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Ives Gandra: Mis irritaciones con la presidente Rousseff

Ives Gandra, abogado y académico, escribió una carta pública a la presidente de Brasil,  Dilma Rousseff, en la que muestra su descontento por las políticas tomadas y tilda su gobierno como un fracaso.  A continuación el escrito:

El 16 de marzo de 2011, publiqué en este Folha un artículo en el que apoyaba a la presidente Dilma Rousseff y a su vicepresidente, Michel Temer  —mi colega en dos Academias y compañero de conferencias universitarias—. Por las ideas presentadas para el combate a la corrupción y la promoción del desarrollo nacional.

Como ciudadano, no vinculado a ningún partido ni al gobierno, tengo, casi cuatro años después, el derecho de expresar mi irritación ante el fracaso de su gobierno y a las afirmaciones no verdaderas de que Brasil económicamente es una maravilla y su gobierno es el paladín de la lucha contra la corrupción.

Comienzo por la corrupción. No es verdad que, gracias a ella, los ocho años de asalto a la mayor empresa de Brasil, esté siendo rigurosamente investigado. Mismo si quisiera hacerlo, habría apoyado a la CPI [Comisión Parlamentaria de Investigación] para determinar el las fantásticas desviaciones en el Congreso Nacional.

La investigación se debe a la independencia y la calidad de la Policía y del Ministerio Público federales que actúan con autonomía y no le prestan atención a quienes detentan el poder. Tampoco es verdad que despidió al principal director involucrado. Este, al pedirse la dimisión, ¡recibió elevados elogios por los servicios prestados!

Por otro lado, no es verdad que la economía va bien. Va muy mal. Los records sucesivos de bajo crecimiento, culminando, en 2014, con un PIB previsto por el FMI en 0.3%, demuestran que su ministro de Hacienda se especializó en nunca acertar los pronósticos.

Añádase que tampoco es verdad que controla la inflación, pues, si el PIB bajo fue producto de austeridad fiscal, ella estará bajo control. El techo de las metas, rayado permanentemente, demuestra que la presidente generó un PIB bajo y una alta inflación.

Adoptando la pero de las formas de su control. Que es el congelamiento de tarifas, afectó a Petrobras y a Electrobras, fragilizando al sector energético, además de destruir la industria de etanol, sin darse cuenta de que desde Hammurabi (alrededor de 1700 a.C,) y Diocleciano (301 d.C.) el control de precios, hiere a las leyes de la economía de mercado, fracasó, como se ve en las economías argentina y venezolana, que están en harapos.

Lo más curioso es que el Plan Real, que fue tan combatido por lula y por el PT, es lo que todavía le da una sustentación a la Presidencia.

En materia de comercio internacional, los gobiernos anteriores a los actuales lograron expresivos saldos en la balanza comercial, que fueron eliminados por la presidente Dilma. Apenas con artimañas de falsas exportaciones e que consiguió obtener saldos inexpresivos. Del superávit primario ni siquiera vale la pena hablar, ya que los trucos contables son tantos, que, si cualquier empresa privada los hiciera, en procedimientos tendría autos de infracción elevadísimos.

Su principal elector (el programa Bolsa familia) consume apenas 3% de la renta tributaria. Los 97% restante se desperdician entre 22 mil cargos comisionados, 39 ministerios, obras sobrefacturadas, en la visión del Tribunal de Cuentas de la Unión, e incompletas.

Tengo pues, como ciudadano que elogió a Su Señoría, al inicio —para mí Su Excelencia es al ciudadano a quien la presidente debe servir—, el derecho de, al final de su gobierno, mostrar mi profunda decepción con el desastre económico que generó y que me preocupa aún más, por culpar a los que crean riqueza y empleos en discurso que pretende, en estilo marxista, promover el conflicto entre ricos y pobres.

Me gustaría, en este artículo —al recordar las palabras de apoyo de aquel que escribí en este mismo diario casi cuatro años antes—, decir que, infelizmente, el fracaso de su proyecto redujo al país a un mero exportador de productos primarios, haciendo de este gobierno un desastre económico.

 

Ives Gandra Da Silva Martins, abogado, es profesor emérito de la Universidad Mackenzie, de la Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército y de la Escuela Superior de Guerra.

 

 Publicado en el Folha de S.Paulo 

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