Padre Moreno: “La idea es prevenir al joven, no castigarlo”
En la postguerra de las guerras napoleónicas, el norte de Italia estaba plagado de huérfanos y muchachos de la calle. En los barrios de Torino, capital del Piemonte, el sacerdote Juan Bosco (1815-1888) se dio a la tarea de atenderlos.
Su gesta tuvo un buen pero difícil comienzo, pero los frutos se le dieron más allá de cualquier pronóstico.
Su “sistema preventivo”, directo, llano, cercano a los muchachos, sería exportado a todo el mundo por los integrantes de la congregación que fundó, los Salesianos.
En Venezuela, los Salesianos llegaron a finales del Siglo XIX (1894). Desde en ese momento comenzaron a sembrar colegios y casas por toda la geografía nacional. Su trabajo y dedicación llegó a las zonas populares, desde un primer momento.
Alejandro Moreno, es un sacerdote salesiano que además es psicólogo, filósofo, teólogo, doctor en Ciencias Sociales y profesor universitario. Con 81 años a cuestas, no se quedó en el olimpo de la academia.
Desde hace más de treinta años convive con las comunidades pobres de los barrios de Petare, al este de Caracas. Investiga en estas zonas el drama social de la delincuencia y la disfuncionalidad familiar.
Como hijo de Don Bosco, ha practicado y practica el sistema preventivo. Conversamos con él, en su oficina de la zona de Boleíta, en Caracas, sobre este sistema de formación.
—¿En qué consiste el“sistema preventivo” de San Juan Bosco?
—El sistema preventivo de San Juan Bosco es estar con los muchachos. Y la idea es prevenir que se desvíen, que cometan alguna falta o que caigan en algún error. El método contrario es esperar que cometan el error y castigarlos.
Don Bosco, para evitar el castigo precisamente y para llevar adelante la educación positiva de los jóvenes, lo que hace precisamente es prevenir, evitar que caigan en desviaciones y para eso hay que acompañarlos. Hay que estar con ellos. Es lo que se llama la asistencia.
Lo que es muy característico de los Salesianos: la asistencia salesiana. Estar con los muchachos, convivir y participar en todo. Desde el juegos en el patio, creo que tú lo has vivido, hasta todas las actividades, inclusive la conversación con los muchachos.
—San Juan Bosco en sus sueños veía el futuro. ¿Él vio en esos sueños que iba a tener pocos sacerdotes para muchos muchachos?
—No creo que lo haya visto en ningún sueño. Más bien lo que Don Bosco vio es que iba a tener una congregación muy numerosa. Eso es lo que vio siempre y dijo. Que se iba a extender y que estamos en cerca de 70 países del mundo que estamos los Salesianos.
En un sueño que tuvo, agarra un tren en Cartagena (Colombia) y va hasta la Patagonia. Recorre toda América del Sur. Incluso ve la ciudad de Brasilia. Por eso él es el patrón de Brasilia. Vio que ahí iba a haber una ciudad. Va encontrando una cantidad de cosas y va encontrando los Salesianos. Llega un momento en que dice: la geografía de América del Sur la van a cambiar los Salesianos, el concepto, la idea de la geografía. Sobre todo en la Argentina ha habido salesianos que han cambiado el mapa.
—Decía lo de pocos salesianos, porque en el diseño que hace de los patios de las escuelas, la idea es que un sólo sacerdote pueda controlar a todos los muchachos
—Eso es pensando en la idea del control. Pero en realidad en Don Bosco no estaba la idea del control sino la del acompañamiento. Lo que se llama la asistencia, es estar presente y no vigilar. No es la vigilancia. El sistema preventivo no implica vigilancia. Implica acompañamiento que evita el desorden.
—Dado eso que es el sistema preventivo, y dada sus experiencia en los barrios, en contacto permanente, investigando y escribiendo sobre la delincuencia, ¿Cómo se aplicaría ese sistema a la realidad que tenemos en los barrios?
—La mejor forma de aplicar ese sistema es no sólo estar presente, sino convivir: vivir en el mismo ambiente en que viven los muchachos.
Don Bosco en realidad llega a los colegios después. El primero parte de lo que es hoy en día llamado la educación informal, de muchachos que llegan de cualquier parte. Que se reúnen en cualquier ambiente, inclusive en la misma calle y ahí se hacen una cantidad de actividades en todos sentidos formativa. Ese es. ¿Qué es mejor que la calle, con la realidad del barrio, para que el sistema preventivo tenga hoy su ubicación en nuestros países?
De esa manera, no están sometidos a ningún tipo de formalidad. La informalidad es una característica del sistema preventivo.
—¿Inclusive en lo formal de la educación?
—Inclusive en lo formal y en los colegios. Uno de los sueños de Don Bosco, de 1884, el ve y llora. Ve desde la ventana que los Salesianos, los nuevos, han puesto en filas a los muchachos en el patio. Don Bosco llora y dice eso no es. Está entrando la idea de la formalidad, el formalismo, del orden, entre otros. Entonces lo que interesa a Don Bosco, lo característico de su formación, es precisamente la espontaneidad, la informalidad y a la convivencia.
