En el Pérez Carreño pacientes neurológicos sobreviven a una “tortura psicológica”
Daniel Murolo – Miranda.-
@dmurolo
Las secuelas de una neurocirugía son muchas, pérdida de memoria, parálisis e incluso la muerte, sin embargo para quienes ocupan las camas del Pérez Carreño la verdadera tortura es la espera a la que son sometidos por un cupo en el quirófano.
«Lo que viven los pacientes acá es un tortura psicológica», sentencia el familiar de uno de los pacientes que espera desde hace cuatro meses un turno para ser operado.
«Puedes quedar paralítica o perder la memoria», fue la respuesta de una de los especialistas a uno de los pacientes del área de neurología que espera desde hace semanas por una intervención, la respuesta del doctor sumió en una profunda depresión al enfermo – reseñó un familiar – quien en los últimos meses ha visto morir a varios compañeros de cuarto.
«Entran al quirófano y no salen con vida, estamos al tanto que es un operación delicada, pero la interminable espera por un cupo, la situación del hospital y el trato que reciben de muchos médicos empeora el sufrimiento», agrega.
Una de las pacientes ha tenido que pasar por el estrés de que le fijen día y hora de operación y cuando está dentro del quirófano la sacan porque supuestamente llegó una emergencia.
«Se imagina lo que es que te rapen la cabeza en 4 oportunidades porque supuestamente te van a operar y al final te regresan a la habitación sin haberte hecho nada, es una tortura», narró otro de los pacientes.
La situación del Pérez Carreño es similar a la del resto de los hospitales del país: sin agua, salas de quirófano reducidas por contaminación, pocos médicos y enfermeras –en paro desde hace días- y cientos de enfermos hacinados en cuartos «en fila» para ser operado.
«Se supone que hay una lista, nadie la ha visto, lo cierto es que los números no cuadran, si las autoridades dicen que en un día operan hasta 15 personas cómo se explica que hayan pacientes esperando ser operados desde hace 8 meses», se pregunta otro familiar.
Hay quienes en el desespero que genera una espera interminable terminan comprando los insumos e incluso la sangre que se necesita para la intervención y sin embargo no consiguen el codiciado cupo.
«Mi esposo compró los clic que se requieren, consiguió la sangre y todo lo que pidieron y aquí sigo, postrada rezando para que termine este suplicio», agrega visiblemente afectada.
Muchos optaron por no aceptar la comida que les facilita el hospital, otros incluso cocinan dentro de su habitación o dependen de la alimentación que diariamente le traen familiares.
Pese a tener casi 6 meses muchos jamás han visto al director del centro de salud, recientemente las enfermeras le pidieron que retiraran las cocinas portátiles y otros utensilios de la habitación ante la supuesta visita del funcionario.
«Que venga y vea como sobrevivimos, lo quiero ver a él – director- comiéndose el almuerzo que aquí sirven», increpó uno de los pacientes; al final pasó lo que siempre pasa, nunca apareció el «fulano director«.