunca fui destacado o sobrsaliente. Jajajaja
    Y recuerdo cuando propezaba llegue a perder uña s de los pies y cuando ya se esta curando sopas otro tropezon en el mismo dedo.
    Les presumia a mis hijos que cuando me llegaba a para en clavo. Clavo se doblaba.

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