—¿Esa informalidad establece una relación directa, al mismo nivel con el muchacho?
—Establece una relación directa con el muchacho, el mismo nivel, pero paterna. Pero no la del padre dominador, ni represor, sino la del padre cariñoso. Por eso la columna de la educación de Don Bosco es razón, religión y cariño.
Razón, no simplemente la religión por la pura religión. Sino la religión tomando en cuenta la razón. Estábamos en el Siglo XIX. Apenas a los tiempos siguiendo a la ilustración. Tomó en cuanta la razón para la religión, pero sin descuidar la religión; y sobretodo, la afectividad, el cariño.
En castellano tenemos la palabra cariño, que los italianos no encuentran. Don Bosco decía amorevolezza.
—¿Eso se adelanta en el Siglo XIX, a lo que se vería a finales del Siglo XX en la Encíclica Fides e Ratio (1998), de S.S. Juan Pablo II?
—Claro, Don Bosco lo tuvo muy claro desde un primer momento. Él tuvo una experiencia, parecida a la que tienen muchos muchachos de nuestros de barrio: no tener padre. Claro, no tuvo padre en una cultura de padre. Y no tuvo padre, porque muere cuando él tenía dos años. Tuvo una familia centrada en la madre por supuesto, con uno de los hermanos mayores que hace de padre un poco conflictivo para él. Pero esa es la experiencia que tiene la mayoría de nuestros muchachos de barrio.
No tienen padre, no porque se haya muerto, sino porque se fue. Nunca apareció. No estuvo presente. La familia está centrada en la figura de la madre. Por eso en Don Bosco encontramos una afectividad paterno-materna muy profunda de mucho cariño, de mucha aceptación y de mucha comprensión.
—¿Cómo son los resultados de esa experiencia en Petare?
—Te puedo hablar de mi experiencia en el barrio donde llevo más de treinta años. Allí todo el mundo ha pasado de alguna manera, los que ya son mayores, por los contactos con nosotros en el Centro Juvenil. Yo estoy solo ahí. Pertenezco a esta comunidad (Centro Don Bosco de Boleíta) pero mi actividad está ahí. Por muchas circunstancias empecé a trabajar ahí como apoyo a toda una parroquia (en Petare) que tenía pocos sacerdotes y mucha población. Me fui concentrando en ese barrio en mi tiempo libre. Es una cosa que hay que tener en cuenta. Mi trabajo oficial es la educación, la investigación, la universidad, etc. Pero mi tiempo libre, tarde, noche y fines de semana, lo he dedicado desde hace más treinta años a estar allá. Fundamentalmente estar con los jóvenes, organizar un local donde podemos estar. Pero son actividades externas.
Los resultados para mi han sido totalmente positivos. No se transforma totalmente una comunidad en muy corto tiempo. Pero la referencia, el recuerdo, la experiencia de haber tenido contacto positivo, no conmigo tanto, sino con la gente que colabora conmigo, con los muchachos entre si, la convivencia, entre ellos, es de fundamental cariño.
—¿En esta circunstancia de crisis que vive la país, cómo ve que pueden ayudar los salesianos a hacer ese futuro mejor?
—En lo mismo. Tratando de extender en medio de la gente ese sentido de convivencia, de igualdad, pero al mismo tiempo de ayudarse, de amarse, de formar comunidad en el sentido de una buena relación entre los unos y los otros. En la situación en la que estamos, por otro lado se oyen todos mensajes de enfrentamiento, agresivos, mensajes violentos, prácticas violentas, entre otros. Siempre digo, que a pesar de todo lo que uno hace, siempre hay alguno que no te siguen, que no aceptan la orientación que se les ha ido dando. Son los malandros, que pasaron por las manos de uno, pero en algún momento determinado se desviaron desgraciadamente. Pero la gran mayoría, por lo menos en lo que es el barrio mío, han seguido siendo buenos ciudadanos.
—¿Dada su experiencia en ese barrio dónde usted está, hay malandros que se redimen en esta vida?
—Claro, lo que pasa es quiénes son los que se redimen y cómo se redimen. No solamente, sino como es el ambiente. Porque a veces el ambiente atrapa completamente e impide la redención.
Por ejemplo, muchas veces el ambiente de la cárcel daña. Otras veces el ambiente de la cárcel sirve como revulsivo, para que los no han tenido una orientación negativa desde muy pequeños, puedan reaccionar porque es una situación tan trágica, tan terrible, tan contraía a lo que es la humanidad, que no quieren regresar. Les hace reflexionar y cambiar de conducta.
Lo fundamental es una experiencia positiva desde pequeños, de cariño, de amor, ya sea en la familia, con la madre; dado a que padre no hay. Y la madre es lo fundamental para la seguridad y la solidez afectiva de la persona. Luego, con los que de alguna manera colaboran con la figura materna o sustituyen a la figura paterna de alguna manera positiva.
—Finalmente, una recomendación para la devoción a María Auxiliadora
—Recordarla todos los días. Tenerla todos los días presente como la Madre de uno, que está por encima de todas las madres, y es la que protege, y que es la que nos puede dar la seguridad también en lo afectivo para esta vida y para después.